

CASI AL FINAL DE SU HISTÓRICO DUELO contra la supercomputadora Deep Blue en 1996, el maestro de ajedrez y político Garry Kasparov lanzó una queja que, en ese momento, pasó desapercibida: “Estoy realmente cansado… si juego contra un humano, él también estaría exhausto”. Aquella frase terminó inspirando años después una línea de investigación clave: ¿por qué el cerebro humano se fatiga mientras una máquina puede seguir funcionando sin descanso?
Hoy, un creciente cuerpo de estudios intenta descifrar las raíces metabólicas y neuroquímicas de la fatiga cognitiva, un estado que cualquiera reconoce después de una larga jornada laboral, de estudio o de toma constante de decisiones. No es solo una sensación molesta: afecta la motivación, la concentración y puede incrementar errores, incluso con consecuencias fatales en ámbitos como la medicina y la conducción.
Para el neurocientífico Mathias Pessiglione, del Instituto del Cerebro de París, el caso de Kasparov fue el punto de partida para estudiar por qué el sistema cognitivo parece tener un límite tan claro. La pandemia también aceleró la investigación. Según Vikram Chib, de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, el covid-19 prolongado ―que afecta a unas 6 de cada 100 personas tras la infección― dejó en evidencia la magnitud del problema: la fatiga es uno de sus síntomas centrales.
Pero la fatiga cognitiva no es exclusiva del covid persistente. También aparece en síndromes crónicos como EM/SFC, esclerosis múltiple, trastorno de estrés postraumático, Parkinson y como secuela de accidentes, traumatismos y tratamientos oncológicos.
De acuerdo con la revista Nature, que retoma el tema en un nuevo artículo, el control cognitivo ―el esfuerzo mental que usamos cuando no podemos recurrir al piloto automático― parece ser clave. Cuando una tarea exige un procesamiento sostenido, el cerebro comienza a operar con costos crecientes.
Los científicos exploran varias explicaciones:
Aunque no está claro qué es causa y qué es consecuencia, muchos coinciden en que la fatiga actúa como un mecanismo protector, igual que el dolor: alerta de que estamos alcanzando un límite fisiológico.
En un estudio de 2022, el equipo de Pessiglione observó que quienes realizaban tareas cognitivas más exigentes tendían a elegir recompensas inmediatas en lugar de beneficios mayores, pero tardíos. Esa decisión impulsiva coincidía con una mayor acumulación de glutamato en la corteza prefrontal lateral, región asociada con la memoria de trabajo y la toma de decisiones.
Otros investigadores, como Matthew Apps, apuntan al papel de la dopamina: cuando disminuye por esfuerzo sostenido, baja también la motivación para seguir trabajando.
Durante décadas, la fatiga cognitiva se evaluó a partir de reportes subjetivos o cambios en el rendimiento. Pero estos métodos son imprecisos: la motivación y el entrenamiento pueden ocultar la caída real en el desempeño.
Por ello, nuevas líneas de estudio buscan marcadores biológicos y modelos que combinen medidas metabólicas, neuroimagen y comportamiento. La meta: predecir cuándo una persona está a punto de agotarse.
En Estados Unidos un proyecto financiado por el Departamento de Defensa desarrolla sensores y algoritmos que anticipan la fatiga en situaciones críticas, como falta de sueño y desalineación circadiana. La idea es saber cuándo alguien debe detener una tarea o recibir apoyo de sistemas de inteligencia artificial.
Para quienes viven con fatiga crónica, cada decisión se vuelve un cálculo de energía. Ana Lia Tamariz, artista con EM/SFC, explica que incluso leer o escuchar música puede ser abrumador. “Es como salir de una anestesia, pero nunca salir del todo”, describe.
En estos casos, la fatiga cognitiva y la física se entrelazan, y la ciencia coincide en que comparten mecanismos. Tras un esfuerzo mental intenso, incluso personas sanas muestran menor disposición al esfuerzo físico.
Para la fatiga común, las soluciones más efectivas son sencillas:
Para la fatiga crónica, la situación es más compleja. No existe un tratamiento universal y los médicos suelen lidiar sin un protocolo claro. Algunas intervenciones prometedoras incluyen:
Aun así, los especialistas advierten que suprimir la fatiga puede ser riesgoso si priva al cerebro de una señal de alerta y conduce a un colapso posterior. A pesar de los avances, faltan respuestas fundamentales:
Por ahora, la ciencia apenas empieza a comprender la compleja química que hace que el esfuerzo mental nos agote. Y aunque aún no haya una panacea, la investigación avanza con un objetivo claro: descifrar un fenómeno tan cotidiano como profundo, que define los límites de nuestra mente. N