Los terremotos en California son inevitables desde el punto de vista geológico. Este Estado se encuentra en medio de las placas tectónicas de América del Norte y del Pacífico, y está cruzado por la falla de San Andrés y otros sistemas activos de fallas.
El terremoto de 7.9 grados de magnitud que sacudió la isla de Kodiak en Alaska el 23 de enero de 2018, no fue más que un recordatorio de la intensa actividad sísmica a lo largo de la Cuenca del Pacífico.
Los trágicos terremotos que ocurrieron en 2017 cerca de la frontera entre Irán e Irak y en el centro de México, con magnitudes de 7.3 y 7.1 grados, respectivamente, se encuentran dentro del intervalo de magnitudes con una alta probabilidad de ocurrir en partes densamente pobladas de California durante las próximas décadas.
La situación sísmica en California es, realmente, más grave de lo que creen las personas que no son sismólogas.
Aunque muchos californianos pueden recordar haber experimentado un terremoto, la mayoría de ellos nunca han sufrido personalmente uno de gran magnitud. En relación con los sismos importantes, con una magnitud de 7 grados o más, California se encuentra realmente en una “sequía” sísmica.
Actualmente, varios segmentos de la expansiva falla de San Andrés se encuentran lo suficientemente tensos como para producir sismos de gran magnitud y de alta destructividad.
La buena noticia es que la preparación ante los sismos forma parte de la cultura de ese estado, y la ciencia relacionada con los terremotos está avanzando; ésta incluye muchas simulaciones mejoradas de los efectos de un terremoto de gran magnitud y el desarrollo de un sistema de alerta temprana para la Costa del Pacífico.
El último de los grandes
California ocupa un lugar central en la historia de la sismología.
El terremoto de San Francisco, ocurrido el 18 de abril de 1906 (magnitud: 7.8) fue fundamental tanto para tomar conciencia ante el riesgo de terremotos como para el desarrollo de la sismología, lo cual incluye el conocimiento fundamental de que los terremotos surgen de fallas que se fracturan y se deslizan abruptamente.
La falla de San Andrés se deslizó hasta 6 metros con este terremoto.
Aunque el daño producido por el sismo fue grave en muchas partes a lo largo de la fractura de la falla, de cerca de 500 km, en realidad, gran parte de la ciudad de San Francisco fue destruida por los incendios subsecuentes, debidos al gran número de puntos de ignición y al colapso de los servicios de emergencia. Esa situación aún pone nerviosos a los planificadores de las respuestas ante un terremoto.
Esto sería lo que ocurriría si un terremoto de gran magnitud sacudiera a la ciudad de Los Ángeles en la temporada de incendios.
Ciencia sísmica
Actualmente, cuando ocurre un terremoto de gran magnitud en cualquier parte del planeta, las modernas redes globales sismográficas y los protocolos de respuesta rápida permiten que los científicos, los encargados de los servicios de emergencia y el público en general puedan evaluarlo rápidamente, generalmente en 10 minutos o menos, incluyendo su localización, el movimiento del terreno, además de realizar un cálculo aproximado del número de víctimas y de pérdidas de propiedad.
Al estudiar la acumulación de tensión a lo largo de las fallas diagramadas, el historial anterior de terremotos y otros datos y modelos, podemos pronosticar la probabilidad y la magnitud de los terremotos en periodos prolongados de tiempo, en California y en cualquier otro lugar.
Sin embargo, la interacción de tensión y fallas en la Tierra es aterradoramente caótica. E incluso con los continuos avances en la investigación básica y los estudios cada vez mejores de datos, de laboratorio y de carácter teórico, aún no se conoce ningún fenómeno precursor confiable y universal que indique que es posible pronosticar la hora, la ubicación y la magnitud de algún terremoto de gran intensidad.
Por esta razón, los terremotos de gran magnitud ocurren generalmente sin ningún aviso, y para mitigar el riesgo, se requiere una constante preparación y la asignación de recursos. Esto plantea graves riesgos, ya que las ciudades y naciones pueden prosperar durante muchas décadas o más sin experimentar ningún terremoto de gran magnitud.
La “sequía” de terremotos de California
El terremoto de San Francisco de 1906 ha sido el último sismo de más de 7 grados que ha ocurrido en el sistema de la falla de San Andrés.
