Mucho tiempo desconfié de aquello que decían los adultos a mí alrededor hasta que me convertí en uno; en particular esa afirmación de que se puede contar a las verdaderas amistades con los dedos de una mano.
Hoy me doy cuenta de que es real, pero que también , que la asignación de los dedos para los amigos, por decirlo de alguna manera, varía de acuerdo al tiempo y nuestras etapas. Si bien no todas las personas que llegan a nuestras vidas lo hacen para quedarse creo que si ocupan un lugar importante al menos por un tiempo, aunque después ya no estén con nosotros lo ideal es que podamos mirar atrás y recordarles sino con una sonrisa al menos con agradecimiento, en algunos casos las gracias van por ya no estar, casi como si nos hubieran quitado un peso de encima aunque entonces no estuviéramos conscientes de aquello, en otros pueden ser adiós agridulces disfrazados de hasta luego, al final de día, todo el tiempo estamos convirtiéndonos en una nueva versión de nosotros mismos.
Alguna vez escuché o leí en algún lado la teoría de que somos como los árboles. Se van alimentando las raíces aprovechando todo lo que tenemos a nuestro alrededor porque ese es el soporte esencial, así bien, conforme crecemos y durante este desarrollo nos vamos fortaleciéndonos del medio ambiente, en el caso específico de las relaciones interpersonales puede que de pronto en alguna de nuestras ramas haya quien construye un nido y servimos de soporte y resguardo por una temporada, o haya quienes como las hojas que tienen un ciclo también llegan por periodos y durante estos nos acompañan, protegen y nos cuidan aunque después se vayan marchitando y sólo se queden como abono para continuar creciendo. Hay ramas que se hacen más fuertes incluso crecen tanto que se entrelazan con otro árbol. Temporadas de cosecha que nos dan frutos exquisitos pero que también, sin cuidado o en exceso pueden contribuir a podredumbre o a algunas plagas. Así pues la temporalidad de la gente en nuestras vidas varía y aunque nos cueste trabajo desapegarnos o decir adiós es justo de estas interacciones que se construye quienes somos.
Hace poco pude darme cuenta de que esto es muy cercano a la realidad, mi amigo Javier me invitó a su despedida de soltero, fuimos a la facultad juntos, la autónoma del estado y la mejor en la rama por lo que éramos un grupo muy variado. Yo sabía que tenía que entrar y hacerlo mediante el examen ya que en ese momento la situación económica era complicada y no teníamos recursos para que estudiara en una universidad privada, por su parte Javier había decidido desafiar la autoridad familiar y entrar a una universidad pública para demostrar que era mucho más que un junior obediente, así fue cómo nos encontramos.
Ahora ocho años después de graduarnos y dos de posponerlo por la pandemia hicimos el viaje de despedida de soltero, iban un par de compañeros de la universidad, algunos amigos de infancia de Javi y sus socios del bufete. El destino elegido fue Acapulco, me bastaron 30 minutos de romper el hielo para sentirme fuera de lugar por completo, hasta pensé en algún momento que podía tratarse de una broma o de un episodio de reality basura impulsado por “estrellas” locales debido a las charlas superficiales y lo montado que parecía aquello.
Aun así iba decidido a pasarla bien, hacía años que no veía a Javier más que a través de las redes sociales, antes de la pandemia incluso, y ese fin de semana no solo entendí sino que recordé el porqué. A pesar de que habíamos sido una mancuerna increíble en la universidad el mundo actual de cada uno era muy distinto, lo que antes era accesorio ahora parecía definitivo, nuestros estilos de vida, ideologías y sobre todo prioridades eran ahora muy distantes entre sí. De cualquier manera sobrevivimos el fin de semana y no la pase mal, hace un par de semanas fue su boda, le pedí a mi pareja que me acompañara y ambos pudimos cerciorarnos de que aquel día mientras Javier decidía unir su vida para siempre con la mujer que ama sería el mismo que yo lo dejaría ir.
Durante nuestra juventud nos ayudamos a ser las mejores versiones de nosotros mismos acompañándonos en nuestras locuras y construyendo nuestros ´pininos’ en el mundo legal, cada quien a su modo y desde su trinchera pero hoy lo único que tenemos en común es ese pasado.
Probablemente nos seguiremos viendo a través de monitores y pantallas de celular, incluso podríamos encontrarnos en los juzgados algún día o seamos contrarios en algún caso particular pero por ahora entiendo que no haya espacio en ninguna de nuestras manos para contar el uno con el otro, y está bien.
Un nuevo ciclo comienza y con éste siempre existe la oportunidad de necesitar la otra mano para contar a quiénes se han quedado y a quiénes llegan por primera vez.