CONOCÍ a Miguel Ángel Granados Chapa una fría mañana de hace 25 años, en noviembre de 1996, en los pasillos de Radio UNAM. En ese entonces yo era un estudiante del cuarto semestre de periodismo y mi presencia en la radio universitaria obedecía a un desafío por lo demás encomiable: entrevistar al columnista político más influyente de México y exponer los resultados en la clase de géneros de opinión.
Mentiría si dijera que a partir de ahí nació una amistad íntima entre Granados Chapa y yo. Lo que sí es cierto es que floreció una relación profesional, cordial y fraterna que se alargaría durante varios años, pues me convertí en su biógrafo tras proponerle que me contara a detalle su vida periodística para plasmarla en mi tesis profesional, con la cual me titulé en el año 2000.
Durante 24 horas de conversación, divididas a lo largo de 16 sesiones que se repartieron en tres años, asistí a cátedras de periodismo que hoy muchos envidiarían, pues aquellas entrevistas prácticamente se convirtieron en clases particulares donde escuché de viva voz, de un personaje con vasta experiencia, los tejes y manejes del oficio más denigrado, pero el más gratificante.
Hace diez años, el 16 de octubre de 2011, lamenté mucho enterarme de su muerte. Tres días antes, en la columna que publicaba desde 1977, Plaza Pública, Miguel Ángel Granados escribió en la última línea: “Esta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós”.
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Nacido en Mineral del Monte, Hidalgo, el 10 de marzo de 1941, Granados recorrió un largo trecho por los senderos del periodismo antes de estrenar la Plaza Pública, la columna política que le daría un prestigio y relevancia que aun hoy no tienen comparación. Su madre, doña Florinda Chapa, quien en su hogar tenía dispuestos mesabancos para enseñar a los niños del barrio a leer, escribir y las operaciones básicas de la matemática, fue fundamental en su formación académica. Al grado de que, llegado el momento de elegir carrera en la UNAM, escogió periodismo, pero para no contrariarla cursando una licenciatura por completo desconocida en la década de 1960, también estudió derecho.
En marzo de 1964, tras concluir ambas licenciaturas, Granados Chapa conoció a Manuel Buendía e ingresó a trabajar como reportero en Crucero, un semanario recién fundado por el periodista michoacano. Justo un año después, una noche de marzo, telefoneó a Buendía para anunciarle que tenía una exclusiva: la información sobre la golpiza que acababa de propinarle gente del Movimiento Universitario de Renovadora Orientación (MURO), pues en Crucero había publicado una serie de reportajes que desenmascaraba a esta agrupación secreta como un germen del fascismo con cara religiosa.
Tiempo después renunciaría a Crucero y, tras un fulgurante paso por una agencia noticiosa fundada por Fernando Solana, en 1966 ingresó como corrector de estilo en las filas del diario Excélsior, cuya dirección general fue ocupada por Julio Scherer García en 1968, tras la muerte de Manuel Becerra Acosta padre.
CASO EXCÉLSIOR, UN GOLPE DE MUERTE AL PERIODISMO MEXICANO
En Excélsior, conocido en esa época como la catedral del periodismo en México, pronto se convirtió en reportero, editorialista, jefe del departamento de información internacional y, finalmente, en subdirector editorial, cargó que ocupó hasta julio de 1976, fecha en que el entonces presidente de la república, Luis Echeverría, orquestó un golpe para acallar y torcer el rumbo del diario, el más crítico de su gestión.
Tras dicho golpe, el grupo de periodistas expulsados de Excélsior rápidamente se organizó y, pocos días antes de que Echeverría dejara el poder, lanzó la revista Proceso, en la cual figuraban Scherer García como director general y Granados Chapa como director gerente, quien además escribía la columna Interés Público, que se publicaba en la página 3.
Renunció a Proceso en mayo de 1977. Tras su salida pronto comenzó a escribir en la revista ¡Siempre!, fundada y dirigida por el legendario periodista José Pagés Llergo, y también en el periódico Cine Mundial, propiedad de Luis Javier Solana, en donde estrenó la columna Plaza Pública el 13 de julio de ese año. El tema inaugural estuvo dedicado a la extraña elección del general Antonio Gómez Velasco como presidente del hoy desaparecido paraestatal Partido Auténtico de la Revolución Mexicana.
LA PLAZA PÚBLICA DE GRANADOS CHAPA, EN EL INFLUYENTE UNOMÁSUNO
En diciembre de ese 1977 Fernando Solana Morales fue designado secretario de Educación Pública e invitó a Granados Chapa a ocupar la dirección general de Radio Educación, entidad a la que pronto dotó de personalidad jurídica y administrativa y le consolidó la autonomía. Este cargo lo desempeñó hasta finales de 1979, cuando se hizo incompatible prestar servicios en una dependencia gubernamental con su labor de periodista político, pues la Plaza Pública ya se publicaba en el otrora influyente diario UnoMásUno —fundado en 1977 por Manuel Becerra Acosta hijo— desde enero de ese 1979.
Además de escribir una columna diaria, en UnoMásUno fue llamado a ocupar la subdirección editorial. En dicho diario, el 24 de agosto de 1981, dos meses después de haber recibido el Premio Nacional de Periodismo en la categoría de artículo de fondo, publicó en Plaza Pública pormenores acerca de una versión que había ido creciendo: un grupo de políticos, encabezados por el gobernador del Estado de México, Jorge Jiménez Cantú, había regalado un rancho de costo millonario al presidente José López Portillo en la zona de Tenancingo.
