“¡Ordenen mujeres sacerdotes!”, gritan activistas vestidas de púrpura a pocos pasos del Vaticano, donde alzan la voz contra el “patriarcado” y el “clericalismo”. Las protestas ocurren en pleno Sínodo sobre el futuro de la Iglesia católica. Entre los temas candentes sobre la mesa del Sínodo del Vaticano, celebrado a puerta cerrada, figura el lugar de las mujeres en la iglesia, un tema que mantiene en vilo las esperanzas de los grupos feministas por ser sacerdotes y las preocupaciones de los conservadores.
Durante el encuentro, una veintena de integrantes del Consejo de Mujeres Católicas (CWC), que agrupa a asociaciones de varios países, se reunieron en Roma en una serie de actos que incluyen debates, proyecciones y liturgias.
A NIVEL MUNDIAL, LAS MUJERES ENFRENTAN AL VATICANO Y EXIGEN SER SACERDOTES
Procedentes de Europa, Estados Unidos, Sudáfrica, Australia, Colombia o India, todas comparten “la misma frustración”: ver a las mujeres excluidas de los procesos de decisión y relegadas a papeles consultivos dentro de un sistema “patriarcal y machista”.
Sin embargo, entre los 1,300 millones de fieles en todo el mundo, “la mayoría de las personas que sostienen la vida parroquial y transmiten la fe en las familias son las mujeres. Es paradójico e injusto no darles el lugar que les corresponde”, expresó a AFP Carmen Chaumet, del Comité de la Jupe.
Este comité francés, creado en 2008, aboga por una mayor paridad en temas como la función del diácono —que puede celebrar bautizos, bodas y funerales, pero no misas—, que está reservado a los hombres.
“Si vas al Vaticano o a una misa, ves a cientos de sacerdotes vestidos igual, pero ni una sola mujer. Tienes la impresión de que los hombres son los propietarios de Dios… No tiene sentido”, reclama Teresa Casillas Fiori, una madrileña de 57 años integrante de la asociación “La Revuelta de Mujeres en la Iglesia”.
El Sínodo sobre el futuro de la iglesia, que comenzó el 4 de octubre y se extiende hasta el 29 de octubre, marca un hito histórico: por primera vez 54 mujeres, religiosas y laicas, figuran entre los 365 miembros con los mismos derechos de voto que los obispos sobre las propuestas que serán presentadas al papa, quien tendrá la última palabra sobre las reformas.
Una “revolución” para los observadores. “Un primer paso”, dicen las asociaciones femeninas, a las que les gustaría “cambiar el chip en términos de la estructura de poder y reflexión”.
Adeline Fermanian, copresidenta del Comité de la Jupe, reconoce las “aperturas” en el discurso de Francisco sobre la delicada cuestión de la ordenación de mujeres, que sigue bloqueada.
Desde su elección en 2013, Francisco, quien ha abogado por una iglesia más acogedora para los divorciados y la comunidad LGBT, ha hecho hincapié en las responsabilidades de las mujeres, oficializando su lugar en la liturgia y nombrando a más mujeres en puestos clave de la curia, la administración central del Vaticano.
UNA PERSPECTIVA MUY PATRIARCAL
Pero para algunos son reformas “cosméticas” que ocultan una percepción sesgada de la mujer. Se observa “un vocabulario de subvalorización de las vocaciones particulares de las mujeres”, lamenta Adeline Fermanian.
“Es una cuestión de representación. Las únicas vocaciones que se nos dan son las de madre, esposa, religiosa. Se insiste siempre en la figura de la madre, como la Virgen María, por ejemplo. Es una perspectiva muy patriarcal”, señala Carmen Chaumet.
Sesenta años después del Concilio Vaticano II, considerado como una gran adaptación de la iglesia al mundo moderno, muchos reclaman ahora “algo concreto”.
“Hay una cierta urgencia y hastío” ante la lentitud de adaptación de la iglesia, apunta Carmen Chaumet. “Mientras tanto, hay víctimas colaterales, frustración, católicos que se van porque ya no se sienten aceptados”, añade.
Y concluye: “No debemos olvidar que la iglesia es mundial”, recuerda un alto prelado. “Hay expectativas (entre las mujeres) en Europa”, donde la iglesia está en declive, aunque “mucho menos en Asia y África”. N