Kim Jong Un ha puesto a prueba la paciencia de Pekín. Mientras que el cada vez más imprevisible Kim aumenta su férreo control sobre Corea del Norte, surgen dudas en la región sobre si China, el único país que tiene cierta influencia sobre Pyongyang, puede mantener por mucho tiempo más dicha influencia sobre el régimen más peligroso del mundo.
Meses después de que Kim ejecutó a su tío, Jang Song Thaek, las purgas en la cumbre de la estructura de poder de Pyongyang parecen estar intensificándose, acompañadas de una retórica aún más punzante. Mientras Corea del Norte amenaza con probar un nuevo dispositivo nuclear (la cuarta provocación de este tipo a sus vecinos desde 2006), China apenas puede disimular su desagrado.
De acuerdo con algunos informes de la región, el ejército de Pekín incluso está haciendo planes de contingencia para cuando el régimen de Kim se desplome.
“China todavía tiene la mayor influencia sobre Corea del Norte en muchas formas, especialmente, una influencia económica”, me dijo recientemente Yun Byung-se, el Ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Sur. Pekín “proporciona la mayor parte de la energía y alimentos” a ese país, señala.
Sin embargo, añadió, Pyongyang se ve a sí misma como una nación “muy independiente”. Los norcoreanos son “muy orgullosos. No les gustan las grandes potencias. Eso quiere decir que incluso países grandes como China o Rusia perciben algunos límites para imponer sus puntos de vista sobre Corea del Norte”.
Al hablar la semana pasada ante el Instituto para la Paz Internacional, con sede en Nueva York, Yun destacó el anhelado objetivo de Seúl, la unificación de las dos Coreas. Aunque “cambiar por una sola las dos placas con los nombres de ambos países en las Naciones Unidas “sería mucho más difícil que la unificación de las dos Alemanias, para la cual tuvieron que pasar tres décadas, esta sigue siendo la mejor solución para la península, afirma.
Yun me dijo más tarde que el nuevo gobierno surcoreano de la presidenta Park Geun-hye promueve la reunificación más que sus predecesores, que se centraron más en tratar de llegar a un acuerdo con Corea del Norte.
Yun viajó a Nueva York para presidir personalmente una reunión de Naciones Unidas iniciada por Seúl acerca de los peligros de que las armas de destrucción masiva sean adquiridas por grupos terroristas. Al hablar en su función de presidente rotativo del Consejo de Seguridad en mayo, Yun dedicó gran parte de su discurso a la amenaza que los misiles y las ambiciones nucleares de Corea del Norte constituyen para la región y para todo el mundo.
Más adelante, advirtió a Corea del Norte acerca de las “graves consecuencias” si realiza una cuarta prueba nuclear, como se ha pronosticado ampliamente durante semanas.
Sin embargo, poco después, el asistente del embajador de Corea del Norte ante la ONU, Ri Tong Il, tomó la palabra y divagó durante 15 minutos, denunciando las perversidades de Corea del Sur, Japón y Estados Unidos. Luego, por primera vez, advirtió que “los lanzamientos de misiles y las pruebas nucleares, en pro de la propia defensa, se convertirán en [un evento] anual”.
El micrófono de Ri fue apagado más tarde por el diplomático surcoreano que presidía la sesión, quien señaló que Ri había sobrepasado con creces el lapso de cuatro minutos asignado a los países que no forman parte del Consejo.
En una señal de exasperación ante estos chanchullos belicosos por parte de su cliente, el régimen norcoreano, China endureció recientemente el tono de sus propias declaraciones acerca de las pruebas nucleares. En el pasado, Pekín permitió que fueran aprobadas tres resoluciones del Consejo de Seguridad que exigen que Corea del Norte desmantele su programa nuclear en una “forma completa, comprobable e irreversible”.
Pero aún mientras el Consejo de Seguridad realizaba su reunión en Nueva York la semana pasada, funcionarios en Pekín se encontraban muy ocupados tratando de desestimar un informe del ampliamente respetado medio japonés Kyodo News, según el cual China prepara planes de contingencia para ayudar a Corea del Norte en caso de que se produzca la caída del régimen de Kim.
