A dos días del evento más sangriento, de los 250 tiroteos múltiples que han ocurrido en los Estados Unidos en lo que va del año, en las calles de El Paso, Texas, se sigue respirando tristeza y luto, luego de que un joven de 21 años abriera fuego en contra de los asistentes a una tienda departamental, Walmart, matando a 22 personas y dejando lesionados a otros 24.
Carolina Villegas, aguascalentense radicada en El Paso desde hace dos años, vive a sólo siete minutos del Centro Comercial Cielo Vista, área en donde ocurrió la masacre, y justo este lunes tenía una entrevista de trabajo para ingresar a laborar a la tienda Walmart, pero debido a la psicosis que se vive en la ciudad.
“El centro comercial en donde ocurrió esto es el más popular en El Paso, mi casa está a siete minutos en coche de ahí, está muy cerca, es el centro comercial al que más íbamos a divertirnos o a comprar cualquier cosa. De hecho yo apliqué para ingresar a laborar a esa tienda Walmart y al Sams Club que está al lado y tenía hoy la entrevista de trabajo, pero la cancelé porque no quiero estar por allá”.
El tiroteo de la mañana del sábado irrumpió con la tranquilidad acostumbrada para los habitantes de El Paso, ciudad en donde el 85% de la población es hispanoamericana.
“Hay una disminución muy grande de las personas que están en la calle, sólo están en la calle las personas que forzosamente tienen que estar, no existe el tráfico que hay regularmente; el centro comercial en donde ocurrió esto sigue cerrado y sus alrededores también, hay otros Walmart que siguen cerrados”, dijo.
Al momento del ataque, los servicios de emergencias enviaron alertas a los habitantes a través de sus teléfonos celulares, para evitar que salieran de sus viviendas y acudieran a espacios públicos, ante la incertidumbre que pudieran haber ataques en otros puntos de forma simultánea, señala Carolina.
“La policía llamó a todos los teléfonos correspondientes al área 915, es decir, todos los de El Paso, para pedirles que se quedaran adentro de donde nos encontrábamos porque se estaba realizando un mega operativo, porque tenían entendido que había más de un tirador y que eran varias locaciones en donde iban a pretender lastimar a más personas”.
Tras lo sucedido, la vigilancia policíaca se ha incrementado, incluso con elementos del Ejército, a fin de devolver la tranquilidad a los habitantes y que de a poco retomen sus actividades cotidianas.
Por otra parte, la ayuda y solidaridad se ha volcado para las víctimas y sus familiares. Al día de hoy, los bancos de sangre se encuentran copados de personas intentando donar para ayudar a los afectados. Asimismo, se han dispuesto espacios para brindar alimentos a los familiares afuera de los hospitales en donde se encuentran las personas lesionadas.
“A pesar de la tristeza, ahorita la gente se está solidarizando y eso te hace sentir parte de la comunidad; hay tantas personas que quieren donar sangre, que los han tenido que regresar a sus casas porque están a full, completamente. Han abierto fundaciones para hacer donaciones económicas para las personas que fallecieron y para las que aún están en hospitales”.
El responsable del atentado es Patrick Crusius, joven de 21 años que portaba un panfleto en el que externaba la preocupación de que “los hispanos tomaran el control del poder de los Estados Unidos”, siendo la discriminación y supremacía racial dos problemas en aumento en los Estados Unidos.
“Ha ido en aumento el número de personas blancas que tienen como un resentimiento porque son blancos pero son pobres, y ellos sienten que merecen toda la ayuda de este país, y nadie más debería tener ayuda, por ejemplo hay unas estampillas de alimentación para las personas de bajos ingresos, entonces hay veces que hay personas blancas que no son beneficiados, y en su lugar se entregan estos apoyos a personas latinas”, señala Carolina.
En el atentado, murió Adolfo Cerros Hernández, ciudadano originario de Aguascalientes y radicado en Ciudad Juárez, Chihuahua según informó la Secretaría de Relaciones Exteriores.