

Hay despedidas que no se escriben desde el cansancio sino desde la gratitud. Despedidas que, más que rupturas, son cambios de piel. Hoy escribo esta carta sabiendo que cerrar un ciclo también puede ser un acto de amor: amor por lo que fue, por lo que me dio y por lo que ahora exige nacer.
No me voy de este espacio con una maleta cerrada, sino con los bolsillos llenos de frases, conversaciones y preguntas que no se agotaron. Durante años he entendido el mundo y el trabajo a través de la literatura. Leo no para escapar, sino para aprender a mirar mejor, para saber cómo quedarme… y también cómo irme.
Pienso mucho en Camila Sosa Villada y en esa escritura que no pide permiso para existir. En Las malas aprendí que sobrevivir también es inventar familia, lenguaje y refugio. Camila escribe desde la intemperie; quizá por eso su obra me acompaña hoy: me recuerda que cambiar de piel no es huir, sino afirmar quién he llegado a ser.
Este cierre tiene que ver con eso. Con reconocer que he cambiado, que el mundo y los medios de comunicación han cambiado. Que mis preguntas ya no son las que eran hace 11 años, cuando empezaba a escribir en estas páginas. Que lo que antes me desvelaba hoy me pide otra forma de escucha, una más tierna, más cuidadosa.
También pienso en Yásnaya Aguilar cuando escribe sobre territorio, lengua y comunidad. Yásnaya nos enseña que no hay palabras neutras: todo discurso habita un lugar específico. Que nombrar también implica asumir una responsabilidad. Desde ahí, esta despedida no es solo profesional: elegir dónde poner la voz, el tiempo y el cuerpo es decidir qué mundo queremos sostener.
Newsweek en Español fue un territorio fértil. Un espacio de exigencia intelectual, de conversación constante, de tensión creativa y de retos multiplataforma. Aquí escribí, edité, entrevisté, dudé y, sobre todo, aprendí. Aquí, rodeada de grandes maestras y maestros (gracias, Ana Ávila, Joel Aguirre, Miguel Ángel Jaime, Gloria y Gerardo), confirmé que el periodismo cultural no es un lujo, sino una necesidad: para una sociedad sobrestimulada, la cultura es una forma de bajar el ruido, de complejizar los relatos y de resistir a la simplificación.
Pero incluso los territorios que amamos cambian y es inevitable cambiar con ellos. Como escribe Fernanda Trías, hay momentos en los que el mundo se reorganiza y una debe aprender a respirar de nuevo desde la adaptación consciente y la lucidez.
Este movimiento personal dialoga con otro más amplio. Newsweek en México atraviesa también un proceso de transformación: el proyecto que conocimos cambia de forma, se reorganiza y se integra por completo a Grupo Animal para continuar informando con rigor, contexto y un compromiso profundo con la verdad. No es una desaparición, sino una mutación necesaria. Como ocurre con las lenguas, con los cuerpos, con los proyectos vivos: lo que quiere perdurar tiene que aprender a cambiar.
En Lo que hay, Sara Torres escribe desde la fragilidad como territorio legítimo; nos recuerda que amar (a una persona, a un proyecto, a un trabajo) también implica saber cuándo soltar sin traicionarse. Que permanecer por inercia es otra forma de abandono. Su literatura me ha enseñado que la ternura no es debilidad, sino una forma radical de resistencia.
Cerrar este ciclo es un ejercicio de profunda ternura. Hacia el maravilloso equipo que confió en mi guía, hacia las historias que elegimos contar, hacia mí misma. Porque la ternura no es quedarse a toda costa; es saber cuándo lo mejor es dar un paso al costado antes de que la costumbre te apague el sentido.
Me gustan las despedidas que no dramatizan el futuro ni minimizan el pasado; las que reconocen que algo fue importante —¡mucho!—, pero que su forma ya no alcanza. Me gustan las despedidas que no clausuran, sino que transforman.
Hoy me despido de este espacio editorial con la convicción de que Newsweek en Español ha sido una casa: intensa, exigente, estimulante. Me voy llevando el pulso de lo aprendido, la certeza de que escribir —dirigir, editar, acompañar procesos personales y editoriales— sigue siendo mi manera de estar en el mundo. Me voy agradecida por la confianza, por las conversaciones, por los textos que se quedaron resonando más allá de la pantalla.
Me voy sabiendo que todo lo que importa continúa, aunque cambie de forma.
A veces, irse es un acto de amor.
A veces, despedirse es una forma de decir: gracias. N