Un nuevo sistema de alerta sísmica podría proporcionar segundos adicionales para que los ciudadanos de la Costa Oeste de Estados Unidos se preparen para el “Big One”, un inminente terremoto potencialmente devastador.
El 8 de septiembre de 2017 se escucharon las sirenas en toda la Ciudad de México. Un minuto después, el suelo comenzó a estremecerse debido a un gran terremoto que se originó en la costa sur del país. El sismo cobró, al menos, 60 vidas, pero aquel minuto tal vez salvó algunas más.
El sonido de una sirena es algo a lo que no está habituada la vulnerable Costa Oeste de Estados Unidos. “Sé que hay un terremoto porque siento la sacudida”, dice Robert-Michael de Groot, residente de las inmediaciones de Los Ángeles.
De Groot coordina un programa del Estudio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), el cual está dirigido a cambiar esta situación. Se trata de un proyecto para alertar a la región del Pacífico sobre la inminencia de un terremoto que daría a los habitantes los valiosos segundos que necesitan para escapar a la muerte. Semejante alerta anticipada es urgente en esta zona, donde en cualquier momento podría haber un terremoto gigante (que los lugareños denominan Big One). Así que De Groot y su equipo en el USGS están trabados en una carrera contra el Big One; y por ahora, el terremoto lleva la delantera.
Predecir un terremoto es —al menos por ahora— imposible. Las zonas de falla (roca triturada que separa grandes secciones de la corteza terrestre, donde se originan los eventos sísmicos) no hacen advertencias consistentes que nos prevengan de un desastre inminente. Y construir un sistema de alarma en toda la ciudad —como los que usan México y Japón— requiere de infraestructura, dinero y tiempo, de los cuales no dispondrán las ciudades estadounidenses a corto plazo.
Por ello, el USGS está concentrando esfuerzos en ShakeAlert, que emite una sirena digital mucho más dirigida. El programa utiliza una señal de alarma muy confiable: el propio sismo. El epicentro del terremoto envía ondas de energía a través del suelo o el mar. Esas ondas hacen que los caminos se fracturen y los edificios colapsen. Sin embargo, las ondas de radio son más rápidas, y eso significa que una señal de radio emitida desde el epicentro de un terremoto llegará a una ciudad segundos antes que el temblor. Y una alerta transmitida mediante una señal de radio daría a los habitantes un momento —aunque sea breve— para prepararse.
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ShakeAlert consiste en una red de sensores que precisan la ubicación de cualquier actividad sísmica tan pronto como comienza. Cada sensor está integrado por un cubo de caucho enterrado en el subsuelo, el cual contiene sensores que captan temblores. Encima hay una antena que envía datos a las computadoras del USGS, las cuales calculan cuánto movimiento causará el temblor cuando llegue a determinada localidad.
El USGS considera que, para alertar de un terremoto a California, Oregón y Washington, hacen falta 1,675 sensores dispersos en la región. Hasta ahora, hay 859 sensores operando en la región. Las ciudades son prioridad, apunta De Groot, y dos tercios de la red de California quedarán terminados para fines de 2018.
El proceso ha sido mucho más lento de lo que esperaba el USGS, dado que la instalación comenzó hace más de una década. Parte de la demora del proyecto se ha debido a que la dependencia está operando, actualmente, con la mitad del presupuesto deseable. Cada sensor cuesta alrededor de 60,000 dólares; pero a fin de responder a lo que Donald Trump considera “prioridades mayores”, el mandatario ha pedido que cancelen los fondos en dos ocasiones: primero, en mayo de 2017, y nuevamente en febrero pasado. Aunque el Congreso ha restituido parte del dinero para el presupuesto gubernamental de este año, todavía no ha decidido si continuará proporcionando fondos el próximo año.
Probar el mérito del sistema plantea un problema peculiar: el mejor momento para averiguar si ShakeAlert funciona es durante un evento real. “Es conveniente que haya un terremoto de verdad. Pero no demasiado grande, claro”, dice De Groot.
Su deseo se hizo realidad el 4 de enero, cuando un sismo de magnitud 4.4 sacudió Berkeley. El sistema del tren ligero del Área de la Bahía —conocido como BART— pretende usar el programa para detener sus trenes antes de que llegue un terremoto. El 4 de enero, BART recibió un ShakeAlert que indicaba la intensidad del temblor inminente; no obstante, el fenómeno alcanzó la ciudad justo después de las 2:30 horas, cuando no había trenes en las vías. Con todo, Chung-Soo Doo, ingeniero de BART, dice que la dependencia gubernamental alertó con éxito a los obreros de una construcción antes de que empezara el terremoto.
De haber estado operando, el centro de control del sistema de tránsito habría ralentizado automáticamente los trenes e informado a los operadores humanos, para que pudieran determinar si era necesario detenerse. Desde la perspectiva de seguridad pública, añadió la ingeniera de BART, Tracy Johnson, ShakeAlert parece algo que el sistema ferroviario podría explotar “con muy pocos inconvenientes”. En opinión de Johnson, el único riesgo son las falsas alarmas. Un programa parecido —implementado con el sistema del tren ligero de Los Ángeles— se encuentra en sus primeras etapas, y el USGS espera que también las compañías de servicios públicos, los respondedores de emergencia, y los servicios de educación y atención médica puedan usar ShakeAlert.
Es improbable que ShakeAlert sea de acceso público en un futuro previsible, porque no existe la tecnología necesaria para un sistema tan generalizado. Si bien las alertas masivas para tornados y alertas Amber para niños desaparecidos permiten más tiempo de preparación, el valor de las alertas para terremotos termina en cuestión de minutos. “A la fecha, no hay manera de comunicar al público, rápidamente, el mensaje de nuestro sistema, porque ninguno de nuestros sistemas fue construido pensando en términos de velocidad”, informa De Groot. “La belleza de las alarmas para huracanes o tornados es que tienes tiempo para hacer algo al respecto”. De modo que cualquier suscriptor que reciba las alertas tiene que saber cuál es la mejor manera de responder en cuestión de segundos.
No importa cuánta tecnología tengamos, agrega De Groot, siempre estará fundamentada, eminentemente, en conjeturas. Ningún simulacro para terremotos y ninguna simulación computarizada puede imitar la realidad del Big One. “Los terremotos son organismos muy complejos”, concluye De Groot.
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek