Mientras nos dirigíamos al lugar de la reunión me quitaba el uniforme en el auto y me ponía un poco de maquillaje para disimular que salía de un turno de 12 horas dentro de una empresa automotriz, estábamos listas, después de meses de desvelos preparando el proyecto por fin íbamos a presentarlo y sentía que estábamos por darle un giro de 180 grados a nuestras vidas.
Martina y yo teníamos trabajos de tiempo completo por lo que era complejo emprender un nuevo proyecto, pero a ambas nos atraía enormemente la idea de ser nuestras propias jefas, por decirlo de alguna manera, y así lograr independencia económica. Nos habíamos graduado de la universidad un par de años antes, así que entendíamos también que sin experiencia previa o capital financiero es muy complejo iniciar un nuevo negocio, es por esto que aquella tarde habíamos decidido llevar nuestros planes y palabras a la acción
Semanas antes en un evento al que acudió Martina conoció a un inversionista que estaba interesado no sólo en el mismo rubro que nosotras, sino que planeaba expandirse en la región que nos encontrábamos, por esto, cuando la llamó para comentarle que vendría a la ciudad y que estaba interesado en que se lo presentáramos, no lo pensamos dos veces.
Por desgracia no podíamos acudir a la hora que nos propuso inicialmente así que acordamos verlo más tarde en un restaurante puesto que se iba al día siguiente y debíamos aprovechar la oportunidad. Pero vaya sorpresa que nos llevamos al llegar al lugar, había un grupo de aproximadamente diez personas entre las que se encontraban sus colaboradores y socios.
Nos sentamos con ellos y comenzamos a conversar sobre los negocios que estaban emprendiendo, nos presentamos nosotras, pero no pudimos hablar sobre nuestro proyecto ya que el inversionista en cuestión estaba ya para ese momento un tanto indispuesto por no decir bastante pasado de copas, pero ya estábamos ahí por lo que decidimos quedarnos un rato para hacer networking y aprovechamos para comer algo y romper el hielo con el resto de extraños, que por fortuna, aún estaban en estado de sobriedad y se portaron muy amables con nosotras todo el tiempo.
A mi lado derecho se sentó uno de los socios, su nombre era Fernando, fue el único que nos habló a fondo acerca de la nueva marca que querían lanzar al mercado y que de hecho se mostró interesado en comprender qué hacíamos ahí y cómo podíamos sumar a su proyecto, puede que se lea trillado, pero ¿Creen ustedes en el amor a primera vista? Yo no lo hacía, y sin embargo esa noche cambié de parecer. Y es quizá se debió en parte a que fue el desastre perfecto y en medio del mismo él se convirtió en nuestro salvavidas en aquella tempestad o puede ser también que, en cuanto cruzamos palabras sentí que nos conocíamos desde siempre y que, de alguna manera inexplicable mientras estuviera a su lado todo estaría bien. Claro que, no mencioné nada de aquello, la cena prosiguió y hasta llegó un trío musical a convertir aquel peculiar encuentro en una noche bohemia. Fernando y yo comenzamos a cantar, pedíamos canciones y nos mirábamos a los ojos mientras convertíamos nuestras manos en micrófonos como si no hubiera nadie más a nuestro alrededor, así estuvimos más de media hora hasta que Martina me regresó a la realidad anunciando que era momento de irnos, o que al menos ella ya lo haría, miré el reloj, faltaban quince para las diez así que decidí quedarme y no interrumpir aquel idilio. La música siguió sonando y nosotros conversando al son de aquellos acordes, el tiempo pasó tan rápido que en cuanto volví a ver el reloj supe que debía huir cual cenicienta, al día siguiente me esperaba una jornada que daba inicio a las siete horas.
Me despedí de los presentes, y Fernando me acompañó a la salida, ofreció llevarme, pero preferí irme en taxi, eso sí, intercambiamos nuestros números de teléfono con el pretexto de dar seguimiento al tema de nuestro proyecto y el suyo, nos abrazamos como si no fuera la primera vez que lo hacíamos y al despedirnos se nos perdió la paciencia y nos dimos un beso de media luna, después de todo, mi vida si dio un giro de 180 grados desde ese día.
Unos días después me escribió y durante varios meses nos limitamos a conocernos más a través de mensajes de texto y esporádicas llamadas telefónicas, no entendía en el momento el por qué, fue hasta hasta que por fin me invitó a cenar, sólo los dos, que supe que no había sido la única en sentir tanto aquella noche de nuestro primer encuentro. Tardamos en volver a vernos porque la noche en que nos conocimos Fernando estaba en una relación y decidió que, a pesar de que era arriesgado y que las probabilidades no estaban de su lado debía cerrar ese capítulo antes de comenzar uno nuevo; el nuestro.
Han pasado diez años de aquel primer encuentro, y no mucho ha cambiado, aún suelo maquillarme en los trayectos para ahorrar tiempo, trabajo con Martina en varios proyectos y Fernando, sigue, como desde el primer día siendo mi lugar seguro y juntos cada día escribimos una nueva página de nuestra historia.