La tuberculosis (TB) es la enfermedad infecciosa más mortal del mundo, con casi 10 millones de personas afectadas y 1.5 millones de muertes en 2018. Medio millón de personas tienen formas de TB resistentes a los medicamentos, y su tratamiento es largo y tóxico. La tuberculosis también es la principal causa de muerte entre las personas que viven con VIH. Muchos países, como India y Sudáfrica, tienen un gran número de personas que viven con ambas enfermedades.
Al igual que con la TB, el COVID-19 generalmente afecta los pulmones y las personas que lo contraen pueden mostrar síntomas similares a los de la TB, como tos y fiebre. Es probable que las personas con daño pulmonar, como los pacientes con tuberculosis o quienes tienen sistemas inmunes débiles, como las personas con VIH mal controlado, puedan sufrir formas más graves del COVID-19 si llegan a infectarse. Además, muchos pacientes con TB viven en áreas densamente pobladas, y esta proximidad aumenta aún más el riesgo de contraer COVID-19. En particular en asentamientos sobrepoblados con poco acceso al agua potable o atención médica.
Esta situación, ya preocupante, se volverá aún más grave si el diagnóstico y el tratamiento del VIH o la tuberculosis se interrumpen. Por esta razón, desde MSF apoyamos la nota informativa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre estrategias para mantener la continuidad de los servicios esenciales (prevención, diagnóstico, tratamiento y atención) para quienes viven con TB y TB resistente a los medicamentos (TB-DR) durante la pandemia de COVID- 19.
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El virus COVID-19 someterá a una presión considerable a los sistemas de salud, particularmente a aquellos en contextos de bajos recursos. Sabemos por epidemias anteriores que la reducción del acceso a la atención, medicamentos y diagnósticos para personas con afecciones potencialmente mortales, como la tuberculosis, puede provocar un aumento de las muertes por estas afecciones subyacentes. En Guinea, uno de los países en el epicentro de la epidemia de ébola durante 2014-2015, la reducción de los servicios de salud condujo a una disminución del 53 por ciento en el diagnóstico de TB y a la duplicación de la tasa de mortalidad por efectos directos e indirectos en la salud de esta enfermedad en los servicios de salud.
De forma simultánea a la respuesta global necesaria para abordar el COVID-19, las autoridades de salud, los socios implementadores y los financiadores internacionales deben hacer todo lo posible para mantener los servicios esenciales, a la vez que reducen los riesgos para las poblaciones vulnerables.
Para reducir el riesgo de infección por COVID-19 entre los pacientes con TB y VIH, necesitaremos ver cambios innovadores en las formas en que se brinda atención médica.
Y esto incluye un tratamiento descentralizado y ambulatorio, acceso al tratamiento a través de modelos comunitarios y “físicamente distantes” de atención y seguimiento de pacientes a través de la telemedicina y el uso de aplicaciones web. La implementación de todos los tratamientos orales para la tuberculosis resistente a medicamentos, según lo recomendado por la OMS, es ahora un imperativo que no se puede retrasar, al igual que la implementación de un tratamiento con apoyo comunitario para reducir el contacto con las estructuras de salud.
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Por el alto riesgo de padecer una enfermedad grave en los pacientes con TB, los esfuerzos para minimizar el impacto del COVID-19 también deben incluir la provisión de medidas de protección para el personal y quienes están en contacto con pacientes con TB; así como el aplicar la prueba y aislar a los casos confirmados o sospechosos de COVID para evitar transmisión a otros.
La solidaridad global es esencial para enfrentar una pandemia global.
Evitar el almacenamiento excesivo y las prohibiciones de exportación garantizará que los medicamentos y suministros esenciales, incluyendo los equipos de protección personal, puedan llegar a todos los países que lo necesiten. Esta colaboración e intercambio reducirá el riesgo de que las personas con TB estén en más peligro debido a la falta de medicamentos necesarios o la capacidad de realizar pruebas.
Sin ese enfoque, se duplicará la presión sobre los países con sistemas de salud ya frágiles. A medida que los países luchan para hacer frente a la pandemia de COVID-19, debemos tomar todas las medidas necesarias para garantizar que su impacto no cree una segunda tragedia para las comunidades vulnerables en todo el mundo, incluyendo a las personas con TB y VIH.
MSF y el COVID-19
En la mayoría de los países donde trabajamos, estamos coordinando esfuerzos con la OMS y los ministerios de salud locales para ver cómo y de qué forma ayudar en caso de presentarse un gran número de pacientes con COVID-19 y, además, estamos brindando capacitación sobre el control de infecciones a los centros de salud. Hasta ahora hemos iniciado este apoyo en Bélgica, Italia, Francia, España, Irán.
Una de nuestras prioridades es mantener nuestros proyectos médicos regulares funcionando para las comunidades extremadamente vulnerables que apoyamos en todo el mundo.