En un pueblo cafetero de Veracruz, Silvana Estrada creció en una familia de músicos. Tras aprender a tocar diversos instrumentos, con su voz se convirtió en una de las cantautoras más talentosas de los últimos años. Luego de ser producida por artistas como Charlie Hunter buscó mudarse a una de las capitales culturales más importantes: Nueva York.
Sumergida en el mundo del jazz, la joven artista emprendió un camino resonante que la devolvió a la capital mexicana. En entrevista con Newsweek México, la cantante originaria de Coatepec habla sobre su inminente segundo álbum de estudio, Marchita, así como el proceso creativo detrás de su música.
“En realidad nunca pensé en ser cantautora. Me gustaba la música y me gustaba la poesía, fue una gran coincidencia que existieran las canciones: un lugar en el que ambas cosas conviven. Pero nunca me vi así, la imagen de una cantautora para mí es muy diferente a lo que yo hago. Me considero una mujer mexicana que escribe canciones y que vive un poco del conectar con su gente”.
Luego de publicar tres sencillos de su próximo disco, el último de ellos, “La corriente”, Silvana está por presentar uno de sus proyectos más ambiciosos. Con versiones renovadas, como su famoso tema “Te guardo”, Marchita carga un bagaje cultural de nostalgia y melancolía que tanto ha definido el trabajo de la compositora. Sin embargo, no siempre tuvo esta atmósfera azul en su trabajo. Viajó por distintas facetas musicales, entre las que el jazz traspasó una parte de su formación.
“Un tiempo toqué la trompeta, pero yo siempre cantando. Eventualmente hubo una pelea entre ellas, en un punto tuve que decidir si quería hacer escalas o componer canciones. Componer es mucho más divertido. Estudié mucho a Ella Fitzgerald, a Billie Holiday, a Chet Baker, entre otras. Artistas que escuché toda la vida”.
La relación directa de la música que hoy compone tiene ciertas reminiscencias del género que se acuñó en Nueva Orleans, como esas largas notas con tintes sombríos, bellos y espesos. Mientras Chet Baker hacía llorar a su trompeta, Silvana revienta lágrimas con su voz: una mezcla del dolor universal que muchos artistas han generado. Pero siempre con un toque de las raíces mexicanas que definen muchas de sus melodías.
“Intento hacer canciones felices, pero encuentro la manera de que se vuelvan tristes. Eso también tiene que ver con mi personalidad, la tristeza me interesa mucho más. La oscuridad me brilla más que la propia luz. También es algo muy aprendido de la música que escucho porque es muy honesta: poder hablar de la pena con franqueza. Pero siempre buscando su lado bello. Crecí escuchando mucho son jarocho y tiene muchos pesares. Aprendí a contar qué te duele y cómo te duele desde tu propia interpretación”.
Aún con tintes de su carácter y personalidad, las creaciones de Silvana tienen que ver también con una nostalgia y pesar universal. Sus sonidos tristes van más allá de un dolor personal, atraviesan generaciones y fronteras de emociones pasionales, como lo han hecho cantantes como Chavela Vargas y Silvia Pérez Cruz. Un ánimo que sufre, pero solo pocas pueden materializarlo en algo tan bonito como la música, personas escogidas como lo es Silvana Estrada.
“¿Qué se siente poder hacer música? Creo que el impulso creativo se siente como una emergencia. El impulso creativo viene de dos lugares: del corazón y del estómago. Se siente como una necesidad. Se siente como tener hambre y poder comer. El arte cuando surge de un impulso creativo honesto no tiene excusa, cancelas todo por ello.
“Pero de pronto —continúa— no siempre vas a tener ese impulso. Jamás va a ser constante porque depende de muchas cosas para suceder, por eso es importante no dejarlo perder. A veces me despierto y pienso: ‘Qué ganas de escribir la mejor canción de mi vida’, pero no pasa. Escribir canciones es como un vaivén, a veces lo tienes y a veces no lo tienes”.
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El próximo 21 de enero Silvana estrenará su segundo álbum, un proyecto en el que ha trabajado por más de dos años. Un disco que, según la cantautora, tiene vida propia y ha tenido su propio ritmo por medio de un proceso orgánico. Bajo la disquera Glassnote Records, sello que ha producido a artistas como Donald Glover, Phoenix y Aurora, se convirtió en la primera artista mexicana detrás de la mítica casa discográfica.
“Necesitaba encontrar un mundo atemporal para estas canciones, que vivan sin envejecer. Un disco que pudo haberse grabado en los años 60 o en 2029, música sencilla como la voz, el cuatro, los violines y trompetas: instrumentos universales. Sin querer, ya grabado el álbum, terminó siendo una historia conceptual de una ruptura amorosa: el mundo oscuro y redondo del duelo”, concluye. N