La chabacana película de Bruce Willis de 1998, Armageddon, fue la película más taquillera de ese año. En el filme se vio a un maestro de la perforación petrolera (Willis) y a una inverosímil tripulación de inadaptados colocar una bomba nuclear dentro de un asteroide gigante que se dirige a la Tierra, hacerlo estallar… y salvar a la humanidad. Armageddon no es precisamente un documental: está llena de sinsentidos de ciencia ficción. Pero 20 años después, su trama básica —usar una explosión nuclear para evitar una colisión cataclísmica con un asteroide— no parece tan tonta como lo era por entonces.
Un impacto serio de un asteroide es un riesgo de pocas probabilidades pero consecuencias graves para la vida en la Tierra. Los grandes “objetos próximos a la tierra” (NEO) no golpean la Tierra a menudo, pero solo se necesita uno (pregúntale a los dinosaurios; oh, espera, no puedes). Por supuesto, los riesgos con poca probabilidad se descartan fácilmente, sin importar cuán graves puedan ser las consecuencias de que se manifiesten, y hasta hace poco todos los países del mundo veían en gran medida la amenaza que presentan los NEO como algo que le compete más a Hollywood.
Pero todo eso ha cambiado, después del impacto (en más de una manera) del meteoro que golpeó Cheliábinsk, Rusia, en 2013, el cual lesionó a más de 1,000 personas. De repente, la amenaza de los NEO se volvió “real”, y los grandes actores —Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea— empezaron a invertir dinero para estar listos contra los NEO y a desarrollar estrategias formales de respuesta (ve, por ejemplo, la producción de la primera Estrategia Nacional de Preparación contra Objetos Próximos a la Tierra de Estados Unidos en diciembre de 2016).
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En la ONU, hemos presenciado recientemente la creación de una infraestructura rudimentaria para instituciones internacionales que detecten y respondan a asteroides. Como parte de todo esto —y en concordancia con la creciente opinión científica—, también hay un enfoque notable a nivel gubernamental e intergubernamental de que el uso de armas nucleares es nuestra mayor esperanza. Estados Unidos y Rusia incluso han discutido el trabajar en conjunto en una iniciativa nuclear de defensa planetaria. Súbitamente, parece que Bruce Willis y su equipo podrían estar en la lista de marcado rápido de la NASA después de todo.
Lo que dice la ley
Como abogado, no puedo evitar preguntarme cómo estos eventos recientes encajan en la ley internacional. No muy bien, según parece. En la intersección de la ley de no proliferación nuclear y la ley espacial, varios tratados de la época de la Guerra Fría parecerían descartar la defensa nuclear planetaria. La imagen legal no está muy clara: después de todo, la ley relevante se redactó teniendo en mente la carrera armamentista de las superpotencias, no asteroides. Pero si se identificara un NEO en curso de colisión, por lo menos podría decirse que proponer una respuesta nuclear con toda probabilidad violaría la ley internacional.
Por ejemplo, el Artículo IV del Tratado del Espacio Exterior de 1967 prohíbe desplegar armas nucleares en el espacio, lo cual aparentemente descartaría la defensa nuclear contra los NEO, por lo menos si se colocara un sistema de defensa nuclear en el espacio (en vez de ser lanzado desde la Tierra).
El Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares de 1963 es una barrera aún más grande para la mayoría de los estados (aunque, notablemente, no todas las potencias nucleares forman parte de él, pero tanto Estados Unidos como Rusia sí). El Artículo I(1)(a) de ese tratado prohíbe “cualquier… explosión nuclear… en… el espacio exterior”. Y estos son solo los tratados claves: también hay una gran cantidad de otros posibles obstáculos legales.
Entonces, ¿qué pasa? Si se tuviera que decidir entre las sutilezas legales y salvar a la humanidad de la extinción, no habría mucho que decidir en absoluto: la ley no debería ser un pacto suicida mundial. De hecho, una potencia nuclear, Rusia, ya ha indicado que —si ese asteroide apareciese— posiblemente optaría por “lanzar primero, litigar después”.
Pero ignorar la ley siempre es un asunto peligroso, y no es difícil imaginar a las potencias nucleares usando la amenaza vaga de “asteroides” como un pretexto para desarrollar nuevas cabezas explosivas, o incluso para lanzar armas nucleares al espacio. Y si lo hacen en violación sin remordimientos de la ley internacional, también eludirán todos los controles y equilibrios que la ley pueda proveer. Esa amenaza tal vez sea más preocupante que la amenaza de una hipotética roca espacial.
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En un artículo importante apenas publicado en Hastings International & Comparative Law Review, argumenté que la ley internacional necesita hallar una manera de resolver este problema.
La ley tiene que protegernos de que los estados usen los asteroides como un pretexto para eludir sus obligaciones de desarme nuclear, o —caray— la agresión nuclear en el espacio, mientras que al mismo tiempo provea una excepción limitada y salvaguardada que permitiría la defensa multilateral nuclear planetaria, si llegara a darse el caso de que necesitemos la “opción nuclear” para salvarnos.
¿Una solución?
Por esto, propongo una enmienda a los tratados (o, más posiblemente, la adopción de protocolos adicionales) para forjar una nueva excepción legal a medida para el uso de armas nucleares en el espacio, en los casos en que se identifique y verifique un gran NEO en curso de colisión, y donde el equilibrio de la opinión científica independiente apoye claramente una respuesta nuclear.
Al mismo tiempo, para promover certidumbre, proteger contra abusos y aumentar las posibilidades de éxito mediante compartir conocimientos y recursos, también argumento a favor de la creación de un nuevo organismo multilateral para tomar decisiones y supervisar, compuesto de todos los estados (o tantos estados como sea posible), y el cual, adicionalmente, incluirá la participación directa de expertos y organizaciones científicas nombrados de manera independiente.
https://newsweekespanol.com/2019/02/fotografias-marte-rover-opportunity/
La meta es que este organismo nuevo esté equipado para impedir que los países hagan mal uso de la nueva excepción legal para desarrollar programas espaciales nucleares militarizados, mientras que al mismo tiempo se evita el problema de enfrentar puntos muertos asociado con las instituciones existentes (como, por ejemplo, el Consejo de Seguridad de la ONU) si la humanidad tiene que actuar con rapidez para evitar el mismo destino que los dinosaurios.
Todo esto sería extremadamente complejo (legal, política y financieramente) y requeriría de una cantidad enorme de tiempo para establecerse. Pero cuando se trata de la “amenaza de asteroides”, el tiempo no es un problema. Hasta que lo es. Entonces, sugiero que empecemos ahora.
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James A Green es profesor de ley pública internacional en la Universidad de Reading, Reino Unido.
Este artículo se publicó originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons. Lee el artículo original.
Las opiniones expresadas en este artículo son propiedad del autor.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek