Tras el asesinato de 11 de sus atletas por parte de un comando palestino en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, un lema se impone en Israel: nunca más. Rápidamente, el Mosad se lanza en una campaña de asesinatos selectivos de sus enemigos.
Ese 5 de septiembre por la mañana, la delegación israelí duerme en sus apartamentos en la villa olímpica cuando irrumpe un comando del grupo palestino “Septiembre Negro”. Dos atletas israelíes mueren de inmediato y otros nueve son tomados como rehenes, con la esperanza de cambiarlos por 232 prisioneros palestinos.
Israel no puede intervenir militarmente en suelo alemán. Y la operación de las fuerzas germanas termina con la muerte de los rehenes. En Israel es una conmoción: otra vez judíos muertos en Alemania, el fantasma del Holocausto regresa.
“Es una verdadera conmoción. La naturaleza de los asesinatos, la impotencia de los atletas y el hecho de que el ataque sea en suelo alemán le daban una resonancia particular”, dice a la AFP Ehud Barak, ex primer ministro y que en la época estaba al frente de una unidad de élite del ejército.
“Había una tristeza profunda, mucha ira (…) y también el sentimiento secreto de cobrar revancha”, agrega.
“La primera ministra de la época, Golda Meir, no sabía qué hacer. Aharon Yariv, su consejero para las cuestiones de terrorismo, y el jefe del Mosad, Zvi Zamir, llegan a verla (…) y dicen una cosa: ahora tenemos que destruir a Septiembre Negro”, cuenta el historiador israelí Michael Bar Zohar.
“Y agregan: no podemos matar a todos los terroristas de Septiembre Negro, pero si llegamos, y cito, a ‘aplastar la cabeza de la serpiente’, es decir matar al jefe, entonces vamos a lograr frenar a esta organización. Golda duda muchísimo”, continúa este historiador. “¿Debe autorizar asesinatos un poco por toda Europa y Oriente Medio? Dice sí”.
El Mosad, el poderoso servicio de inteligencia externo israelí, pone en marcha entonces una operación que se volverá famosa: “Cólera de Dios”. Su objetivo es asesinar a los dirigentes palestinos de Septiembre Negro estén donde estén.
Los meses siguientes, responsables de Septiembre Negro y a veces personas cercanas a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) comienzan a caer de manera misteriosa en Europa, por obra de agentes del Mosad que operan en las sombras. Israel no reivindica ninguno de esos asesinatos por evidente temor a indignar a sus aliados europeos.
UNA MUJER LLAMADA BARAK Y LA VENGANZA DE MÚNICH
Pero los blancos de Israel no se encuentran todos en Europa. Algunos se esconden en Beirut, como Mohammed Youssef al-Najjar (conocido bajo el nombre de Abu Youssef), Kamal Adwan y Kamal Nasser.
En la noche del 9 al 10 de abril de 1973, la unidad de élite del ejército israelí, la “Sayeret Matkal”, bajo la dirección del comandante Ehud Barak, y el Mosad llevan a cabo una operación digna de Hollywood para matar a tres líderes palestinos en sus apartamentos en un elegante barrio de Beirut.
El comando embarca en barcos lanzamisiles, luego en zódiacs, para llegar a la capital libanesa donde los esperan los agentes de Mosad, provistos de vehículos alquilados y que pretenden ser turistas. El objetivo es desembarcar por la noche, subirse a los vehículos e ir hasta los apartamentos de los tres hombres, matarlos y volver por barco a Israel.
“Pero mientras nos preparábamos, fue evidente que un grupo de 15 hombres jóvenes deambulando pasada medianoche en las calles donde no se podían pagar un apartamento iba a ser sospechoso. Entonces cuatro decidimos disfrazarnos de mujer. Como tenía rostro infantil, yo era una de las mujeres”, cuenta Barak, de 80 años hoy en día.
“Llevaba una peluca morena, los labios pintados y los ojos delineados de azul. Tomamos calcetines de soldados para hacernos senos. No tenía vestido, sino pantalones, más amplios abajo. Escondimos nuestras armas debajo de nuestras camperas y explosivos en miniatura en nuestros bolsos, y granadas también”, agrega este político.
Al llegar a Beirut, el equipo se divide en varios grupos y se dirige a los apartamentos. Los israelíes sufren fuego nutrido pero asesinan a sus tres blancos. La operación deja también víctimas civiles. Y dos soldados israelíes mueren.
El comando regresa por mar a Israel. A la madrugada, Ehud Barak entra en su casa, con marcas de maquillaje en el rostro. “Por un rato, (mi esposa) estaba incómoda. Me dijo ‘¿qué pasa? No podía decirle, pero encendió la radio y ya se hablaba de lo que había pasado”.
MOSAD Y EL PRÍNCIPE ROJO
Barak cuenta que durante la operación él y sus hombres se sentían “muy confiados”. Pero este exceso de confianza de los israelíes es quizás el origen de los fallos que vinieron luego.
Tres meses después de Beirut, el Mosad piensa haber ubicado en Lillehammer, Noruega, a Ali Hassan Salamé, considerado como el jefe de operaciones de Septiembre Negro y apodado el “príncipe rojo” por su vida de dandi.
Un comando viaja para asesinarlo. Pero el Mosad se equivoca y en su lugar mata a Ahmed Bushiki, un camarero de origen marroquí. Los agentes del Mosad estaban “demasiado seguros de sí mismos”, señala Bar Zohar, autor de varios libros sobre el servicio de inteligencia israelí.
“Estaban casi seguros ya de que era una operación de rutina e ignoraron todas las señales que probaban que no era él (Salamé). Por ejemplo, vieron que el hombre al que seguían vivía en un barrio pobre, se paseaba en bicicleta e iba solo a una piscina. Un jefe terrorista no hace eso”, dice.
Tras haber matado por error al marroquí, tres agentes israelíes son detenidos en Noruega y pasan 22 meses en prisión.
Un año más tarde, el Mosad lanza esta vez una operación de largo aliento para llegar hasta Salamé. El agente “D” es enviado a vivir a Beirut, donde frecuenta el mismo gimnasio que Salamé, se hace amigo de él y su mujer, la ex-Miss Universo Georgina Rizk.
Durante años, “D” descubre las costumbres y desplazamientos de Salamé, sospechoso por otra parte de estar en contacto con los estadounidenses.
“Lo considero a la vez como un amigo y como un enemigo mortal. No es fácil. Uno sabe, en el fondo, que debe morir”, dice este agente cuya identidad no ha sido revelada en 2019 en un documental del canal israelí 13.
En enero de 1979, cinco años después del inicio de la operación, Salamé muere por la explosión de su vehículo en Beirut.
JEFE DE SEPTIEMBRE NEGRO YA NO ESTÁ
El presunto jefe de operaciones de Septiembre Negro ya no está, pero la campaña de asesinatos selectivos continúa durante las intifadas —los levantamientos palestinos en los territorios ocupados por el ejército israelí—, antes de bifurcarse sobre Irán.
“Luego de Múnich, Israel comprendió de que si no tomaba la iniciativa nadie en su lugar iba a prevenir los ataques”, explica a la AFP Ronen Bergman, historiador israelí especializado en el Mosad.
“Hay un lazo directo entre lo que pasó y lo que observamos actualmente, el hecho de que Israel utiliza los asesinatos selectivos como una de las principales armas en su política de defensa de su seguridad nacional”, agrega en referencia a los asesinatos de científicos vinculados con el programa nuclear iraní e imputados a Israel.
“Está claro que los asesinatos selectivos fueron muy eficaces contra los organizadores de atentados (antiisraelíes), pero aún hay debate para saber hasta qué punto los asesinatos de científicos del programa nuclear, a partir de 2007, lo son verdaderamente. Es difícil de medir, pero lo que es seguro es que esta política continuará”, dice Bergman.
Israel acusa a Irán de querer dotarse de la bomba atómica para destruirlo, algo que Teherán desmiente. Los israelíes se oponen a las negociaciones entre las potencias mundiales e Irán para relanzar el acuerdo sobre el programa nuclear de la República Islámica.
Con o sin acuerdo, el primer ministro israelí, Yair Lapid, ha sido claro al afirmar que su país “continuará haciendo todo lo que pueda para impedir que Irán” adquiera el arma nuclear. N