

UN NUEVO ESTUDIO ADVIERTE QUE BIOLÓGICAMENTE NO ESTAMOS preparados para enfrentar el ritmo acelerado, las presiones sociales y la exposición constante a estímulos del mundo moderno.
La investigación, publicada en Biological Reviews por los antropólogos Colin Shaw (Universidad de Zúrich) y Daniel Longman (Universidad de Loughborough), sostiene que la evolución humana avanza demasiado lento para adaptarse a los cambios tecnológicos y ambientales de las últimas décadas.
Los autores explican que nuestros sistemas fisiológicos fueron diseñados para responder a amenazas cortas e intensas, como depredadores en entornos ancestrales.
“El león venía y luego desaparecía; ese era el punto”, dijo Shaw.
Hoy, situaciones tan cotidianas como el tráfico, las notificaciones del celular, las discusiones laborales o el ruido urbano activan los mismos mecanismos de lucha o huida que antes se encendían frente a un depredador real.
“Es como enfrentar león tras león, pero sin recuperación”, señaló Longman. Este encendido permanente provoca respuesta nerviosa excesiva, agotamiento y falta de descanso fisiológico.
El estudio advierte que este desajuste evolutivo ya afecta la salud, la fertilidad y la supervivencia, elementos clave de la “aptitud evolutiva”.
Los investigadores relacionan el estrés crónico con:
Inflamación persistente
Descenso global en la fertilidad
Baja calidad y cantidad de esperma
Alteraciones hormonales e inmunológicas
Longman dijo que el hallazgo más sorprendente fue “la fuerza y consistencia de la evidencia”, que coincide desde la fisiología hasta los estudios epidemiológicos.
Las respuestas de estrés pensadas para emergencias breves ahora funcionan sin pausa, deteriorando funciones como:
Sistema inmune
Memoria
Balance hormonal
La investigación recuerda que el conteo de esperma ha caído drásticamente desde los años cincuenta, vinculado a sustancias como pesticidas y microplásticos.
Para Longman, el desajuste “no solo persiste, sino que se expande”, acelerado por lo que llama la “Gran Aceleración”del siglo XX: urbanización, contaminación, exposición química, ruido y luz artificial.
A esto se suman dos décadas de conexión digital continua: redes sociales, notificaciones, sobrecarga informativa y ahora interacciones mediadas por IA. Estas dinámicas “amplifican el desajuste creado por la industrialización”, dijo.
Los autores proponen que ciudades y espacios laborales se diseñen considerando la fisiología humana, integrando elementos que reduzcan ruido, luz artificial y sobrecarga sensorial.
Pero Longman advierte que no hay soluciones rápidas:
“No es solo una conversación de ‘pasar más tiempo en la naturaleza’. Es un problema estructural profundo.” N