NO HAY descubrimiento más asombroso en este siglo, que la posibilidad de ver nuestro cerebro humano interactuando en tiempo real con el entorno en el que vivimos. Hoy, más que nunca debemos aprender cómo nuestro cerebro nos lleva a tomar decisiones para lo que no fue creado: usar el dinero.
¿Para qué tienes un cerebro? Esta es la torre de control del cuerpo que, según el neurocientífico Antonio Damasio, surgió como una evolución de nuestras áreas vitales ubicadas en el tronco de cuerpo. La comunicación entre el cerebro y áreas vitales como el corazón o el intestino, ya están más que documentada, al hallarse células neuronales en estos órganos.
El cerebro es una autopista de información que integra percepción, pensamiento y acción en milésimas de segundo. Solamente la luz, viaja a más de 400 kilómetros por hora del ojo hacia el cerebro. Es definitivamente la tecnología más veloz, sofisticada y valiosa que podamos poseer, y que funciona con electricidad y neurotransmisores.
Pero también es importante saber que su evolución es la sobrevivencia, y que su función vital está enfocada en preservar nuestra integridad, llamado homeostasis. Por ello debemos saber que siempre vamos a tener un equipo biológico que nos permita mantenernos vivos y seguros.
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De la sobrevivencia al riesgo. Cuando observamos las funciones de sobrevivencia, preservación e integridad del cerebro, nos damos cuenta que su tendencia es a moverse en terrenos conocidos. Esto indica que el proceso de abrirnos a la remota posibilidad de arriesgarnos, ya es una alarma biológica.
Cuando estamos ante la posibilidad de un nuevo empleo, de una nueva relación o de iniciar un negocio, es normal que se encienda la alarma biológica, a través de un órgano llamado amígdala cerebral.
La buena noticia es que la capacidad de arriesgarnos se aprende desde niños, a través del juego. Hay una relación entre la recompensa que produce la diversión y la gestión del riesgo. Lamentablemente muchos crecimos en entornos donde nunca faltó un grito de “cuidado te vas a caer” y allí aprendimos que el costo del error era mayor al beneficio del aprendizaje.
Esta es la razón por la que, a pesar de que tu cerebro busca protegerte, el peso más fuerte que posee tu cerebro frente al riesgo es la memoria relacionada con el riesgo, al punto de existir dos tipos de peligros: los reales y los psicológicos. En nuestra vida social, aprendimos que atrevernos a hacer algo arriesgado tiene un costo social importante, aunque no sea real.
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Minimizar los riesgos financieros. Ahora nos movemos hasta el adulto que somos hoy. Con una carga cognitiva producto de la experiencia y un cerebro maduro, nos adentramos en la vida productiva, justo después de los 25 años. Es aquí cuando nos damos cuenta que parte de los condicionamientos sociales se vuelcan sobre nuestras expectativas financieras.
De la misma forma como aprendimos a jugar con el temor de caernos, ahora esperamos invertir sin perder dinero. Buscamos, en la medida de lo posible, que alguien nos garantice que este dinero que ponemos en un mecanismo de riesgo (y que no necesitamos para sobrevivir), crezca lo más posible.
El proceso natural de aventura y aprendizaje, ahora se convierte en uno de preocupación y angustia. Sin darnos cuenta, la alegría de vivir, crecer y explorar que teníamos de niños, se traduce en una carga de responsabilidad, seriedad y miedos.
De esta forma, convertimos un cerebro maravilloso, una creación asombrosa de la evolución, en un órgano encerrado en lo habitual, en la rutina y con miedos que no le dejan regenerarse.
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El capital cognitivo. El cerebro, un órgano diseñado para la sobrevivencia, es también clave para las decisiones financieras. Por esta razón, debemos nutrirlo con nuevos aprendizajes, exponerlo en riesgos controlados y enseñarle que es posible desarrollar habilidades que nos permitan crecer.
Puedes ganar y perderlo todo, pero si dentro de ti hay un aprendizaje y una confianza en tus recursos internos, descubrirás que en ti yace el verdadero tesoro que materializa en el mundo exterior. El toque de Midas está en tu cerebro. N
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Joselyn Quintero es especialista en neurofinanzas, autora de varios libros, conferencista y directora de Armonía F. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.