Cuento hasta 10 en mi cabeza mientras inhalo y exhalo para no perder los estribos, casi siempre funciona pero claro que no siempre, la autorregulación puede ser complicada, de hecho tengo la firme creencia que si incluyeran desde los primos años de educación primaria una materia que fuera sobre inteligencia emocional otro son estaríamos tocando como sociedad, pero no, por desgracia aún estamos lejos de aquello.
Desde muy pequeño he tenido poca tolerancia a la frustración, por decirlo de alguna manera, mis padres tenían que trabajar muy duro para que mis hermanos y yo tuviéramos lo esencial, eran muy estrictos y no se tomaban ninguna falta a la ligera. Ninguno terminó más que la escuela primaria, estaban acostumbrados a jornadas largas y pesadas en el campo desde muy temprana edad por lo que, siempre fomentaron entre nosotros esa actitud recia , que si bien nos ayudó a forjarnos en el trabajo y a culminar nuestros estudios también nos orilló a guardar nuestras inquietudes sentimentales y emociones en una cajita a la que a nadie debíamos de darle acceso, mostrarnos sentimentales, llorar o relajarnos eran debilidades para ellos, por lo que siempre eran puntales al expresarlo.
Era su manera de amar, la única forma en la que sabían ser, no ser padres, porque eso nadie lo sabe a bien y con certeza, sino sólo ser, eran unos chiquillos cuando comenzaron con nuestra familia así que de alguna manera crecimos juntos, todos estábamos aprendiendo a ser quiénes somos, así que no hay rencores, sé que siempre hicieron lo mejor que pudieron con lo que tenían, hoy lo veo así.
El año pasado fue la última vez que los vi, y fue diferente a cualquier otra antes, parecía cóm si de repente les hubieran caído los años encima como una lluvia súbita , así, como que un día amanecieron viejos, entre sueños se les formaron surcos en la piel, sus manos firmes y ásperas se llenaron de manchas y dolían con el frío mientras que las bolsas debajo de su ojos estaban llenas de historias que no habrían de compartir y de lágrimas que no pudieron llorar. Y fue hasta ese momento que los vi como son h no como los había construido por tantos años usando retazos de la memoria y es que , cuando cumplí 18 y me fui de ahí lo había hecho para no volver, o al menos eso decía y si, lo creí por muchos años hasta que nació mi primer hijo y su madre no pudo salir de ahí con vida.
Entonces fue que comencé a ser padre, haciendo lo que creía mejor y con los recursos que tenia, ahora entiendo que eso no significa que así sea, que la paternidad no tiene certezas y que justo vivir en esa incertidumbre es parte del viaje, para siempre. Quien sabe cuando recupere la tranquilidad , yo creo que nunca pasa, siempre hay algo.