En este mes de abril, hace 30 años, África vivió dos acontecimientos trascendentes que deben recordarse: la masacre de Ruanda y la elección de Nelson Mandela como presidente de Sudáfrica.
La masacre de Ruanda tuvo sus raíces en el legado de las decisiones de las potencias coloniales de crear Estados africanos a partir de sus territorios y no siguiendo líneas tribales. Ruanda, compuesta tanto por hutus como por tutsis, recibió su independencia de una Bélgica convencida de que la minoría tutsi era mejor que la hutu, y creó instituciones que dejaban a los tutsis el control del gobierno. En 1959, los hutus se rebelaron y más de 150,000 tutsis huyeron al vecino Burundi.
Cuando el presidente ruandés Juvénal Habyarimana fue asesinado, el 6 de abril de 1994, se acusó a los tutsis, y los hutus reaccionaron masacrando a casi un millón de tutsis y hutus moderados. El Frente Patriótico Ruandés tutsi, bajo el mando del ahora presidente Paul Kagame, invadió entonces Ruanda desde su base en Uganda y se hizo con el control del país.
Desde 2000, el presidente Kagame ha dotado a Ruanda de un gobierno autocrático, pero con visión de futuro. Su administración ha creado un centro tecnológico para África, un país pacífico donde el crecimiento económico es una realidad, los servicios de educación y sanidad son al parecer excelentes, y sus ciudades son limpias y modernas.
RUANDA, UN MODELO PARA ÁFRICA
Según la Unidad Económica Ruandesa del Banco Mundial, Ruanda ha logrado controlar la inflación, gestionar déficits comerciales crecientes y garantizar prudencia fiscal, desplegando así un sólido sector financiero. A pesar de la depreciación del franco ruandés, se ha mantenido la responsabilidad fiscal, con estrategias prudentes. El sector bancario también ha permanecido estable y rentable, contribuyendo a la fortaleza económica.
Ruanda parece ser un modelo para otros estados de África en el sentido de que las inversiones bien gestionadas en educación, tecnología y sanidad pueden producir dividendos; aunque autoritario, el gobierno proporciona seguridad en un país donde hace 30 años cientos de miles de personas fueron vilmente asesinadas a hachazos, y la sangre corría por las calles. El gobierno de Kagame ha dado a los ruandeses una vida digna y segura.
Pasemos ahora a Sudáfrica. En abril de 1994 tuve el privilegio de acompañar a la entonces secretaria de Asuntos Exteriores, Christine Stewart, a Sudáfrica, como vocero de ella y de la Misión de Observadores Canadienses en las Elecciones.
Era la primera vez que se permitía a todos los sudafricanos elegir a su gobierno sin las restricciones del apartheid. Recuerdo que acompañé a votar al chofer negro de nuestro embajador. Salió de la casilla con lágrimas en el rostro, diciendo que por primera vez en su vida se sentía como un ser humano en su propio país.
NELSON MANDELA, EL HÉROE ANTIAPARTHEID
El resultado de estas elecciones libres y justas se conocía de antemano: el héroe antiapartheid Nelson Mandela iba a ganar con seguridad. Demócrata en todos los sentidos, su sueño no era vengarse de la antigua clase dirigente blanca, sino crear la “nación arcoíris”, donde todos fueran libres e iguales y se respetaran sus derechos.
Lo veía como el único camino hacia una Sudáfrica pacífica. Su objetivo era evitar la violencia y el derramamiento de sangre que otros países africanos habían sufrido tras la independencia.
Mandela gobernó como un presidente sabio y justo, respetado y admirado en su país y en el extranjero, al tiempo que deseaba que Sudáfrica prosperara en paz y libertad. Incorporó a los blancos a su gobierno, acogió a las empresas en un diálogo que sigue activo hasta hoy y aplicó una política exterior bien pensada.
Por desgracia, sus sucesores no han sido cortados con la misma tijera. Una serie de presidentes mediocres ha permitido que la corrupción se extienda sin control, que la delincuencia violenta alcance niveles estratosféricos y que la infraestructura se deteriore hasta el punto de que haya apagones diarios y los habitantes de Johannesburgo tengan que hacer cola para conseguir agua.
¿CÓMO ESTÁ ÁFRICA DESPUÉS DE 30 AÑOS?
En una encuesta internacional publicada a principios de año por la consultora estadounidense Edelman, los sudafricanos afirmaron confiar más en las empresas que en el gobierno, los medios de comunicación o las ONG. De hecho, la diferencia de 40 puntos porcentuales entre la confianza expresada en las empresas (62 por ciento) y en el gobierno (20 por ciento) era mayor que en cualquiera de los otros 27 países encuestados.
En estas circunstancias, se espera que el Congreso Nacional Africano (CNA), en el poder, gane las elecciones a finales de este año. Sin embargo, un ejecutivo de alto rango citado en The Economist señaló que “puedes poner paneles solares en tu techo, vivir en un complejo residencial cerrado, tener seguridad privada y ser dueño de una casa para vacacionar. Pero si 90 por ciento de la población está sufriendo, ¿cómo es eso sostenible?
Así, 30 años después, estos dos grandes acontecimientos en África muestran dos resultados diferentes: uno positivo y otro lamentable. Tanto Kagame como Mandela han tenido su visión de hacia dónde deberían ir sus respectivos países. Aunque Mandela fue un gigante entre los líderes, por desgracia su visión ha fracasado. Y aunque Kagame puede ser considerado antidemocrático, su visión de una Ruanda próspera y pacífica prevalece.
¿Qué modelo de liderazgo es mejor? El tiempo lo dirá. N
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Eduardo del Buey es diplomático, internacionalista, catedrático y experto en comunicaciones internacionales. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.