Los movimientos inexorables de las placas tectónicas indican que, cada año, distintos ramales del sistema de la falla acumulan tensiones que corresponden a un deslizamiento sísmico que puede ir desde unos milímetros hasta varios centímetros. Al final, estas tensiones se liberarán de repente en forma de terremotos.
Sin embargo, la parte centro-sur de la falla de San Andrés no se ha deslizado desde 1857, y el segmento más al sur podría no haberse fracturado desde 1680. La altamente urbanizada zona de Hayward Fault en la región de la Bahía Occidental no ha generado ningún terremoto de gran magnitud desde 1868.
Reflexionando sobre este déficit, el Pronóstico de Ruptura Uniforme de Terremotos en California calcula que hay una probabilidad de 93 por ciento de que ocurra un terremoto de 7 grados o más en la región de California para 2045, con las más altas probabilidades de presentarse a lo largo del sistema de la falla de San Andrés.
¿Puede California hacer más?
La población de California ha aumentado más de 20 veces desde el terremoto de 1906, y actualmente es de cerca de 40 millones de personas. Muchos residentes y todos los encargados del manejo de emergencias del Estado participan activamente en la preparación y la planificación ante un terremoto. Estas preparaciones se encuentran entre las más avanzadas del mundo.
Para el público en general, las preparaciones comprenden la participación en simulacros como el denominado Great California Shakeout (la gran sacudida de California), que se lleva a cabo cada año desde 2008, así como la preparación para terremotos y otros desastres naturales con kits de prevención en el hogar y en el auto, así como planes familiares en casos de desastre.
Ningún terremoto ocurrido en California desde el sismo de 1933 en Long Beach (6.4 grados) ha cobrado más de 100 víctimas mortales.
Los terremotos de 1971 (San Fernando, 6.7 grados), de 1989 (Loma Prieta, 6.9 grados), 1994 (Northridge, 6.7 grados),y 2014 (South Napa, 6.0 grados) causaron, cada uno, más de 1,000 millones de dólares en daños a propiedades, pero, notablemente, las víctimas mortales de cada sismo fueron de unas cuantas docenas de personas o menos.
La implementación sólida y proactiva de códigos de construcción en los que se tomen en cuenta las condiciones sísmicas, así como otras preparaciones y planificaciones de emergencia en California, salvaron muchas vidas en estos terremotos de mediana intensidad.
Cualquiera de ellos pudo haber sido desastroso de haber ocurrido en una nación menos preparada.
Sin embargo, la infraestructura, la planificación de respuesta y la preparación general que existen en California, sin duda serán puestas a prueba cuando los inevitables y muy retrasados “grandes terremotos” ocurran a lo largo del sistema de la falla de San Andrés.
Es difícil pronosticar el daño final y el número de víctimas, ya que esto depende de la gravedad de los riesgos asociados, como las avalanchas y los incendios.
Actualmente, varias naciones y regiones han creado o están desarrollando sistemas de alerta temprana ante terremotos, en los que se utiliza la detección temprana del movimiento cerca del sitio donde se origina un terremoto para alertar a las poblaciones más lejanas antes de que se produzca un movimiento sísmico fuerte.
Esto permite poner en marcha respuestas rápidas que pueden reducir el daño a la infraestructura. Dichos sistemas proporcionan un tiempo de advertencia de varios segundos en las circunstancias más favorables, pero es probable que este tiempo de advertencia sea más corto en el caso de muchos terremotos en California.
Actualmente, hay sistemas de alerta temprana en Japón, Taiwán, México y Rumanía. En este momento, se desarrollan sistemas en California y el Noreste del Pacífico, donde están en operación versiones anteriores. El sistema de alerta sísmica no es, de ninguna manera, una panacea para salvar vidas y propiedades, pero representa un importante paso para mejorar la seguridad y la conciencia ante los terremotos a lo largo de la Costa Oeste.
El manejo de los riesgos relacionados con los terremotos exige un sistema resistente de conciencia social, educación y comunicaciones, junto con respuestas efectivas a corto y a largo plazo, implementadas dentro de un entorno óptimamente seguro. Mientras California se prepara para los grandes terremotos después de una pausa de más de un siglo, el reloj sigue su marcha.
Richard Aster es catedrático de geofísica de la Universidad Estatal de Colorado
Este artículo está reproducido de The Conversation bajo una licencia del artículo original.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek