Donald Trump y Kim Jong Un se dieron un apretón de manos tras décadas de tensiones entre Estados Unidos y Corea del Norte.
Los líderes se reunieron a las 9:00 de la mañana en un lujoso hotel en la isla de Sentosa, bajo la mirada de millones de personas en todo el mundo.
Tras el saludo, el mandatario estadounidense se apresuró a decir que “vamos a tener una gran discusión y será tremendamente exitosa. Es un honor y tendremos una relación excelente, no tengo dudas”.
“No fue fácil llegar aquí… Hubo obstáculos, pero los vencimos para estar aquí”, respondió Kim.
Ambos se entrevistarán a solas, y después habrá un encuentro con sus equipos respectivos y una comida de trabajo.
Horas antes Trump, durante un almuerzo con el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, se había mostrado confiado en lograr una solución a la crisis. “Creo que todo va a andar bien”, declaró.
La cumbre, que ofrece una visibilidad internacional al líder de un régimen aislacionista y cuyos desplazamientos al extranjero son contados, ya se interpreta como una concesión mayor de parte de Estados Unidos.
El presidente surcoreano, Moon Jae-in expresó su confianza en el encuentro del martes, aunque pidió paciencia.
“Aunque el diálogo comience bien, se necesitará probablemente un diálogo de largo plazo, que puede tomar un año, dos, o incluso más para resolver todos los temas que hay sobre la mesa”, entre ellos la desnuclearización, subrayó.
En un despacho sobre el viaje del líder norcoreano, la agencia de prensa norcoreana KCNA se refirió a la llegada de una “nueva era”, confirmando que en la agenda de la cita está la desnuclearización pero también “un mecanismo para que haya una paz permanente y duradera en la península coreana”.