A dos meses de las elecciones en México, las cuales han sido consideradas las más grandes de la historia, ya que se disputaron más de 20,700 cargos, hoy se vislumbran grandes desafíos e incertidumbres respecto al rumbo que tomará el país con Claudia Sheinbaum, la presidenta electa.
A nivel federal se contendió por la Presidencia de la República, 128 cargos de senadores y 500 diputados, y a esto se sumaron elecciones locales en las 32 entidades federativas.
Particular relevancia tiene la victoria total lograda por el Movimiento de Regeneración Nacional, más conocido como Morena, que logró mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso de la Unión, además de abrumadoras conquistas a lo largo y ancho de todo el país. Y, sobre todo, destaca el contundente triunfo de Claudia Sheinbaum para la presidencia con márgenes nunca vistos.
¿SE TRATÓ DE UNA ELECCIÓN DE ESTADO?
Este avasallador triunfo no está exento de cuestionamientos. La sombra de haber sido elecciones de Estado permea diversas esferas de la sociedad, particularmente en la oposición. Si hablar de elecciones de Estado es referirnos a la abierta manipulación de los procesos electorales a través del aparato gubernamental a fin de favorecer a la candidata oficialista y a su partido, y donde todas las esferas de gobierno, incluida la máxima magistratura, usan recursos humanos, materiales y económicos del erario para lograr el triunfo y perpetuarse en el poder, entonces hay clara evidencia de que esto ocurrió en las pasadas elecciones.
La evidencia es clara: recursos públicos para las campañas, manipulación de los programas sociales, compra y financiación de encuestas, manejo de redes sociales con bots para propiciar una “guerra” de noticias e información, la mayoría de las veces falsas y a favor de la candidata oficialista y denostando a los contrincantes, e incluso presionando a los medios de comunicación, comunicadores y periodistas no afines al oficialismo.
Además, el mismo presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, clara y abiertamente se posicionó como el “coordinador de campaña” de la candidata que él mismo eligió.
A un par de meses de que Claudia Sheinbaum asuma la presidencia muchas son las opiniones en cuanto a lo que será su mandato. Por una parte, están las voces que anuncian una total continuidad del gobierno actual, al punto de señalar que estamos ante un nuevo “Maximato” en el que el “jefe supremo” continuará moviendo los hilos del poder, perpetuándose así el obradorismo en clara alusión a que Andrés Manuel López Obrador será el poder real detrás de la presidenta y que sus anunciadas intenciones de retirarse son solo demagogia.
LA PRIMERA PRESIDENTA DE MÉXICO PUEDE PASAR A LA HISTORIA
Por otra parte estamos quienes, ávidos de institucionalidad, de respeto al Estado de derecho, de unidad nacional, de justicia, de equilibrio y división de poderes, de paz y de que el país recupere su prestigio en el mundo, confiamos en que Claudia Sheinbaum pase a la historia no solo como la primera mujer que dirige los destinos de este país, sino que además lo haga de tal manera que la historia la registre como la mejor presidenta de México de todos los tiempos, aunque suene idealista e incluso utópico.
Los nombramientos que Sheinbaum ha presentado como integrantes de su gabinete son claroscuros. Ha integrado a personas de renombrada capacidad, conocimiento y trayectoria, al tiempo que ha nominado a otros cuya reputación es ampliamente cuestionable.
Sabemos que la política requiere de pesos y contrapesos, de ceder y ganar, de negociar y conciliar; no obstante, esperamos que la próxima presidente asuma y ejerza el poder de manera autónoma e independiente.
Son muchos los desafíos que la nueva administración deberá hacer frente: crisis democrática, violencia, pobreza, desigualdad, rezagos de todo tipo, inequidad, inseguridad y otros que se suman a esta lista, a lo que además hay que considerar el escenario externo, particularmente con Estados Unidos, ya que los resultados de las próximas elecciones serán determinantes en el rumbo de la relación bilateral más importante que tiene México, más aún si el triunfo lo obtienen los republicanos con Donald Trump a la cabeza.
SHEINBAUM TIENE UN MUNDO DE TRABAJO POR DELANTE
En el plano internacional también apremia que la próxima presidenta reposicione al país en los foros internacionales y en los distintos ámbitos regionales y afiance sus relaciones bilaterales a través de una clara política exterior de Estado, menos ideologizada y más acorde con el rol que debe asumir México al ser una de las 15 mayores economías del mundo.
Continuidad o rumbo propio, sometimiento o independencia, prestigio o deshonra, son solo algunas de las disyuntivas que deberá enfrentar la próxima presidenta de México, ya que de ello dependerá el destino de todos los mexicanos, más allá de colores partidistas.
Ya Raymond Aron en su libro Paz y guerra refería que los estadistas buscan en su actuar frente a otros la seguridad, el poder o la gloria. Confiemos en que como presidenta Claudia Sheinbaum sabrá ejercer el poder que le ha conferido el voto de millones de mexicanos y que garantice la seguridad para todos en todas sus dimensiones. Con ello seguramente pasará a la historia con honor y gloria, como una verdadera estadista. N
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Luz Araceli González Uresti es profesora investigadora de Relaciones Internacionales de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad de la autora.