Si no se llamara Lila Downs y viviéramos en el pasado, tal vez esta mujer pudiera ser la representación de Xochipilli, antigua deidad prehispánica, cuya belleza y amor a las plantas se manifestaba en creación y ebriedad sagrada, dando como resultado cantos y versos destinados a los más dulces encuentros. En vez de ello, Downs es uno de los rapsodas más destacados del folclorismo de nuestro país y ha encabezado los festivales y ceremonias más importantes dentro y fuera de México, convirtiéndose en un avatar de la fecundidad musical contemporánea.
—Lila, ¿en qué contrasta tu más reciente grabación de estudio, próximo a darse a conocer, con el resto de tu obra?
—Este disco es una revelación aún para mí misma. Voy a incorporar sonidos norteños, que se perciben en la instrumentación como el acompañamiento del bajo quinto, acordeón y tuba —presentes en la música banda—, que en conjunto con letras más optimistas dan forma a este nuevo material.
—¿Cómo cierras el año y qué giras habrá en 2023?
—Este tiempo ha sido magnífico porque hemos estado por todas partes, desde las Jornadas Villistas en Chihuahua hasta la Guelaguetza en Oaxaca. Sin embargo, una de las grandes hazañas de este 2022 fue concretar nuestra aparición en el Festival Cervantino —uno que será muy significativo en mi carrera—, porque hace más de 20 años que no cantaba ahí. Además de ello, se suma una gira por Europa el año que viene, lo cual nos emociona profundamente.
DAR EL CRÉDITO
—A lo largo de tu carrera ¿cómo has incorporado tus estudios de ciencias sociales a la industria disquera?
—Dando crédito a quienes te formaron intelectual y artísticamente hablando, transmitiendo sus nombres e ideas a otros mediante tus propios instrumentos. A mí me lastiman profundamente aquellas celebridades que esconden sus influencias u orígenes. Aquello me parece que es apropiación cultural, mientras que citar y honrar es lo correcto, de otro modo es deshonesto.
—¿Cuál es el futuro de la música mexicana en tu apreciación?
—Recuerdo que en los premios Grammy platicaba con una serie de personas que expresaban su desacuerdo ante la incorporación de elementos regionales a géneros distintos, no obstante yo les decía que eso no era de importancia, sino el sentimiento que despierta en la gente. Las mejores canciones no tienen nacionalidad o raíz única, son himnos compartidos, como puede ser “Gifted and Black”, de Nina Simone, o “Bésame mucho”, de Consuelito Velázquez, que se convierten en parte de la cultura popular por su riqueza conceptual.
—¿Qué opinas de artistas como Lhasa de Sela o Chavela Vargas que han trascendido la barrera del idioma tal y cómo tú lo has hecho?
—Tuve la fortuna de conocer a estas extraordinarias mujeres en persona y te puedo decir que ambas estaban muy en contacto con su Eros y el Tánatos. Eran recias y seductoras al mismo tiempo, en el sentido de que su naturalidad las hacía irresistibles. Su lírica y sensibilidad son el mayor regalo que nos han dejado, por lo cual su música ha trascendido. Humildemente reconozco mucha de su influencia en mi quehacer artístico y trato de honrar su enseñanza como parte de mi formación adulta en mi trabajo.
PONER EN ALTO A OAXACA
—¿Has coincidido con Ángeles Cruz o Yalitza Aparicio alguna vez?
—Con Ángeles tengo una relación muy simpática, su mamá me daba clases en la secundaria cuando ella era una niña, pero ya de grandes hemos podido convivir más y hacer cosas en conjunto. En la otra mano, con Yalitza no he tenido el gusto de acercarme tanto como quisiera, porque siempre está rodeada de gente y proyectos. Pero, en síntesis, me llena de orgullo que mujeres como ellas o figuras como Toledo pongan en alto a Oaxaca, demostrando la pluralidad de México.
—¿Cómo llevas a Tlaxiaco sobre la piel y a su vez cómo compartes esta región con el resto del mundo?
—A manera de sentencia o profecía según se vea, mi abuela me estrechó a la tierra de forma muy peculiar. La historia es la siguiente: yo acababa de terminar la carrera en Estados Unidos a la edad de 20 años y vine de visita a casa. De repente mi abuelita fue a su recámara, sacó un bote con mi cordón umbilical, y sin decirnos nada salió al patio y lo enterró debajo de un maguey —la mujer me había impuesto el arraigo al lugar, simbólicamente hablando—. Acto seguido, como si se tratara de un encantamiento, me dijo: “De un modo u otro siempre has de volver”.
LO QUE SIENTO POR TLAXIACO…
“Ese acto me trastocó profundamente porque, a pesar de haber viajado y vivido en otras partes del mundo, lo que siento por Tlaxiaco no lo he experimentado en ninguna otra parte: su cosmovisión y sabor ante la vida han sido un referente cultural y personal que busco impregnar en la música que proyecto. De algún modo, esa ha sido mi contribución de llevar lejos el espíritu de la zona e impregnar con su esencia latitudes tan distantes como Turquía, donde se identifican mucho con nuestro sentir”.
—¿De dónde te viene el gusto por la cocina y cómo surgió el restaurante Humito?
—Del contacto con mis raíces indígenas de la Sierra Mixteca, pero, en suma, se lo debo a mi abuela. Ella cocinaba platos muy sencillos que en su momento no los valoré, pero que con el paso del tiempo dimensioné que tales recetas eran la pura vida. Humito es el resultado de muchas búsquedas y respuestas a su vez, desde mi preocupación por la preservación de la atmósfera y el costumbrismo hasta la creación de una buhardilla que alimentase a otros y se nutriera a su vez del espíritu de sus visitantes, permitiendo así que el festín sea bidireccional.
UN CAMINO EVOLUTIVO
—¿Cómo es tu relación con la muerte?
—Es una estancia muy conocida para mí. Su paso llegó cuando era una adolescente con la partida de mi padre, desde entonces ha sido un camino evolutivo en todo este tiempo. Pienso en la mortandad de mis seres queridos y la mía propia, lo que me produce automáticamente melancolía, cuestión que me ha permitido crear piezas interesantes en mi repertorio musical.
—¿Pones altares en tu casa?
—¡Sí! Es muy importante traer a los difuntos al ámbito doméstico para enfrentar su legado. Por ejemplo, mi madre el año pasado no quería que pusiéramos una foto de mi papá, porque la hacía sentir molesta e incómoda. Ellos tuvieron una relación bastante tormentosa donde hubo mucha pasión y desencuentro. Él le fue infiel varias veces, le hizo maldades de las cuales no habla, pero que le sobreviven a manera de cicatrices. Ello se traduce en que sus problemas no resueltos alterarán la percepción y trascendencia de cómo se recordará a la persona después.
—Finalmente, ¿en qué ocupas la cabeza en tus ratos de ocio?
—Hablo mucho con mis hijos y brinco de libro en libro. Actualmente estas son las lecturas que me tienen muy ocupada: Psicología y alquimia, de Carl Jung, y El corazón de Heidegger, de Byung-chul Han. Hay que mantener el espíritu activo, si no, te adormeces.
PREGUNTAS RÁPIDAS
—¿Porfiriato o caudillismo?
—Ambos. El Porfiriato tuvo muchos logros y desaciertos durante su regencia, al igual que la Revolución y sus herederos políticos. Pero si tú le preguntabas a personas sobrevivientes de la época, como mi abuela, sobre el comportamiento de los ejércitos zapatistas o la policía rural de Díaz, ella te hubiera contestado que eran iguales. Los dos peleaban por un propósito y proyecto de nación —pero adolecían de los mismos males: eran bandidos, abusivos y represores—, solo que, a la distancia, la historia es más generosa con unos que con otros. No obstante, me inclino por los rebeldes: esos que están en todos los bandos; los que dejan el camino más limpio para los que siguen evitando dejarse guiar por la comodidad que enceguece e insensibiliza la mejora continua.
—¿Silencio o ruido?
—Mutismo, cuando hay silencio es posible crear, componer y estar en paz con uno mismo.
—¿Alebrije o escultura?
—Prefiero ser un tipo nahual de la fertilidad, que da sombra y fruto a aves, hombres y coyotes. N