La artista Katalina Manzano ha hecho de tambos de recolección de basura y triciclos de vendedores de nieve lienzos urbanos en Oaxaca.
El puntillismo y los colores brillantes transforman el entorno y forman parte del arte contemporáneo urbano que propone la artista plástica, el cual plantea una nueva propuesta que deja de lado el esténcil —técnica que durante los últimos 12 años ha triunfado en la capital oaxaqueña y que, incluso, transitó de los muros a las galerías internacionales.
La oaxaqueña de 32 años tiene una licenciatura en Escenografía por el Centro Nacional de las Artes (CNA), un posgrado en la Escuela Textil por la Escuela de Diseño y Artesanía del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), además de diplomados y talleres que le han permitido dominar técnicas para encontrar un estilo propio y un “lienzo” de gran formato que es el espacio público.
El fin de intervenir los objetos comunes que se encuentran inamovibles en las calles del primer cuadro del centro histórico de la ciudad —catalogado Patrimonio de la Humanidad— es visibilizar su existencia, más allá de la impresión estética.
Un gallo que brilla por el vinil y aerosol en el carrito de basura de uno de los barrenderos que sale por la madrugada a trabajar, antes del amanecer, horas previas al canto que anuncia la mañana, es una de las creaciones de “Manzano”, como firma su obra.
En la búsqueda de “soportes” que van más allá del papel y del muro, Katalina encontró un objeto circular y móvil que es herramienta de trabajo de los barrenderos: los botes recolectores de basura, los cuales usó para poner en práctica su técnica, colores y expresión de su propia identidad.
Para efectuar la intervención artística, la escenógrafa escucha las historias de las personas para quienes pinta, atiende las vivencias con las que nutre su obra, con la intención explícita de trastocar su cotidianeidad.
“Para las personas que se dedican a la limpieza de la ciudad, el hecho de haber formado parte de este proyecto artístico fue y es muy importante, automáticamente se produjo un reencuentro con los otros”, explica.
El efecto que provocó la pintura de Katalina en las personas dedicadas a barrer las calles fue transformador, puesto que dejaron de ser fantasmas que deambulan por la ciudad desde la madrugada hasta la noche, ya que a partir de una de sus herramientas de trabajo, volvieron a ser vistos y obtuvieron el reconocimiento de la comunidad.
“Mientras hacen su trabajo, algunos transeúntes los detienen y les piden tomarse fotos con sus tambos. Y ese foco que llegan a tener dentro de su oficio transciende socialmente para convertirse en un momento de impacto que se logra a través del arte”, indica.
LA CALLE, UN TEATRO
Katalina Manzano descubrió en Cozumel, Quintana Roo, su pasión por el arte urbano. Y aunque trabaja en el diseño y creación de escenografías en gran formato para presentaciones teatrales, encontró en la ciudad un extenso “lienzo” que utiliza, siempre, sin causar daño al patrimonio ni ofender a la gente.
En el mar Caribe, la oaxaqueña se empapó de street art (arte callejero), los festivales, las tendencias y la oportunidad de intervenir no solo un muro, un teléfono, una parada de autobús, un tambo de basura, sino de irrumpir y trastocar la vida de las personas.
“La escenografía se crea a partir del libreto, pero en la calles la obra nace desde las historias de los seres humanos que tienen la relación con ese entorno, con un oficio, con la ciudad misma”, explica mientras juega con su cabello negro que se extiende hasta su cintura.
En la ciudad de Oaxaca ha trabajado en cuatro muros con la técnica de puntillismo, dos en Villahermosa, Tabasco, para los cuales recurrió al uso de pintura vinílica y aerosol, este último material, asegura, le permite crear un efecto impresionista al hacer énfasis en las líneas.
Además, ha intervenido cinco tambos móviles de recolección de basura, dos cajas de registro de telefonía fija, tres teléfonos y una parada de camión.
Para Katalina, elegir el lugar en el que dejará su arte y firma es una decisión que está relacionada con el entorno y la manera en la que objetos cotidianos en desuso “generan ruido”.
En la esquina de las calles Hidalgo y Aldama, en el tradicional barrio de Jalatlaco, unos teléfonos de tarjeta que subsisten estoicos el avance de la tecnología provocaban un contraste extraño con el espacio arquitectónico y botánico que crean la iglesia de San Matías Apóstol que data de 1700 y dos árboles de coquitos que fueron sembrados en 1660. Ahí Manzano dejó un sello del arte contemporáneo urbano oaxaqueño.
OBRA ECOLÓGICA
Además de brindar un simbolismo a los objetos que interviene y correlacionarlos con la persona que los utiliza, o bien, el entorno que habitan, Katalina tiene un discurso en pro del cuidado del medioambiente.
“Es un llamado a la conservación de la naturaleza. Algún día veremos únicamente en un lienzo, en una obra de arte urbano, o en una fotografía, un colibrí, un tucán, un coyote de cola blanca, una iguana o un mono”, advierte.
Los animales forman parte de su trabajo, es una de las características de sus obras: el color, el puntillismo y su estrecha relación con la naturaleza: un animal o flores.
Define su obra social en tanto el soporte sobre el cual está expuesta, así como la capacidad que tiene para intervenir no solo estéticamente un objeto, sino transformando la vida de quien mueve u ocupa ese instrumento.
Cuidadosa de su anonimato, prefiere no tomarse fotografías debido a la prohibición de realizar intervenciones artísticas en la calle. Hace apenas unos meses, el municipio capitalino que encabeza el priista José Antonio Hernández Fraguas impuso sellos de “no autorizado” a un par de obras de esténcil del artista urbano Froy Padilla, los cuales fueron colocadas en paredes del centro histórico de la ciudad.
Sin embargo, la ciudad está llena de grafitis que afectan el patrimonio cultural, y pese a ello, permanecen en algunos sitios como la barda lateral (ubicada sobre la calle de Berriozábal) del exconvento de Santo Domingo, advierte.
No obstante, la propuesta del street art en la capital oaxaqueña ha sido reconocida en el ámbito nacional e internacional, principalmente en lo referente al esténcil.
Frente a ello, el puntillismo de Katalina cobra notoriedad como una nueva corriente de colores brillantes de pintura vinílica que mezcla el pincel, la brocha gorda y el aerosol, que más allá de retratar la dolencia social, va hacia ella, le da voz y la transforma.
EMILIANO
El sonido del carrito de basura se escucha pasadas las dos de la tarde en el Andador Turístico de la ciudad de Oaxaca. El señor Emiliano vacía las papeletas instaladas en las esquinas. El sol cae inclemente.
La sonrisa se le asoma en cuanto alguien le pregunta por su tambo. “Lo pintó una artista”. La obra de Manzano recorre diariamente la calle de Macedonio Alcalá, una de las más transitadas por conectar el templo de Santo Domingo de Guzmán con la catedral de la ciudad; a su paso, recorre al menos diez galerías.
Al ser cuestionado sobre si la obra de Katalina le trajo algún cambio, contesta que se siente “contento porque ahora las personas me ven, me preguntan por mi tambo, se toman fotografías con él y conmigo”.
El puntillismo renovador de Manzano en las calles de Oaxaca es una apuesta por la visibilización de las personas.