Hay microplásticos en todas partes: en los alimentos, en el agua e incluso en el aire. De hecho, según algunos cálculos, cada semana ingerimos casi el equivalente a una tarjeta de crédito en estas minúsculas partículas. Pero, ¿qué sucede cuando estos microplásticos entran en nuestro intestino?
Un microplástico es cualquier partícula de plástico que mida menos de 5 milímetros de largo. Aunque es común que encontremos esos materiales en desechos industriales y en productos de belleza, con el tiempo los microplásticos pueden llegar a formar grandes trozos de plástico.
Muchos de esos fragmentos terminan en el mar donde, según cálculos del Portal de la Cultura Oceánica de la UNESCO, hay entre 50 billones y 75 billones de piezas de microplástico o plásticos más grandes.
“Parecieran estar en todas partes”, escribió en un comunicado el Dr. Eliseo Castillo, profesor asociado en la División de Gastroenterología y Hepatología de la Universidad de Nuevo México, Estados Unidos.
La omnipresencia de estas partículas plásticas es aún más preocupante debido a que las sustancias químicas que contienen interfieren con la producción de hormonas naturales, lo que eleva nuestro riesgo de sufrir trastornos reproductivos y ciertas formas de cáncer. Y eso, por no hablar de los tóxicos que arrastran en sus superficies, incluidos ciertos metales pesados.
LOS MICROPLÁSTICOS SE ESCAPAN DEL INTESTINO
Investigaciones previas han demostrado que los microplásticos pueden afectar el equilibrio de las bacterias intestinales beneficiosas. Sin embargo, una investigación reciente de Castillo y su equipo revela que esas partículas no permanecen aisladas en el aparato digestivo.
Para el estudio, publicado el 10 de abril en la revista Environmental Health Perspectives, el profesor y sus colegas introdujeron microplásticos en el agua de un grupo de ratones en concentraciones equiparables a las que estamos expuestos todos los días.
Al cabo de cuatro semanas, los investigadores hallaron que los fragmentos habían escapado del tracto intestinal de los roedores, infiltrando sus hígados, riñones e incluso sus cerebros.
“Detectamos microplásticos en ciertos tejidos después de la exposición”, informó Castillo. “Eso indica que las partículas pueden atravesar la barrera intestinal e infiltrar otros tejidos”.
Por otra parte, los científicos también hallaron evidencias de que los microplásticos habían alterado el metabolismo de los tejidos afectados. Con todo, lo más perturbador fue que la infiltración ocurrió tan solo cuatro semanas después de iniciada la exposición. “Así que, imagina lo que eso representa para los humanos, ya que estamos expuestos a los microplásticos desde el nacimiento hasta la vejez”, escribió Castillo.
¿CÓMO INFLUYE LA DIETA EN LA EXPANSIÓN DE LAS PARTÍCULAS PLÁSTICAS?
El equipo tiene la intención de expandir su investigación para determinar si la dieta puede influir en la diseminación de microplásticos por todo el cuerpo.
“La dieta difiere mucho de una persona a otra”, agregó el investigador. “Por ello, vamos a alimentar animales de laboratorio, ya sea con una dieta rica en colesterol y grasa o con una dieta rica en fibra, y exponerlos o no a los microplásticos. La finalidad es determinar si la dieta afecta la absorción de microplásticos en el cuerpo”.
El objetivo del equipo es obtener una imagen holística de la forma como las partículas de plástico afectan el cuerpo humano. “En última instancia, nuestro estudio pretende esclarecer cómo es que [los microplásticos] afectan la salud de los intestinos”, añadió Castillo.
Y concluyó: “Muchas investigaciones siguen demostrando la importancia de la salud intestinal, porque si no tienes intestinos saludables, el cerebro, el hígado y muchos otros tejidos pueden verse afectados. Si los microplásticos están dañando el intestino, la exposición crónica puede tener consecuencias sistémicas”. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)