Una investigación reciente descubrió que una dieta muy popular, conocida como ayuno intermitente, puede ocasionar cambios permanentes tanto en el cerebro como en el microbioma que vive en el intestino.
La dieta en cuestión, también conocida como “restricción de energía intermitente” (REI), consiste en alternar días de alimentación normal con días de ayuno. Los investigadores hallaron que semejante estrategia puede afectar la interacción entre la actividad del cerebro y el microbioma intestinal: las bacterias que pueblan el intestino.
A decir del equipo, una vez que se entienda esta relación será posible esclarecer los factores que influyen en un régimen de reducción de peso exitoso y en la conservación de un peso corporal saludable. Los hallazgos completos del estudio se publicaron el pasado 20 de diciembre en la revista Frontiers in Cellular and Infection Microbiology.
“La composición del microbioma intestinal depende mucho de la composición de nuestra dieta”, dice a Newsweek el Dr. Qiang Zeng, profesor asociado e investigador del Instituto para Gestión de la Salud en el Hospital General EPL de Pekín, China.
“Cualquier modificación de los hábitos alimentarios cambia la composición del microbioma, y numerosos estudios han demostrado que el ayuno intermitente puede modificar tanto la diversidad como la composición del microbioma intestinal”.
MONITOREO DEL MICROBIOMA INTESTINAL Y LA ACTIVIDAD DEL CEREBRO
Zeng y sus colegas de equipo monitorearon la sangre, el microbioma intestinal y la actividad del cerebro de 25 adultos chinos con una edad promedio de 27 años. Todos los voluntarios eran obesos, con índices de masa corporal (IMC) que oscilaban de 28 a 45 (un individuo se considera obeso cuando su IMC es superior a 30).
La obesidad es un factor de riesgo muy importante para muchos padecimientos, como diabetes y enfermedad cardiovascular. En todo el mundo, más de mil millones de personas son obesas y la gran mayoría trata de perder peso con toda suerte de regímenes dietéticos, incluido el REI.
Cada participante del estudio se sometió a dos etapas de reducción calórica: una fue el ayuno “de control alto” y la otra, una etapa de ayuno “de control bajo”. En la etapa de control alto —que en todos los casos tuvo una duración de 32 días—, los participantes consumieron alimentos preparados por dietistas y con una cuenta calórica equivalente a la cuarta parte de sus necesidades básicas de energía.
Concluida esa etapa, y luego de 30 días de alimentación normal, los participantes iniciaron la fase de control bajo, en la cual debían ceñirse a una lista de alimentos recomendados. Durante esa fase, la cuenta calórica de las mujeres debía ser de 500 calorías diarias, en tanto que los hombres podían consumir hasta 600 calorías al día.
Terminadas las dos etapas de reducción calórica, los investigadores comprobaron que los voluntarios habían perdido un promedio de 7.71 kilogramos, aproximadamente el 7.8 por ciento del peso corporal promedio.
LA DIETA ALTERA LA PREVALENCIA DE POBLACIONES BACTERIANAS
Fue entonces cuando los científicos comprobaron que los microbiomas se habían modificado, y que las poblaciones de algunas especies bacterianas habían aumentado, mientras que otras (como la de Escherichia coli) eran más reducidas.
Aquí cabe señalar que, si bien la E. coli es una bacteria intestinal bastante común, algunas sepas ocasionan problemas como diarrea, infecciones del aparato urinario, enfermedades respiratorias y neumonía.
“Debido a la dieta REI, observamos alteraciones importantes en la prevalencia de poblaciones bacterianas intestinales como la E. coli patógena; aunque también aumentaron algunos probióticos que desempeñan una función en la obesidad, incluidos Faecalibacterium prausnitzii, Parabacteroides distasonis y Bacteroides uniformis, puntualiza Zeng.
“A pesar de lo anterior, es necesario enfatizar que los datos referentes al microbioma intestinal son muy abundantes, por lo que son necesarias investigaciones ulteriores para explorar las poblaciones microbianas específicas que intervienen en la pérdida de peso”, añade.
Por otro lado, el estudio reveló que ciertas regiones cerebrales asociadas con la adicción y la regulación del apetito arrojaron niveles de actividad más bajos después de las etapas de reducción calórica, y los autores concluyeron que esto podía deberse a cambios en el microbioma.
Al respecto, los científicos hallaron que la profusión de ciertas especies bacterianas, como la E. coli, se asociaban con una menor actividad en la región encefálica que influye en la fuerza de voluntad para perder peso.
Sin embargo, también descubrieron que el incremento de otras especies microbianas se correlacionaba directamente con una mayor actividad en las regiones cerebrales asociadas con la atención, la inhibición motora, las emociones y el aprendizaje.
EL MISTERIO DE LA COMUNICACIÓN CEREBRO-MICROBIOMA
“Se ha postulado que el microbioma intestinal se comunica con el cerebro mediante una vía bidireccional muy compleja”, precisó en un comunicado el Dr. Xiaoning Wang, investigador del Instituto de Geriatría del Hospital General ELP de Pekín, y coautor del artículo.
“El microbioma intestinal produce tanto neurotransmisores como neurotoxinas que llegan al cerebro a través de la sangre y los nervios periféricos. En respuesta, el cerebro controla la conducta de consumo, en tanto que los nutrientes de la dieta modifican la composición del microbioma”, explica Xiaoning.
En otras palabras, una vez que perdemos peso, los cambios que experimentan tanto el cerebro como el microbioma afectan esa interacción. Ahora bien, dado que el estudio solo analizó la correlación y no la causalidad, los autores aún no saben qué es, exactamente, lo que provoca los cambios, y tampoco explican por qué el cerebro y el microbioma tienen ese grado de interacción.
“La siguiente interrogante a responder es el mecanismo preciso mediante el cual se comunican el microbioma intestinal y el cerebro de los individuos obesos, incluso durante el proceso de pérdida de peso”, comenta el Dr. Liming Wang, coautor del estudio e investigador del Instituto para Gestión de la Salud de Pekín.
Wang concluye con este cuestionamiento: “¿Cuáles son el microbioma intestinal específico y la región cerebral crítica para perder peso exitosamente y mantener un peso corporal saludable?”. Esa es la pregunta que ahora la ciencia debe responder. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek)