L os antipropósitos no es un concepto común, sin embargo, en los últimos años han ido ganando popularidad, pues hacen referencia a aquellas acciones y planificaciones concretas destinadas a abandonar un hábito concreto o una rutina que no produce satisfacción a la persona. Empero, no hay una definición estipulada.
“Un antipropósito no es otra cosa que un propósito que una persona se hace a sí misma con licencia para incumplirlo. Se podría considerar el antipropósito como el propósito de dejar de hacer algo que venimos haciendo toda la vida, sin saber ni por qué ni para qué, pero que no nos resulta gratificante”, explica Enric Soler Labajos, psicólogo relacional y tutor del grado de Psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Los propósitos que se planean a inicio de cada año generalmente se rompen o abandonan en el tercer lunes de enero, en el llamado blue monday, un término creado por el investigador Cliff Arnal, de la Universidad de Cardiff, en Reino Unido.
El concepto se usa para designar al día más triste del año, y lo definió tras analizar diferentes parámetros como el clima, el salario, las deudas, y el tiempo transcurrido desde la Navidad y los días que duró el cumplimiento de los propósitos antes de fracasar en su cumplimiento.
OBJETIVOS BIEN DEFINIDOS PARA LOGRAR ANTIPROPÓSITOS
En ocasiones suele resultar más fácil defenestrar y liberarse de rutinas ya conocidas que adquirir otras nuevas. Principalmente, porque sin la asunción de un nuevo reto o meta al que una persona no se ha enfrentado nunca no se puede conocer el esfuerzo necesario para su logro. “Y tampoco sabemos qué coste emocional nos va a acarrear si no conseguimos cumplir las expectativas”, comenta este experto.
Por ejemplo, en lugar de establecer la meta de perder peso, un antipropósito podría ser “no obsesionarse con la dieta” o “no dejar que la apariencia física dicte mi felicidad”. Es una forma de abordar las metas desde una perspectiva paradójicamente inversa, e identificar comportamientos no deseados en lugar de establecer metas específicas.
A la hora de lograr los antipropósitos marcados, es fundamental que los objetivos estén bien definidos, que sean realistas y mesurables. “Si no se cumplen estas tres características en el objetivo puedes dar por hecho que lo que tienes garantizado es un despropósito”, advierte el experto de la UOC.
Por lo tanto, para la obtención de los resultados deseados es necesario el establecimiento de una estrategia, aunque sea mínima. Y un acto de voluntad y esfuerzo. “Al tratarse de un objetivo nuevo, es necesario un cambio de conducta, por lo que debemos prever cómo quedará modificada nuestra vida cotidiana, y si ese abandono o cambio de hábitos es realmente posible y compatible con nuestro día a día”, afirma el psicólogo.
LOS PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO SUELEN SER DEMASIADO OPTIMISTAS
La evidencia científica constata que la falta de voluntad y la falta de control de algunos estímulos son los factores que más impiden lograr los objetivos marcados durante el inicio de año. Un estudio publicado en Science concluye que las personas no son particularmente buenas a la hora de cumplir sus propósitos de año nuevo. Indica que 66 por ciento de las personas que participaron en la investigación, abandonaron sus objetivos desde enero.
Entre las principales causas relacionadas con el incumplimiento de los propósitos del nuevo año destaca que estos suelen ser demasiado inconcretos, demasiado optimistas y poco medibles. Los principales propósitos son hacer deporte, estudiar un idioma, hacer dieta o dejar de fumar. Estos propósitos son demasiado genéricos, poco concretos.
En cambio, “si te planteas dejar de consumir jugos envasados, dejarás de ingerir grandes cantidades de azúcar, y el resultado te puede sorprender en el ámbito dietético”, comenta Soler Labajos. Una vez definida la estrategia, para ponerla en marcha, se debe intentar definir esos objetivos concretos destinados al abandono de ciertas actitudes.
“Con el objetivo de facilitar el cumplimiento de las intenciones marcadas, los antipropósitos actúan como una forma de evitar el estrés autoimpuesto adicional al del propio propósito, en el que cada año tropiezan muchas personas”, aconseja el experto de la UOC. Explica que “es más fácil liberarse de dinámicas que no te aportan nada, o incluso te perjudican, que adquirir nuevas para compensar las ya adquiridas que no te gratifican”.
DÉCALOGO DE LOS ANTIPROPÓSITOS
De acuerdo con el experto, un antipropósito debe tener una misión clara y contundente, de no haberla es mejor olvidarlo. Toda decisión ya es una intención: es imposible no proponerse nada. Proponerse no hacerse ningún propósito es un propósito. Pocos, pero interesantes: cuantos menos antipropósitos, mejor. Se obtiene mejores resultados cuando hay concentración solamente en aquello que interesa de verdad.
Debe haber una estrategia para la consecución, porque si no hay un plan, no hay una misión, indica el experto. Además debe haber objetivos a corto y medio plazo, así el cambio progresivo es más factible que el radical.
ANTIPROPÓSITOS REALISTAS Y MEDIBLES
Los antipropósitos deben ser realistas y medibles. Es necesario tener objetivos concretos, realistas, medibles, y con un tiempo razonable para conseguirlos, de no ser así, se está construyendo un despropósito. A ello se suma la persistencia y autopermiso para la recaída. Sí hay permiso para no conseguirlo a la primera.
La liberación de dinámicas como herramienta. “Es más fácil liberarse de dinámicas que no te aportan nada, o incluso te perjudican, que adquirir nuevas. Soltar lastre es un buen antipropósito”. También debe haber foco en las metas propias y olvidar los propósitos de los demás.
“Cada uno tiene los suyos. Si por casualidad coincides en algún objetivo con alguien de tu entorno, compártelo. Eso ayudará a motivarse mutuamente. Además, se debe disfrutar del presente y del camino. El mejor propósito es proponerse que las previsiones para los próximos 365 días no arruinen el momento presente”, concluye Soler Labajos. N