Tensión muscular, insomnio y dolores de cabeza…el estrés, especialmente cuando es crónico, puede tener una amplia gama de consecuencias negativas para la salud física, mental y emocional. Ahora un nuevo estudio reveló que un cerebro estresado cierra directamente glándulas específicas en el intestino, lo que afecta a las bacterias intestinales y al sistema inmunológico en general.
Investigaciones previas sobre la conexión intestino-cerebro se han centrado en cómo las bacterias afectan al cerebro. En ese sentido, el neurocientífico John Cryan, que revisó el estudio publicado en Cell, informó cómo los estados psicológicos pueden ejercer un control “de arriba hacia abajo sobre las bacterias”.
Desde hace tiempo, los investigadores han explicado que existe una comunicación entre el intestino y el cerebro. En momentos de estrés, el cerebro provoca la liberación de hormonas que pueden desencadenar enfermedades intestinales, como la enfermedad inflamatoria intestinal. Además, algunas bacterias en el intestino pueden emitir señales químicas que influyen en el comportamiento.
Sin embargo, las vías de comunicación neuronal son menos conocidas. Para conocer más del tema, el neurocientífico Ivan de Araujo, del Instituto Max Planck de Cibernética Biológica en Tübingen (Alemania), y sus colegas se centraron en unos pequeños órganos llamados glándulas de Brunner, que se encuentran en las paredes del intestino delgado. Poco se conocer de estas glándulas, salvo que producen moco y contienen numerosas neuronas.
MÁS SUSCEPTIBLES A LAS INFECCIONES
Al experimentar en animales, el equipo de investigación descubrió que la extirpación de las glándulas de Brunner de los ratones hacía que los animales fueran más susceptibles a las infecciones. Asimismo, aumentaba los marcadores de inflamación, una inundación de sustancias químicas y células inmunes que pueden dañar los tejidos.
De igual manera, el equipo observó un efecto similar en los seres humanos: las personas a las que se les habían extirpado tumores de la parte del intestino que contenía las glándulas de Brunner tenían niveles más altos de glóbulos blancos (un marcador de inflamación), a diferencia de las personas a las que se les habían extirpado tumores de otras zonas.
Un análisis más exhaustivo reveló que la eliminación de las glándulas de Brunner en los ratones provoca la desaparición de bacterias del género Lactobacillus, que residen en el intestino delgado. En un tracto gastrointestinal saludable, los lactobacilos estimulan la producción de proteínas que funcionan como un sellador entre las células que recubren el intestino, manteniendo la mayor parte del contenido intestinal en su interior mientras permiten que ciertos nutrientes ingresen al torrente sanguíneo.
EL CEREBRO ESTRESADO Y SU COMUNICACIÓN CON EL INTESTINO
No obstante, cuando los lactobacilos desaparecen, el intestino se vuelve permeable y las “cosas que no deberían pasar a la sangre lo hacen”. Y como respuesta, el sistema inmunológico ataca a estas moléculas extrañas, causando la inflamación y la enfermedad observadas en ratones sin glándulas de Brunner.
Posteriormente, los científicos examinaron las neuronas de las glándulas y hallaron que se conectan a fibras del nervio vago, una vía de comunicación entre el intestino y el cerebro. Estas fibras van directamente a la amígdala cerebral, que está involucrada en la respuesta a las emociones y al estrés.
“La especificidad de conexión entre el cerebro estresado, las glándulas de Brunner las bacterias y el sistema inmunológico es asombrosa”, comentó por su parte Asya Rolls, neuroinmunóloga del Instituto Tecnológico de Israel.
En tanto, para Christoph Thaiss, microbiólogo y neurocientífico de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia, “este estudio podría ayudar a los investigadores a estudiar cuestiones como por qué algunas personas son más resistentes al estrés que otras”. N