En los últimos meses, la prohibición de los popotes de plástico ha hecho despegar el movimiento para reducir los desechos plásticos. Ciudades y empresas están respondiendo al clamor público y han reconocido que es fácil eliminar los popotes de plástico, además de que la medida beneficia al planeta y también a sus marcas. Entre tanto, las personas con discapacidades han señalado que los popotes de plástico cumplen una función importante que todavía no han suplido los productos más ecológicos.
Como activista ambiental y por el cambio climático, tengo que cuestionar: ¿cómo podemos aprovechar este impulso y hacer que el movimiento siga siendo accesible para las personas con discapacidades y para los neófitos del movimiento ambiental?
Los críticos del movimiento contra los popotes de plástico argumentan que son muy pequeños, y que reducir el uso de un producto más grande tendría un impacto mayor. Si bien es verdad, los popotes plásticos desechables son productos que todos identificamos y hemos utilizado, y abandonarlos es un cambio de conducta sencillo para muchos que recién ingresan en el movimiento. Los ambientalistas saben que el movimiento contra los popotes de plástico no trata solo de popotes, sino que da entrada a un esfuerzo mayor para reducir los desperdicios innecesarios y dañinos que contaminan nuestros mares.
Los esfuerzos para reducir el desecho de popotes de plástico son tan accesibles a los nuevos activistas que Change.org ha observado el lanzamiento de decenas de peticiones sobre este asunto, la mayor parte iniciada por jóvenes.
Casi 140,000 personas han firmado la petición que lanzó Chelsea Chan, estudiante de bachillerato quien, luego de solicitar a su condado que adoptara una política de “popotes a pedido”, inició una campaña pidiendo a Subway que deje de usar popotes de plástico.
Por su parte, Sophia y Amanda, dos residentes de Massachusetts, de apenas 10 años, han reunido más de 160,000 firmas para la petición que dirigen a Dunkin Donuts. Después de unirse al Club de la Tierra de su escuela, las niñas iniciaron su petición al enterarse del impacto devastador de los popotes de plástico en los peces y demás formas de vida marina.
“Cuando los popotes de plástico llegan al océano, los peces los confunden con alimento, los comen, y enferman o mueren”, escriben en su petición. “De hecho, la ciencia demuestra que, cuando comes pescado, ¡bien podrías estar comiendo plástico!”.
Los esfuerzos para reducir los popotes de plástico han permitido que el movimiento ambiental se comunique con públicos nuevos y extienda su labor. Sin embargo, no creo que esto deba ocurrir a expensas de personas discapacitadas que necesitan popotes de plástico para beber. Como respuesta a las protestas de los activistas discapacitados, varias empresas han adecuado sus prohibiciones de popotes de plástico a fin de incluir los popotes de papel “a pedido”. Si bien es una buena medida, las compañías deben prestar atención a las necesidades específicas de la comunidad discapacitada, la cual ha dejado claro que los popotes de plástico son los únicos que sirven, ya que los de papel se disuelven fácilmente en los líquidos.
Proporcionar popotes de plástico solo “a pedido” mermará enormemente la cantidad de desperdicios plásticos que producen los restaurantes de todo Estados Unidos. También demostrará que las voces de los nuevos activistas y los consumidores ambientales son muy importantes, y que tienen el poder para exigir reducciones aun mayores en los desechos plásticos.
Este tipo de accesibilidad es la esencia del movimiento ambiental: luchar para proteger un planeta donde todos los animales y los humanos -no obstante sus capacidades- puedan tener vidas saludables y felices.
Juliana Britto Schwartz es directora asociada de campañas, América del Norte, para Change.org.
La opinión expresada en este artículo es exclusiva de la autora.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek