En su nuevo largometraje, que se estrena este 14 de diciembre en Netflix, el cineasta mexicano lleva a la pantalla grande pasajes íntimos de su infancia y del México racista y represivo de los años 70.
Después de vivir y trabajar varios años en el extranjero, Alfonso Cuarón sintió una necesidad imperiosa de retornar a México.
Tras el apabullante éxito de su largometraje Gravity, que en 2014 ganó siete premios Óscar, el cineasta mexicano se planteó regresar para filmar una película acerca “de lo que me formó cuando era niño: mi familia y mi país. La hice con todo el cariño que le tengo a toda mi historia y a esas relaciones, también con una gratitud a un país que es hermoso”.
Y, de inmediato, precisa: “Pero a la vez tenía que reconocer mis cicatrices y las tendencias que son nocivas tanto familiar como socialmente”.
En Roma, nominada a tres Globos de Oro en la categoría de mejor película extranjera, mejor guion y mejor director, el cineasta mexicano lleva a la pantalla grande pasajes íntimos de su infancia, recreando escenas de lo que componía su cotidianidad familiar: los desayunos apresurados antes de partir al colegio; las cenas y carcajadas frente al televisor; los juegos y las peleas típicas de hermanos que, en paralelo, van atestiguando que las cosas entre mamá y papá marchan mal.
Cuarón decide mostrar al desnudo esa etapa de la infancia en la que comenzó a comprender que la vida no es un cuento de hadas, que el amor de los padres no es eterno, que las mujeres se quedan solas haciendo frente a sus dolores más inmensos.
“Esta película para mí era una necesidad vital, creo que el estar tanto tiempo fuera de México, por cuestiones de vida y por no querer estar lejos de mis hijos, me llevó a regresar. Por otro lado, es un momento en que esta fantasía, esta sirena del cosmopolitismo en donde uno es ciudadano del mundo, se desgasta, entonces uno vuelve y lo hace, porque si uno no tiene las raíces bien encajadas en su origen y en su cultura, te transformas en un ser humano muy estéril”, comenta.
Ante un entorno que poco a poco se hacía más denso y enrarecido, lo mismo en el hogar que en las calles del México de los años 70, dos mujeres aparecen como los pilares de esa familia de clase media alta que habitaba en la colonia Roma: la madre y la nana.
En especial, la nueva cinta de Cuarón, que se estrena en Netflix este 14 de diciembre, versa sobre Libo, la nana mixteca que llegó a su vida cuando tenía menos de un año de edad.
En Roma, Libo se llama Cleo y representa a esas mujeres que han existido por generaciones en cientos de familias mexicanas: una trabajadora doméstica a la que sus empleadores aman como si fuese otro miembro de la familia pero que, pese a todo ese gran cariño, trabaja sin recibir ningún tipo de prestación social y hace frente a actos abiertos o velados de discriminación.
“El tabú es lo que sucede en la película —explica Cuarón— y suena más o menos así: ‘Cleo, te amamos, nos salvaste la vida y queremos ir a conocer tu pueblo, pero tráete unos gansitos, un licuado, y vete a lavar la ropa’.
“Y es que, incluso en las mejores relaciones y en las propias relaciones amorosas, sigue existiendo esa barrera social”, enfatiza durante una conversación telefónica desde Londres, en donde actualmente reside con su familia.
Al primer trimestre de 2017, los trabajadores domésticos remunerados no tuvieron acceso a instituciones de salud. De acuerdo con un estudio del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), 60 por ciento de las trabajadoras ha manifestado que estarían dispuestas a ver una disminución en su salario a cambio de su incorporación al Seguro Social.
“Lo de las empleadas domésticas —refiere— es algo que existe desde la Colonia y, la verdad, es casi una esclavitud implantada, y ese tipo de discriminación sucede con las trabajadoras domésticas y con los empleados domésticos, pero también sucede en general con toda la clase indígena de nuestro país”.
RAZA Y COLOR DAN PRIVILEGIOS
Antes de Roma, Cuarón dirigió películas de mucho relumbrón, como la multipremiada Gravity, además de Solo con tu pareja, Y tu mamá también, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, Children of Men, entre otras.
En su nueva película, el director de cine pone en el centro de su reflexión el racismo que campea en México.
“Pocos reconocemos el profundo problema de racismo que sufre nuestro país, porque sí es un problema: a los mexicanos nos gusta apuntar el dedo cuando otros son racistas, pero nos cuesta mucho reconocer el racismo interno que se vive en nuestro país. México es un país preocupantemente racista y existe una relación entre clase y raza porque el color de piel que tienes te da privilegios”, señala.
“Y por eso me enojo con estos temas porque yo me puse de a pechito, a mí y a mi familia”, agrega sobre la manera en que utiliza su historia para hacer visible un problema que está arraigado desde nuestro círculo más cercano, como lo es la familia.
A los mexicanos nos encanta reconocer nuestras raíces cuando se trata de presumir que tenemos las mejores playas o las inmensas pirámides que crearon nuestros antepasados, cuando se trata de poner mariachi en una fiesta, cuando tomamos mezcal y comemos tacos de canasta. Pero algo sucede al mexicano en el momento de reconocer sus raíces autóctonas. Y es que, para Cuarón, “no sabemos, no podemos o no queremos reconocer a nuestros pueblos autóctonos, a las naciones originales, a la población indígena, y ese sí me parece un problema muy fuerte”.
En este punto hace una pausa. Antes de que el silencio se alargue demasiado, continúa el cineasta: “Estos temas están profundamente arraigados en nuestra sociedad y hay un tema del que se habla poco: ese paradigma de que tu color y raza tienen que ver con el dinero que tienes, en realidad es un paradigma que únicamente se ha roto y ha cambiado con la cultura del narcotráfico. Creo que alguien se debe detener un momento para ver de dónde nace parte de ese poder que tienen los narcos ahora, nos toca preguntarnos: ¿quién les ha dado ese poder?”.
Hace unas semanas, Yalitza Aparicio fue designada por la revista Time como una de las diez mejores actrices de 2018. La actriz mexicana, que interpreta el papel de Cleo en Roma, fue atacada en las redes sociales por haber posado para la revista Vanity Fair con vestidos de Gucci, Louis Vuitton y Prada. Las reacciones en las redes sociales al ver sus fotografías fueron indignantes: se inundaron de comentarios racistas que cuestionaban a la actriz por haber posado con ropa de diseñador.
Al respecto, Cuarón comenta: “La verdad, me dolió. Me duele como país, esto que sucedió con Yalitza es aterrador, preocupante y muy triste. Yo no sé si en México esté regulado el comentario racista como un crimen. No sé si haya una ley que, como muchas cosas en nuestro país, no se aplica. Pero es una cuestión sistemática, porque una cosa son los comentarios racistas, que son aterradores, pero otra cosa son los usos y costumbres, que son igualmente aterradores”.
Y precisa: “Creo que mínimo se podría hacer el experimento de observar el trato que recibe la gente blanca en México a diferencia del que recibe la gente morena. Por desgracia, es diferente”.
“Pobres de los que no pueden ver la belleza de esta mujer”, lamenta el cineasta. Lo cierto es que también se ha visto un enorme reconocimiento y cariño hacia la actriz, oriunda de Tlaxiaco, Oaxaca, que pasó de soñar con ser maestra de preescolar a volverse una actriz reconocida internacionalmente con este filme de Alfonso Cuarón.
MÁSCARAS Y REPRESIÓN
Roma también aborda otras problemáticas que siguen vigentes desde las décadas de 1960 y 1970 en México, como es la violencia del Estado.
“La represión del gobierno que vemos en la película, esa represión no ha terminado. Lo que es aterrador es que, al conectarme y tratar de recuperar mi país y hablar de lo que me formó, se me hizo bien evidente que esas cosas no han cambiado, simplemente se han agudizado y ahora están peor que nunca”.
Y agrega: “Hay quienes hablan de que las cosas han cambiado en México porque tienen esta quimera de que existe una democracia en nuestro país y de que los procesos han sido democráticos en los últimos sexenios, pero en realidad solo han cambiado máscaras y formas, la sustancia sigue igual”, dice Cuarón, quien se encuentra esperanzado de que las cosas en nuestro país cambien con la salida de Enrique Peña Nieto del gobierno.
Lo dijo el 1 de diciembre poco después de la toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador. “Por fin México se libera de EPN. México ha sufrido de presidentes corruptos, represores y cobardes. Enrique Peña Nieto también lo fue, pero además fue increíblemente incompetente”, escribió el cineasta mexicano en su cuenta de Twitter.
POLÉMICA CINEMATOGRÁFICA
Roma se planeaba estrenar solo en la plataforma streaming de Netflix, pero al ver la genialidad de la obra, la empresa productora y creadora de contenidos decidió romper sus reglas y, por primera vez en su corta historia, decidió que la película pudiera debutar en salas de cine tres semanas antes de su estreno en Netflix.
Fue así como llegó a los cines de distintos países del mundo, pero en México solo 40 salas exhibieron el largometraje. Ello porque empresas como Cinépolis tienen por ley una ventana de exhibición de 90 días antes de que las películas estrenadas en cine se puedan mostrar en cualquier otra plataforma. Sobre este tema, Cuarón se siente decepcionado. “Creo que son modelos anticuados y decididos por una industria que tiene que reconocer que las cosas están cambiando. Netflix nunca había cambiado su modelo y lo están haciendo por Roma, por una película mexicana en mixteca y en español, por esa película están siendo flexibles. Yo hubiera esperado que eso sirviera para que los exhibidores flexibilizaran su modelo, pero no sucedió”, cuenta con la voz apagada.
Se enciende: “Tarde o temprano va a pasar [la flexibilización en los estrenos en diferentes formatos] porque las plataformas no son una moda, están para quedarse y yo no voy a defender modelos económicos porque los dos son igual de rapaces. Sin embargo, sí creo que entre los dos modelos debería haber una responsabilidad social y cultural hacia mi país y frente a México. Hay que seguir hablando de ventanas y de la exhibición del producto nacional: me refiero en buenos tiempos y en buenas salas”.
Sobre si le hubiera gustado estrenar su película anterior, Gravity, de la misma manera que lo ha hecho con Roma, Cuarón opina: “Yo no tengo ningún problema con que se estrenen así las películas, la gente que tiene interés las seguirá viendo en el cine. Yo estoy seguro de que si Gravity la hubiera exhibido con los mismos tiempos, esas tres semanas se habrían llenado las salas de cine y a partir de eso las salas seguirían llenas porque la gente que ama ir al cine a ver una película lo va a seguir haciendo. Tengo muchos compañeros y amigos directores que tienen diferentes opiniones, hay quienes dicen que hay que defender todas las ventanas, pero ellos son directores que hacen películas de alto presupuesto y con grandes empresas. Yo sí creo que hay diversidad en el cine, por desgracia nuestras salas no le dan el espacio suficiente al nacional.
“Y, curiosamente ahora, los únicos que están creando diversidad de contenido no son los estudios de cine, son las plataformas de streaming. Ellos están creando distinto tipo de contenido, de diferentes países y en varios idiomas”, agrega elogiando el trabajo que estas plataformas están haciendo para mostrar que el talento no está solo hecho en Hollywood.
ESA ROMA YA NO EXISTE
Cuando charlamos, Alfonso Cuarón se encuentra en Londres, y la periodista que lo entrevista en la colonia que le ha dado nombre a la película. La Roma, precisa el director de cine mexicano, ya no es más el lugar donde él vivió:
“La nueva Roma es muy vibrante, pero se ha llenado de gente y ahora es una cosa más hipster y menos de barrio, aunque sigue siendo hermosa y me encanten los cafés y los restaurantes”, comenta. Pero, “si ahora estuviera en México, estaría a toda madre ir a comer al Rosetta. Viviendo fuera lo extraño todo, pero la verdad es que la Roma que yo extraño es una que ya no existe”.
Esa colonia que Alfonso Cuarón nos lleva a recorrer con la memoria forma parte de un México que ya partió. Pero sigue presente, aquí y ahora, con sus formas más reprobables: el clasismo, el racismo, el machismo. Y también con la fuerza y decisión de ese espíritu femenino inquebrantable que se sigue abriendo paso a costa de múltiples barreras.
Por ello, quizá, cerca del final de Roma, las personas están al filo de las butacas del cine. Las lágrimas corren copiosamente por las mejillas de varios. La nostalgia por todo eso que dejó de ser nos ha estrujado. El dolor por todo lo que reconocemos en común nos ha cohesionado. Vemos a Cleo desaparecer por una escalera que se pierde entre las nubes y se hace un silencio absoluto. Cuarón lo ha logrado de nuevo. Estamos vibrando ante la miseria y la belleza que reconocemos en nuestra finita condición humana.