El denostado –nada más por su nombre– marsupial
australiano sufre un terrible cáncer facial, que le deforma la cara a las
víctimas hasta que las pobres mueren por sofoco o inanición. Es un mal muy
contagioso por mordisco o contacto físico, por lo que todo apuntaba a la
extinción de la especie.
Un equipo internacional de científicos descubrió
que algunos de ellos han evolucionado para responder a los tumores. Explican,
en un artículo publicado en la revista Nature, que dos regiones en el genoma de
los demonios están cambiando ante la rápida propagación del cáncer, detectado
por primera vez en 1996.
Los demonios de Tasmania son los mayores
marsupiales carnívoros en el mundo, y presentan una conducta tan agresiva que
se muerden unos a otro en la cara, por lo que el contagio del cáncer facial era
un hecho consumado. Este trastorno es uno de los tres tipos de cáncer
trasmisible, y con mucho el más mortal; los otros dos los sufren los perros y
las almejas de caparazón blando.
A 20 años del descubrimiento del cáncer
facial, la población de demonios de Tasmania ha perdido 80 por ciento de sus
miembros; el nombre es de una isla perteneciente a Australia, y es el único
sitio donde viven estos animales.
A pesar de las bases sólidas que predicen
la extinción, todavía hay poblaciones en sitios donde la enfermedad lleva mucho
tiempo. Andrew Storfer, genetista evolutivo de la Universidad Estatal de
Washington, estudioso del cáncer facial del demonio durante casi una década, se
asoció con colegas en Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia para investigar
si había un componente genético que determinara la supervivencia de los
demonios.
“Si una enfermedad golpea a 90 por ciento
de los individuos, se puede asegurar que el 10 por ciento que sobreviven son,
de alguna manera, genéticamente diferentes”, dice el coautor del estudio Paul
Hohenlohe, profesor asistente de biología en la Universidad de Idaho. “Lo que
buscábamos eran las partes del genoma que mostraban la diferencia”.
Los investigadores examinaron muestras de
ADN del demonio recogidas y almacenadas antes y después del brote de cáncer
facial; la frecuencia de los genes en regiones específicas del viejo ADN se
comparó con la frecuencia de los genes en las mismas regiones de ADN recogidas
tras la aparición del cáncer en tres sitios de Tasmania. Storfer y sus colegas
identificaron dos pequeñas regiones genómicas que exhibieron cambios significativos
en respuesta a la fuerte selección impuesta por la enfermedad, lo que sugiere
que los demonios de Tasmania han encontrado una solución por sí mismos y están
evolucionando una resistencia al cáncer facial.
Los investigadores esperan
que los demonios de Tasmania libres de la enfermedad con el ADN aparentemente
resistente puedan ser criados en un lugar seguro fuera de la isla para mejorar
la diversidad genética de la población, en caso de que sea necesaria una
reintroducción de ejemplares en el futuro.