En la época en donde el teléfono inteligente y la tecnología controlan la vida de las personas, diversos estudios han determinado que el uso excesivo de las pantallas a temprana edad puede afectar la corteza prefrontal y retrasar el lenguaje y la integración sensorial en los niños.
Es innegable que la transición al mundo digital trae consigo muchos beneficios que facilitan la vida diaria, pero la dependencia del teléfono y los dispositivos electrónicos también acarrea efectos negativos y los niños son una de las poblaciones más afectadas por este mundo de pantallas e inmediatez.
En México, 50 por ciento de las niñas y niños de entre 6 y 11 años son usuarios activos de internet. Según el Instituto Federal de Telecomunicaciones, el uso de las redes sociales entre los menores de edad pasó de 39 por ciento en 2017 a 69 por ciento en 2022.
Este incremento no es aleatorio, pues en los dispositivos móviles los menores encuentran dosis de dopamina ilimitada que los mantiene entretenidos y reducen su interacción con el mundo exterior.
El problema radica en que, durante los primeros años de vida, el cerebro de los niños está en formación. Una de las zonas más sensibles a los factores externos es la corteza prefrontal, vinculada con la toma de decisiones, la concentración, memoria operativa, la autorregulación emocional y la inhibición de impulsos.
Según el Instituto de Neurociencias Aplicadas, la exposición temprana y excesiva a las pantallas puede ocasionar un lento desarrollo de la corteza prefrontal y, con ello, aumentar el riesgo de presentar conductas impulsivas y adictivas, así como disminuir la capacidad de tomar decisiones.
OTRAS AFECTACIONES DEL TELÉFONO EN EL DESARROLLO DE LOS NIÑOS
La hiperestimulación es otro factor problemático de la dependencia digital, pues ha afectado la concentración en personas de todas las edades. En el caso de los menores puede destruirla por completo.
Desarrollar la concentración es un proceso que requiere voluntad y conciencia por parte de los niños y niñas, quienes, al interactuar con contenidos que no implican ningún esfuerzo, tienden a ver la concentración como algo tedioso y prefieren la estimulación de juegos, videos, entre otros contenidos que obtienen tras una pantalla.
Si bien los menores sobreestimulados tienden a desarrollar la imaginación y las emociones de manera intensa, también pueden perder habilidades cognitivas importantes, como el análisis y la capacidad crítica.
La memoria también es afectada, pues un teléfono inteligente impide que el cerebro trabaje para obtener información, por lo que un uso excesivo puede ocasionar la incapacidad de retener el conocimiento, aspecto que en los niños puede interferir con su rendimiento académico y el aprendizaje.
El desarrollo del lenguaje es otra capacidad en riesgo, pues al reducir las interacciones verbales a temprana edad, los menores pueden sufrir un retraso en la capacidad de expresarse verbalmente, así como tener afectaciones en la comprensión y la interacción cara a cara.
La clave para que las pantallas no generen alteraciones severas en el desarrollo cognitivo de las niñas y niños es la responsabilidad. La Academia Americana de Pediatría señala que los bebés de 0 a dos años no deben tener ningún contacto con dispositivos portátiles.
En tanto, para los menores de tres a cinco años el uso de estos dispositivos debe limitarse a una hora al día como máximo. Mientras, los de seis a 18 años, máximo a dos horas por día. N