Menos de 24 horas después de los recientes
ataques terroristas en París, tomé un tren en Ámsterdam con destino a
Binnenhof, el rebuscado complejo situado frente a un lago en La Haya y sede del
Parlamento holandés. Acudí ahí para una reunión organizada apresuradamente con
Geert Wilders, un veterano miembro de la Cámara de Representantes y el
archi-némesis del Islam en Europa.
La seguridad era muy estricta aquella tarde.
Dos veces en el laberíntico de camino hacia su oficina, vacié mis bolsillos,
caminé a través de detectores de metales y miré mientras los guardias examinaban
detalladamente el estuche de mi cámara. Detrás de la puerta de su oficina, cuyo
acceso está controlado por una tarjeta, me sorprendió un poco encontrar a
Wilders, solo y de pie detrás de su escritorio.
Wilders, a quien no le gusta pasar
desapercibido, vestía un reluciente traje Armani negro y una corbata de color
verde brillante. Pero lo que más destacaba era su característico tupé rubio
platinado, un peinado que muchas personas en los Países Bajos comparan con el
“nido de ratas” de Donald Trump. Wilders puede parecer tan caricaturesco como
Donald [1] pero, a diferencia de Trump, es una fuerza legítima en la política.
Durante casi una década, ha sido el líder del partido político anti- islámico
de Holanda, y usa constantemente su plataforma para denunciar no sólo a los
jihadistas violentos, sino también a todo el Islam.
Esta postura ha convertido a Wilders en un
blanco para los musulmanes radicales. Periódicamente llegan a su oficina
amenazas de muerte, por lo que verlo sentado en una silla de cuero sin
guardaespaldas, incluso detrás de tantos puestos de control, resulta un poco
inquietante. Cuando le pregunto cómo está, levanta las cejas y contesta:
“sobreviviendo.”
Esta es una respuesta comprensible para un
tipo que ha tenido que llevar un chaleco antibalas durante casi toda una década
y que ha tenido que ser llevado de una casa de seguridad a otra para evitar ser
asesinado. “No estoy en una prisión”, dice. “Pero tampoco soy
libre. No tiene por qué tenerme lástima, pero no he tenido libertad personal
durante 10 años. No puedo poner un pie fuera de mi casa o en ningún lugar del
mundo sin contar con seguridad.”
El nombre de Wilders está en la misma lista
de objetivos de Al-Qaeda que Stéphane Charbonnier, un editor que fue muerto a
tiros en el ataque jihadista contra Charlie Hebdo, la revista satírica
francesa, ocurrido a principios de este mes y que dejó 12 muertos. La masacre,
junto con los asesinatos ocurridos en un supermercado kosher de París,
constituyó un día trágico para Francia. Pero para Wilders, fue algo que no hizo
más que aumentar su atractivo. Desde el ataque, la popularidad de su Partido
Libertad ha aumentado enormemente en las encuestas nacionales. Ya era el
partido más popular de Holanda, pero si las elecciones parlamentarias de 2016 ocurrieran
hoy, él obtendría 31 de un total de 150 escaños, más del doble de su cifra
actual.
Si logra establecer la coalición adecuada,
Wilders podía convertirse en el Primer Ministro de Holanda, una posibilidad que
alguna vez fue inimaginable. Hace diez años, su propuesta de prohibir la
construcción de nuevas mezquitas en los Países Bajos fue vista como el desvarío
de un extremista insidioso que comparaba al Corán con Mi Lucha, de Adolfo
Hitler. Ahora los reporteros califican a Wilders de “populista”, y ya
no desestiman sus quejas xenófobas.
Su consolidación del poder en este país no
es un resultado previsible, pero la creciente popularidad de Wilders en Holanda
es emblemática de una tendencia más amplia: los europeos se están volviendo
cada vez más hostiles a los musulmanes nativos y a la reciente ola de
inmigrantes que cruzan sus fronteras. Los islamófobos queman mezquitas en
Suecia; decenas de miles de ellos marchan en Alemania y ceden cada vez más
control a los políticos que hablan más abiertamente contra la fe musulmana.
Wilders insiste en que su influencia recién
descubierta no le proporciona ningún placer, pero en las siguientes horas
después del ataque contra Charlie Hebdo en París, escribió en Twitter,
“Esta es la guerra” a sus 380,000 seguidores. Por guerra, me dice,
entiende una guerra contra todo el Islam. “La islamificación de nuestra
sociedad es lo que está provocando esto”, dijo, refiriéndose al ataque en
París. “Y todo está inspirado por el Corán.”
Wilders sabe que éste es su momento, su oportunidad
de agitar su dedo y decir, “Se los dije” a los políticos europeos
que, desde su punto de vista, no han tomado en serio la amenaza del terrorismo.
Como él mismo dice, “Se niegan a definir al elefante en la habitación, que
es el Islam.”
CABELLO TEÑIDO, RAÍCES OCULTAS
Wilders le dirá que es se trata de la
religión, no de las personas; que él odia al Islam, no a los musulmanes. Pero
al hablar ante una multitud en La Haya en marzo pasado, después de un exitoso
desempeño de su partido en las elecciones locales, el asunto se puso un poco
más personal. Flanqueado por dos guardaespaldas, caminó hacia un pequeño podio
mientras la canción “Eye of the Tiger” se escuchaba en un equipo de sonido
barato, provocando unas cuantas aclamaciones. “Les pregunto a todos
ustedes”, dijo, señalando con el dedo a la multitud, “¿quieren más o
menos marroquíes en esta ciudad y en todos los Países Bajos?” Su público
coreó regocijado, “¡Menos! ¡Menos! ¡Menos!, a lo que Wilders respondió con
una sonrisa, “Entonces, vamos a arreglarlo.”
Estos comentarios hicieron que Wilders fuera
comparado con Joseph Goebbels, el ministro de propaganda nazi que en 1943
preguntó a una multitud de alemanes si estaban listos para la guerra total, y
por supuesto, su respuesta fue afirmativa. Poco después de que Wilders hablara
ante esta esa multitud, un fiscal local presentó cargos contra él por
pronunciar un discurso de odio. Deberá enfrentar un juicio este año.
Wilders insiste en que no hizo nada malo ni
dijo nada nuevo aquel día. La plataforma oficial de su partido defiende
implícitamente la idea de “menos marroquíes” en los Países Bajos al
detener la migración proveniente de los países islámicos, promover un éxodo
voluntario de los musulmanes (de vuelta a su tierra natal) y expulsar a los
marroquíes que cometan crímenes en territorio holandés. “Ochenta por
ciento de los jihadistas holandeses que van a Siria son marroquíes”, dice.
(Otros expertos piensan que la cifra es ligeramente menor.) “Tenemos un
enorme problema con los marroquíes; todo el mundo lo ha sabido durante 10
años.”
Este tipo de retórica racial hace que
Wilders sea comparado frecuentemente con los fascistas, pero no se deja
intimidar. “La mayor enfermedad que hemos enfrentado en Europa en las
últimas décadas es el relativismo cultural, la idea de los liberales y
políticos izquierdistas de que todas las culturas son iguales. No lo son”,
me dijo. “Nuestra cultura, que se basa en el cristianismo, el humanismo y
el judaísmo, es una mejor cultura. No arreglamos las cosas mediante la violencia…
Bueno, a veces lo hacemos, pero principalmente no es así. El relativismo
cultural ha hecho las cosas de tal manera que las personas ya no saben quiénes
son.”
¿Y quién es Wilders? Nacido en 1963 en
Venlo, un pueblo del sureste de Holanda a 100 millas de Ámsterdam, es el más
joven de cuatro hijos. Fue criado en la religión católica romana, pero desde
entonces dejó la Iglesia y se define a sí mismo como agnóstico. Hijo del
director de una compañía de impresión, Wilders estudió en la Universidad Abierta
de los Países Bajos y viajó por todo Israel y el mundo árabe durante y después
de su servicio militar obligatorio en el Ejército holandés.
A los 17 años, vivió en valle del Jordán, a
pocas millas de Jericó, y aunque era “un adolescente, más interesado en
las chicas y en la cervezas israelíes”, decidió que los países islámicos
eran disfuncionales y violentos, y empezó a considerar a los inmigrantes
musulmanes en Europa como una fuerza destructora. “No estoy contra la
inmigración porque crea que todos los inmigrantes son malas personas”,
dice. “Pero traen consigo una cultura que no es nuestra. El Islam no
existe para integrar, sino para dominar.”
Conforme Wilders crecía, encontró nuevas
razones para odiar al Islam. En la década de 1990, se aventuró en la política
como redactor de discursos para el Partido Liberal Holandés de centroderecha,
bajo la tutela de Frits Bolkestein, el líder del partido y franco adversario de
la inmigración masiva. Wilders fue electo como miembro del Consejo de la Ciudad
de Utrecht en 1997 y se convirtió en miembro del Parlamento un año después. En
Utrecht, sólo podía vivir en Canal Islands, el vecindario más pobre (y de
mayoría musulmana) de la ciudad.
También en ese entonces se oponía
abiertamente al Islam, y sus vecinos lo sabían. Todos los días después del
trabajo, dice, aparcaba a dos calles de su apartamento y se iba a casa
caminando, esperando evitar que su automóvil fuera destrozado. A menudo, dice,
esa caminata se convertía en una desesperada carrera, cuando los musulmanes lo
reconocían y lo perseguían. Una vez, en el centro de Utrecht, “terroristas
callejeros” musulmanes lo rociaron con gas pimienta, le escupieron en los
ojos y le robaron su dinero y su pasaporte, dice.
“Soy un político electo”, dice.
“Si usted no está de acuerdo conmigo, vote por otra persona. ¿Qué he
hecho, aparte de expresar mis opiniones?”
A pesar de lo que me dijo acerca de la época
que pasó en Israel y Utrecht, algunos críticos dicen que la antipatía de
Wilders contra el Islam es más profunda. La antropóloga holandesa Lizzy van
Leeuwen ha investigado los orígenes de la filosofía política de Wilders desde
2009, mientras trabajaba en un libro sobre la historia colonial de Holanda.
Ella descubrió algo de material en los archivos nacionales y publicó un
artículo a finales de ese año en el que reveló un secreto que Wilders había
mantenido fuera de la mirada pública durante mucho tiempo: sus raíces
indonesias. Van Leeuwen afirma que ella también es de sangre mestiza, y que
siempre se sintió perpleja porque su madre apoyaba a Wilders y su postura
anti-Islam. Al final de la era colonial, los holandeses fueron expulsados de
las Indias por los musulmanes, y muchos de ellos se asentaron en lugares como
los Países Bajos, por lo que van Leeuwen sintió una gran curiosidad cuando
descubrió la herencia indonesia de Wilders.
“Existe mucha amargura entre estas antiguas
generaciones de emigrantes coloniales”, dice. “Esa es la razón por la
que Geert Wilders es un héroe para ellas. Sabe por qué las personas no se
sienten cómodas en esta sociedad de grupos de migrantes.”
La madre de van Leeuwen esconde los libros
de Wilders cuando su hija va a visitarla, pero es una de las muchas personas
con herencia indonesia que llaman “Branie” a Wilders, un término
indonesio que designa a un hombre atrevido y con las agallas para decir lo que
piensa. “Fueron expulsados de su hermoso paraíso bajo el sol”, me
dijo la investigadora. “Ahora, he aquí a este tipo que también lo dice,
después de que todos se han mantenido callados durante 50 años, y se ha
convertido en su héroe.”
Van Leeuwen descubrió que el abuelo de
Wilders era un burócrata de alto rango en la colonia holandesa de Indonesia.
Ella afirma que Johan Ording se fue a la bancarrota varias veces en las Indias.
Fue despedido mientras estaba de vacaciones en Holanda en 1934, se le advirtió
que no regresara a la colonia y posteriormente se le negó una pensión.
Empantanado en la pobreza, él y su familia fueron obligados a volver a los
Países Bajos en medio de un crudo invierno holandés.
“Alguien podría decir que tratar de unir
estas cosas no es más que psicología barata, pero pienso que esto tiene
importancia para alguien como Geert Wilders”, dice Van Leeuwen. “Está
perdido.”
En cierto sentido, dice Van Leeuwen,
independientemente de si Wilders lo cree o no, él culpa a los musulmanes por lo
que le pasó a su familia y busca una retribución. “Quiere volver a la
forma en la que se trazaron las fronteras antes de la guerra. Antes de la
descolonización”, dice, refiriéndose al período antes de que Indonesia
proclamara su independencia, cuando todavía era una colonia holandesa llamada
Indias Neerlandesas. “Alguna vez tuvo planes serios para devolver partes
de Bélgica a la Holanda ‘más grande’.” Ella afirma que el político se
tiene el cabello para disfrazar sus raíces indonesias.
Wilders ha respondido sólo una vez a las
conclusiones de van Leeuwen, en una entrevista televisiva, diciendo que sus
ideas acerca de él fueron “tergiversadas “, e insiste en que no busca
venganza contra nadie. Pero mientras gesticula enfáticamente desde la seguridad
de esta oficina fortificada un día después de la trágica masacre en París,
resulta claro que Wilders no está ni siquiera un poco triste. Está encendido.
EL AMO DEL TEFLÓN DE HOLANDA
En noviembre de 2004, el cineasta holandés
Theo van Gogh iba en bicicleta a su trabajo en el centro de Ámsterdam cuando un
marroquí nacido en Holanda llamado Mohammed Bouyeri lo atacó, disparándole en
una ocasión y apuñalándolo varias veces. Con un gran esfuerzo, el cineasta logró
cruzar la calle, y Bouyeri lo siguió, disparándole y apuñalándolo otra vez
antes de cortarle la garganta con un cuchillo de carnicero; después le clavó
una nota en el pecho con el cuchillo. El atacante huyó a pie, pero finalmente
fue arrestado y enviado a prisión.
Van Gogh había recibido amenazas de muerte
desde que firmó una película anti-Islam titulada “Submission” (Sumisión). Pero
no era el único enemigo de los extremistas musulmanes en Holanda. Su socia en
la película, la legisladora somalí étnica Ayaan Hirsi Ali, también recibió
amenazas de muerte, al igual que un político en ascenso con el que colaboró en
2003 en una carta en la que pugnaba por una “jihad liberal” contra el
radicalismo islámico: ese político era Wilders. Pocos meses después, atacantes
con granadas en mano sitiaron durante una hora un edificio en La Haya, en un
intento de asesinar a Wilders y a Ali.
Desde entonces, Wilders y su esposa nacida
en Hungría, ex diplomática ante los Países Bajos, han vivido constantemente
bajo vigilancia, protegidos en una casa de seguridad con una habitación de
pánico y trasladándose siempre en un vehículo blindado de la policía. Cuando me
reuní con él en el Binnenhof, no supe si aún llevaba un chaleco antibalas. Pero
su oficina está colocada estratégicamente en lo profundo del edificio del
parlamento, por lo que un posible atacante solamente podría llegar a ella desde
un solo corredor. Más allá de eso, Wilders no hace ningún comentario acerca de
lo que incluyen sus medidas de seguridad. “Eso sólo me haría más
vulnerable”, dice. “A veces [la seguridad es] mayor, a veces es
menor. Ahora, ciertamente no es menor.”
Es difícil saber en qué medida afectó ese
ataque la política de Wilders, pero sin duda, fue un factor importante. De 2000
a 2006, se movió cada vez más a la derecha, pugnando por prohibir el uso en
público de los pañuelos para cubrirse la cabeza y la venta del Corán en
general. Un año después, salió de su partido más convencional debido a que éste
apoyaba la entrada de Turquía en la Unión Europea y formó el Partido Libertad,
que sorprendió al país al obtener nueve de los 150 escaños en el Parlamento.
“Trate de imaginar ser atacado por un
grupo de personas con una motivación ideológica o religiosa”, señala
Meindert Fennema, especialista en ciencias políticas de la Universidad de
Ámsterdam. “Las personas tienden a subestimar el hecho de que él está
permanentemente bajo protección.”
El ascenso de Wilders ha continuado durante
los últimos nueve años, y mientras apuntalaba su poder político, también logró
dominar el arte de la manipulación de los medios. En 2008, publicó en línea una
película de 17 minutos llamada “Fitna”, en la que usó pasajes del
Corán y declaraciones de musulmanes radicales para promover una imagen negativa
del Islam. Al año siguiente, el gobierno británico le prohibió a Wilders
visitar el Reino Unido para exhibir su película, y los fiscales de Holanda lo
acusaron de incitar el odio y la discriminación (más tarde, un tribunal
holandés desestimó los cargos). La película y su prohibición llegaron a los
titulares de muchos diarios de todo el mundo. En 2010, en el que es quizás fue
su ardid publicitario más conocido, Wilders visitó la Zona Cero de Nueva York,
en el aniversario de los ataques del 11 de septiembre, y luego habló en un mitin
contra la construcción de un centro comunitario islámico cerca del sitio.
“Definitivamente, está usando a los medios
de comunicación”, señala Anno Bunnik, Doctor de la Universidad Liverpool
Hope en el Reino Unido, especializado en política, extremismo e inteligencia en
el Medio Oriente. “Sus posturas provocan tanta división… Algunas personas
dicen, ‘Sí, este tipo tiene razón’, mientras que para otras es una amenaza
total, y se toma en cuenta automáticamente casi todo lo que él dice.”
“LA LUCHA CONTRA EL ISLAM NO TIENE
FRONTERAS”
A pesar de todos sus ardides, Wilders
también deben su éxito a un tipo de islamofobia matizado, al estilo del Partido
del Té estadounidense. Es el primer político anti-Islam en Europa sin
antecedentes nacionalistas o de extrema derecha, dice Fennema. Es liberal en
temas como los derechos de los homosexuales, lo que lo hace atractivo para un
grupo más amplio de europeos y le ayuda a aliarse a una legión en ciernes de
políticos que critican al Islam.
En los últimos años, políticos de ambos
lados del espectro han utilizado la islamofobia como una táctica de
convocatoria. En Francia, el partido Frente Nacional de Marine Le Pen es ahora
el tercero más grande de ese país [2]. En Dinamarca, el Partido Popular Danés
trabaja activamente para prevenir una “sociedad multiétnica”
cabildeando contra la inmigración. En una forma no muy distinta a la del
Partido del Té y del movimiento Occupy Wall Street de Estados Unidos, esta
nueva clase de “populistas” critica a la élite política y cree que el
gobierno ya no escucha al pueblo. Los expertos dicen que esta combinación de
populismo y nativismo es productiva porque proporciona un objetivo a los
crecientes temores sobre la globalización: el inmigrante que les quita el
empleo a los nativos y que quizás sea un terrorista, y el político establecido
que le da refugio.
En el pasado, Wilders trató de distanciarse
del movimiento nativista de Europa y enfocó su cólera en el Islam, señala
Matthijs Rooduijn, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de
Ámsterdam. Pero en 2013, decidió establecer una alianza con Le Pen en un
intento de improvisar una coalición para influir en el Parlamento Europeo.
Wilder dice estar convencido de que si no se
hace algo para detener la difusión del Islam en todo el Occidente, nuestro
estilo de vida desaparecerá y todos viviremos en barrios pobres controlados por
musulmanes [4] [5] [6] [3], y seremos atacados debido a nuestro cristianismo y
nuestro amor por la libertad de expresión. Para demostrarlo, Wilders suele
llevar a políticos de todas partes del mundo a recorrer vecindarios de mayoría
musulmana en los Países Bajos, ofreciéndoles una vislumbre de su futuro si no
se imponen sobre el Islam.
A pesar de su antipatía hacia los
musulmanes, Wilders ha dejado claro que no está a favor de ningún tipo de
violencia, e insiste en que no es responsable de los ataques contra los
seguidores del Islam que sean pacíficos y respetuosos de la ley. “Si usted
le prende fuego a una mezquita, usted es un criminal y espero que vaya a la
cárcel por muchos años”, dice. “Debemos ser tolerantes con las
personas que son tolerantes con nosotros. Debemos ser intolerantes con las
personas que son intolerantes con nosotros.”
¿Cómo detener la intolerancia? Wilders tiene
algunas ideas: detener inmediatamente la inmigración proveniente de países
islámicos, permitir que cualquier persona que desee salir de los Países Bajos
para hacer la jihad lo haga, y retirarse del acuerdo con otros 25 países
europeos que permite que los viajeros pasen libremente de una nación a otra. Es
difícil decir si estas propuestas tienen mayores probabilidades de adquirir
impulso después del ataque contra Charlie Hebdo. Su partido ha tenido un buen
desempeño en las encuestas de opinión pública en los últimos 10 años, pero eso
no siempre se ha traducido en ganancias en el parlamento. Incluso si su partido
logra asegurar los mayores bloques de escaños en las próximas elecciones, él
tendría que convencer a otro grupo de formar una coalición para adquirir un
verdadero impulso. Y dado que sus puntos de vista son tan extremos, esto sería
improbable, de acuerdo con la mayoría de los observadores políticos del país.
“Otros partidos han dicho, ‘No lo tocamos,
ni siquiera si es el más grande’”, reconoce Wilders. “Pero creo que
cualquier cosa es posible.”
No todos están tan seguros de que Wilders
seguirá teniendo un público tan grande. Aparentemente, los ataques en París
pueden darle una oportunidad fácil de demostrar su punto de vista, pero van
Leeuwen espera que el pavoneo de Wilders le resulte contraproducente, que las
personas lo vean como un intento barato de obtener el poder sobre los cuerpos
de los periodistas asesinados. “Hablar como él lo hace en este momento
conlleva un riesgo”, dice. “Es demasiado obvio, demasiado fácil decir
que todos los musulmanes son extremistas y terroristas. Demasiadas personas
verán más allá de eso. Debe tener mucho cuidado.”
De hecho, muchas personas piensan que su
estado en La Haya es cada vez más secundario, que su tribuna de expresión
podría eclipsar su trabajo diurno. Su fama y la atención que recibe cuando
habla contra el Islam y los inmigrantes podrían tener un impacto mucho mayor en
el debate actual sobre la inmigración en el país. Esta puede ser la razón por
la que se muestra tan ansioso de que comience su juicio por pronunciar un
discurso de odio, por la que concedió varias entrevistas inmediatamente después
de los ataques de París y por la que planea viajar a Australia, según él, para
ayudar a los derechistas de ese país a poner en marcha un partido político
inspirado en el Partido Libertad.
“Cuanto más famoso se vuelve”, dice
Rooduijn, “tanto menos necesita ser un político.”
Wilders lleva su mensaje a todo el mundo.
“Esta no es una lucha nacional”, dice. “La lucha contra el Islam
no tiene fronteras. La guerra no tiene fronteras. La lucha por la libertad no
fronteras.”
Mientras Wilders me acompaña afuera de su
oficina, observo el retrato de tamaño natural de Winston Churchill que cuelga
sobre la pared. Churchill es uno de los ídolos de Wilders, principalmente
debido a su crítica del Islam. Cerca de esta pintura, se encuentra otra figura
que Wilders admira claramente. Es una escultura pequeña y caricaturesca dentro
de una caja de acrílico, un obsequio de algunos de sus colegas después de una
victoria electoral reciente. La escultura es de sí mismo.