“¡Ma’alob kanáantabaa! ¡Bueno, cuídate!”, se despide sonriente en maya y en español Santos Tuz, un joven profesor mexicano que busca enaltecer su lengua indígena desde las redes sociales, donde tiene cientos de miles de seguidores.
De 21 años, este profesor de primaria y tiktokero, orgulloso de ser el primer universitario en su familia, descubrió su vocación para divulgar el maya durante el confinamiento por el covid-19.
“Me surge la idea de por qué yo no puedo enseñar la lengua maya, si es mi lengua materna”, explica Santos, quien la aprendió gracias a que creció con su abuela.
En una vieja estación de trenes de su natal Oxkutzcab, estado de Yucatán, el joven graba un video con adivinanzas que luego subirá a sus redes sociales. Solo en Tiktok, donde aparece como @tuzsantos322, tiene 343,000 seguidores y 3.1 millones de “me gusta”.
“Verde por fuera, amarillo por dentro, ¿qué es?”, pregunta. “Estamos haciendo referencia al aguacate, que en lengua maya se dice ‘oon'”, enseña el maestro, con guayabera bordada y sombrero blanco, típicos de Yucatán. Sus hermanas, de 15 y 17 años, son el reflejo de lo que ocurre con las nuevas generaciones mayas, cuyo conocimiento de la lengua es rudimentario.
“Fue uno de los motivos por los que inicié, me di cuenta de que muchos jóvenes dejaban de hablar lengua maya o lo hablaban dentro de sus casas. ¿Por qué? Porque tenían miedo, no es que tengan pena, es miedo a ser discriminados”, explica a la AFP en la localidad de 26,000 habitantes.
Según cifras oficiales, el maya es hablado por 860,000 personas, la mayoría en la península de Yucatán, lo que la convierte en la segunda lengua indígena después del náhuatl. Unos 7.3 millones de mexicanos (6.1 por ciento de la población) hablan alguna lengua indígena, según datos oficiales.
SANTOS TUZ NO PRETENDE SER UN “INFLUENCER” DE TIEMPO COMPLETO
Santos cuenta que cuando era niño las escuelas vetaban el ingreso de estudiantes que solo hablaran maya. Y aunque ahora la educación pública es oficialmente bilingüe en Yucatán, recién se está introduciendo la enseñanza de la lengua indígena.
“Los padres empezaron a dejar de enseñar maya a sus hijos por el temor a que sean rechazados”, añade el profesor, quien comparte los conocimientos de la lengua a sus alumnos por iniciativa propia.
Pero hacerlo en las redes no fue fácil al inicio. Recibió burlas y críticas, pero también mensajes de gente alegre de haberlo encontrado, incluidos ancianos que lamentan no hablar el idioma de sus ancestros. También cuenta con seguidores en Argentina, Estados Unidos, Canadá y hasta Australia.
En la vieja estación ferroviaria hace gala de su facilidad de palabra. Solo el ruido ambiente y la falta de un micrófono le obligan a repetir el parlamento. Se graba con su celular, una cámara y un trípode que le regaló un estadounidense productor de contenidos digitales. Su familia es de escasos recursos y apenas empieza a ganar dinero con sus videos.
En comunidades que visita suelen pedirle selfis, pero no pretende ser un “influencer” de tiempo completo. Sus videos son cortos y coloridos, a veces en el campo, en su casa, en un sitio histórico o degustando un platillo típico.
Fue invitado a aparecer en “Going native”, una serie canadiense que documenta con humor la vida de los pueblos originarios, y prepara un programa con la televisión pública estatal. N