Tres días después, en una carta pública, López Portillo aceptó la existencia del rancho —de 60 hectáreas, con caballerizas, montaña, alberca, gimnasio, cancha de tenis, casa y cabañas—, y dio a conocer su decisión de rechazarlo.
Días después, en su Quinto Informe de Gobierno, anunció al Congreso de la Unión un proyecto de reformas y adiciones a la Ley General de Bienes Nacionales para limitar el valor de los regalos que recibieran los funcionarios públicos.
LA FUNDACIÓN DE LA JORNADA
Tras una serie de problemas internos, en noviembre de 1983 gran parte del cuerpo directivo renunció a UnoMásUno. Carlos Payán, Carmen Lira, Humberto Musacchio, Héctor Aguilar Camín y Miguel Ángel Granados se organizaron prontamente, y en septiembre de 1984 pusieron en circulación el diario La Jornada. Además de publicar la Plaza Pública en este diario, Granados ocupó la dirección en 1988, cuando el director general era Carlos Payán.
Un par de años después, en febrero de 1990, fundó la revista Mira, “un semanario para ver, leer y pensar”, en la cual Granados figuraba como director general, mientras el fotógrafo Pedro Valtierra aparecía como director y contaba con escritores tan relevantes como Víctor Roura. En tanto, en junio de 1992, Carlos Payán cumpliría su segundo periodo como director general de La Jornada, cuyos estatutos establecían que el director podría reelegirse solo una vez. Por tal razón, Granados presentó su candidatura a la dirección general, pero la retiró tan pronto los accionistas votaron para modificar el estatuto y permitir una segunda reelección de Payán.
Meses después, en noviembre, Granados Chapa renunció a La Jornada y comenzó a publicar la Plaza Pública en El Financiero, un diario nacido en 1981 y que una década después se distinguía por su pluralidad política e ideológica, pues en sus páginas podía leerse a Gabriel Zaid, René Delgado, Germán Dehesa, Federico Reyes Heroles, Adolfo Aguilar Sinzer, Sergio Sarmiento, Raymundo Rivapalacio, Víctor Roura, Manuel Blanco, Luis Pazos, Carlos Ramírez y Alejandro Ramos Esquivel, entre otros.
CENSURA EN LA RADIO
Luego de ser comentarista de radio durante un tiempo en el programa Monitor, que conducía José Gutiérrez Vivó, en mayo de 1993 Granados fue invitado a Radio Mil a conducir la primera emisión de La ciudad. Sus conocimientos y sentido común para interpretar la situación del país le imprimieron a su programa una característica especial, además de que era notable la capacidad que tenía su equipo de producción para contactar a políticos, funcionarios, empresarios e intelectuales y ser, en el mismo instante, entrevistados al aire por el periodista.
En ese tenor, el 20 de septiembre de ese año entrevistó al aire al virtual candidato presidencial del Partido de la Revolución Democrática, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Inmediatamente después de la conversación fue citado por tres directivos de Núcleo Radio Mil que le dijeron que juzgaban imprudente haber invitado a Cárdenas y que acababan de recibir una llamada de la Secretaría de Gobernación. También le pidieron que, para evitar sucesos de esa naturaleza, a partir de ese momento los nombres de los personajes a entrevistar deberían ser notificados a los directivos para su aprobación.
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Granados rechazó las condiciones y al día siguiente anunció su renuncia. A partir del momento en que se despidió del auditorio se desataría una intensa polémica que involucró a periodistas, políticos y funcionarios de distintos niveles, incluido el presidente Salinas de Gortari, ante lo que en su momento se calificó como un atentado a la libertad de expresión.
La Plaza Pública dejó de publicarse en El Financiero en noviembre de 1993 para mudarse al recién nacido diario Reforma. Meses después, en junio de 1994, a Granados lo nombraron miembro del primer consejo ciudadano del Instituto Federal Electoral, de 1994 a 1996, al cual le tocó organizar la elección presidencial que ganó Ernesto Zedillo Ponce de León. Los otros integrantes fueron José Woldenberg, Santiago Creel, José Agustín Ortiz Pinchetti, Ricardo Pozas Horcasitas y Fernando Zertuche.
GRANADOS CHAPA EN RADIO UNAM
Y el 28 de noviembre de 1994, tres días antes de que Carlos Salinas de Gortari entregara la banda presidencial, la Plaza Pública transitó a la radio, específicamente a Radio UNAM. En ese programa, el subcomandante Marcos, líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, concedió su primera entrevista en vivo. El programa estuvo fuera del aire durante una breve temporada de 1999, cuando Granados fue candidato por la coalición PRD-PT a la gubernatura de Hidalgo.
Miguel Ángel Granados Chapa estaba por cumplir 50 años de ejercicio periodístico cuando murió, en 2011. En 2008 había recibido la Medalla Belisario Domínguez por su lucha constante en pro de la libertad de expresión y la justicia en México. Y en ese mismo año lo habían elegido como miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua. También había publicado ya casi una veintena de libros sobre temas inherentes a la política, el periodismo, la comunicación, la información y la historia.
Su legado en el periodismo, particularmente en lo que atañe a la ética, investigación, profundidad, análisis, justicia, igualdad, libertad de expresión y todo lo que concierne a quienes circulan por las plazas públicas, hoy sigue siendo objeto de estudio en universidades y foros políticos, culturales y sociales a lo largo y ancho de todo el país. N
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Artículo publicado el 15 de octubre de 2021. Consulte aquí más información sobre la vida y obra de Miguel Ángel Granados Chapa.