Más de 23 mil pesos al mes cuesta el tratamiento a base de antirretrovirales que requiere Rox, quien desde hace 13 años vive con VIH, sin contar con los gastos de alimentación y protección que requiere para tener una buena calidad de vida para ella y sus cuatro hijos.
Rox es parte del Grupo VIH Vida de Ciudad Juárez, lo que le ha permitido mantenerse estable emocional y físicamente.
“Los grupos de apoyo me han mantenido fuerte. Los 3 primeros años estuve encerrada en un cuarto porque tenía el temor a ser discriminada y que discriminaran a mis hijos”, comenta.
La historia clínica de Rox, comienza en junio de 2006 cuando falleció su exmarido de SIDA. “Yo ya me había separado de él, y se había ido con otra persona; yo era madre de familia, educada en una estructura tradicionalista, donde me decían que no había que tener relaciones sexuales antes del matrimonio ni tener una vida promiscua”.
Para entonces Rox y sus cuatro hijos vivían en Veracruz, donde le negaron la atención, así que se trasladó a Ciudad Juárez, donde radica su familia y de donde ella es originaria.
“Ya en Juárez, me atendí en un consultorio privado, me hicieron estudios y salió positivo. Lo primero que piensas es que te vas a morir, entonces entré en una fase final ya que mis defensas bajaron mucho porque para estar bien con esta enfermedad debes estar estable emocionalmente para poder recuperarte”.
Era junio de 2006 cuando todo esto ocurrió, y pasarían cinco meses para que con el apoyo de familiares y el esfuerzo de los médicos y de ella misma pudiera adoptar un tratamiento a base de antirretrovirales que hoy la mantienen con vida y a lo cual, no habría sido posible acceder sin el Seguro Popular, pues la dosis que requiere tiene un costo aproximado de 23 mil pesos que constan de dos botes del fármaco.
A la par de los medicamentos, un paciente con VIH debe invertir en alimentación sana y balanceada, medidas de protección para su piel, cuidados en casa y medicamentos para mitigar el dolor de cabeza y muscular que causa el tratamiento antirretroviral.
Aunque culminó hace un año con su licenciatura en Trabajo Social, Rox asegura que es complicado acceder a un mejor puesto y salario. “Me han limitado las oportunidades ya que no puedo acomodarme en un puesto de Gobierno del Estado porque nos piden las pruebas de VIH forzosas y eso me deja fuera de las oportunidades”.
Sus hijos, hoy de 21, 20 y otros dos de 15 años cursan la universidad y bachillerato respectivamente. Han tenido que aprender a vivir con la enfermedad de su mamá. “Para ellos ha sido muy fuerte enterarse de mi enfermedad, he tenido que mantenerlos en terapia psicológica para que sepan que un día, mamá ya no va a estar”.
La lección para la familia es difícil de asimilar. “Hoy aprendí que tienen que vivir con ello, tuve que aprender a hacerle frente y aceptar que es parte de mi vida y que tengo que disfrutar igual que todos, que tengo derechos igual que todos”.
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