De acuerdo con Kyodo, que afirma haber basado su información en documentos filtrados del Ejército de Liberación Popular de China, este último país empezó a esbozar estos planes del Juicio Final desde el verano pasado. Entre ellos está fortalecer la presencia militar de China en la frontera entre ambos países, con tropas del Ejército de Liberación Popular y equipos de reconocimiento para monitorear cualquier seña de algún flujo de refugiados provenientes de “nuestro país vecino del noreste”, como se refiere el informe a Corea del Norte sin mencionarla por su nombre.
De acuerdo con el plan, también se establecerían campamentos de refugiados a lo largo de la frontera, cada uno de los cuales con una capacidad para albergar a 1 500 personas. El Ejército de Liberación Popular de China daría protección a los principales funcionarios de Pyongyang, al tiempo que se mantendría atento a sus actividades.
Cuando el informe de Kyodo resonó en toda la región, un representante del Ministerio de Relaciones Exteriores de Pekín lo denunció como “infundado” y lleno de “conjeturas desmesuradas”, derivadas de “motivos ocultos.” Para calmar los miedos, el funcionario añadió, “Esperamos que la Península de Corea mantenga la estabilidad, y esperamos que [Corea del Norte] logre el desarrollo económico y la felicidad de sus habitantes”.
Dejando de lado esta negación oficial por parte de China, muchos habitantes de la región consideraron el informe de Kyodo como otra señal de un creciente enfriamiento en las relaciones entre China y Corea del Norte. Incluso, un diplomático me insinuó que si China enfría sus relaciones con el régimen de Pyongyang, Kim podría pedir la ayuda del presidente ruso Vladimir Putin.
La Duma, que es parlamento de Moscú, aprobó recientemente la cancelación de la mayor parte de los US$10 000 millones que Corea del Norte adeuda a Rusia, cantidad que había se acumulado desde la década de 1980. Varios funcionarios rusos han visitado Pyongyang recientemente para promover planes para un gasoducto de gas natural desde Rusia a los lucrativos mercados de Corea del Sur y el resto de Asia, el cual atravesaría Corea del Norte.
“Corea del Norte ha jugado la carta de sus relaciones con Rusia cada vez que sus relaciones con China se han enfriado”, señaló el diplomático, añadiendo que aunque el comercio de China con Corea del Norte ha disminuido casi 3 por ciento en el segundo trimestre de 2014, hasta llegar a US$1.3 mil millones, aún constituye casi 90 por ciento del comercio exterior del aislado régimen norcoreano.
Yun, el Ministro de Relaciones Exteriores de Seúl, añadió que incluso Kim, de 33 años, que es considerado aún más agresivo y aislado que su padre y su abuelo, no puede darse el lujo de abandonar completamente a China como su aliada. “Este jefe joven líder está aún en la etapa más temprana de su reinado, por lo que necesita esta clase de apoyo”, dijo Yun.
Sin embargo, a decir de todos, la ampliamente difundida ejecución del tío de Kim, ocurrida en diciembre pasado, desconcertó a Pekín. Hasta entonces, Jang era visto no sólo como un consejero del joven líder y como su enlace con la vieja guardia y con la tradición familiar, sino también como el principal aliado de China en Pyongyang. La rápida destitución, el juicio público y la ejecución de Jang activaron las señales de alerta en Pekín, como una clara señal de que se avecina un período de incertidumbre y agitación en Corea del Norte.
De acuerdo con un diplomático residente en Nueva York y que sigue muy de cerca los acontecimientos internos en Pekín y Pyongyang, y quien habló desde el anonimato, Kim envió un mensaje claro a China después de la ejecución de Jang: “No habrá cambios en la política, ni dentro del país ni hacia el exterior”. El diplomático añadió que, a diferencia de Estados Unidos y otras democracias, China y Corea del Norte comparten un sistema en el que los valores institucionales y la toma de decisiones colectiva determinan una parte mucho mayor de las políticas de los regímenes que las personas que se encuentran en la cima.
Sin embargo, los preparativos para otra provocadora prueba nuclear de Kim son quizás la señal más clara de que la influencia de China sobre sus acciones se ha quedado seriamente limitada. Como mínimo, dicha influencia se reduce rápidamente, lo cual es un acontecimiento ominoso para los vecinos de Corea del Norte, así como para Estados Unidos y otros países occidentales.