Científicos advierten que un conservador utilizado con frecuencia en la industria alimentaria podría estar afectando nuestra salud intestinal. La nisina es un conservador antimicrobiano muy popular que se usa en todo, desde la producción de cervezas y quesos hasta en aderezos cremosos para acompañar verduras crudas y frituras.
La nisina es una bacteriocina que producen las bacterias ácido lácticas para acabar con la competencia de otros microbios. Por eso dichos compuestos suelen recibir el nombre de “lantibióticos”, ya que se componen de moléculas bacterianas especiales conocidas como lantipéptidos.
El inconveniente es que, aun cuando son muy eficaces para eliminar las enfermedades que viajan en los alimentos, los lantibióticos también pueden dañar los microbios benéficos que viven en nuestro intestino.
“En esencia, la nisina es un antibiótico que se ha adicionado a la comida desde hace mucho tiempo, a pesar de que no se ha estudiado a fondo su impacto en los microbios intestinales”, informa en un comunicado dirigido a Newsweek el Dr. Zhenrun “Jerry” Zhang, investigador postdoctoral en el laboratorio Eric Palmer de la Universidad de Chicago.
“Si bien es eficaz para prevenir la contaminación alimentaria, la nisina también podría tener un gran impacto en los microbios del intestino humano”, añade el especialista.
Es bien sabido que las bacterias “buenas” —conocidas en su conjunto como “microbioma intestinal”— desempeñan una función importante en la digestión, la inmunidad y hasta en la salud mental, de modo que su eliminación puede conllevar consecuencias graves para nuestro bienestar general.
Además, la pérdida de las bacterias buenas también abre la puerta a las bacterias “malas”, las cuales, al haber menos microbios compitiendo por el reducido espacio y los limitados recursos, terminan por tomar el control del intestino.
¿CÓMO AFECTA LA NISINA A LOS MICROBIOS INTESTINALES BUENOS?
Ahora bien, lo más interesante de las bacterias intestinales “buenas” es que también producen compuestos lantibióticos, aun cuando lo hacen en cantidades muy pequeñas.
En un estudio publicado el 31 de enero de este año, en la revista ASC Chemical Biology, Zhang y sus colegas aislaron los lantibióticos semejantes a la nisina, pero producidos directamente en el intestino, y analizaron sus interacciones con los microbios patógenos, así como con las bacterias intestinales beneficiosas. Y lo que hallaron fue que los microbios intestinales buenos son tan vulnerables a los lantibióticos como los microbios “malos” que ocasionan enfermedades.
“[Nuestro] estudio es uno de los primeros en demostrar que los comensales intestinales son vulnerables a los lantibióticos y que, de hecho, pueden ser más susceptibles que los patógenos”, agrega el comunicado de Zhang. “Dados los niveles de lantibióticos que encontramos actualmente en los alimentos, es muy probable que estén afectando nuestra salud intestinal”.
Este estudio amplía investigaciones previas que han analizado el posible nexo entre el consumo de nisina y los cambios en el microbioma intestinal. De hecho, en un trabajo publicado el año pasado en la revista Nature Scientific Reports, un equipo de investigadores de la University College de Cork, Irlanda, halló que hasta las concentraciones más reducidas de nisina pueden recorrer todo el tracto gastrointestinal y modificar la composición del microbioma en el aparato digestivo inferior [porción final del intestino delgado, colon y recto].
Pese a lo anterior, Zhang y su equipo descubrieron que esos cambios son reversibles y que las poblaciones del microbioma normal es recuperan tres días después de la ingestión de nisina. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)