Elkin Velásquez, director regional de ONU-Habitat, es contundente: es necesario generar reacción y compromiso por parte de los agentes sociales y urbanos.
ELKIN VELÁSQUEZ es el director regional de ONU-Habitat para América Latina y el Caribe, una rama de la Organización de las Naciones Unidas que trabaja por un mejor futuro urbano. Actualmente la unidad cuenta con oficinas en 90 países desde las que promueve el desarrollo de asentamientos humanos sostenibles con el enfoque de mejorar la calidad de vida de todas las personas en las ciudades y comunidades en donde tienen injerencia.
En el marco del Smart City Latam Congress 2021, que se realizó en Mérida, Yucatán, el pasado octubre, Elkin habló con Newsweek México sobre la nueva agenda urbana pospandemia y los problemas de urbanismo y sociabilización que esta destapó en los países de América Latina.
No cabe duda de que los meses de distanciamiento social y encierro que se vivieron por el covid-19 exhibieron los graves problemas que tiene la sociedad, y no solo eso, también mostraron los defectos de las ciudades y la forma en que fueron pensadas.
Velásquez habla de contingencias que venían de tiempo atrás y que con la pandemia se exacerbaron o llegaron a su punto máximo de insostenibilidad. “En América Latina hay un trasfondo de desigualdad, de vulnerabilidades económicas preexistentes y de exclusión social”, apunta. “Entonces, empiezas a ver que finalmente el gran número de personas impactadas son los mismos de siempre: muchos que infortunadamente perdieron la vida por la enfermedad y muchos que han recibido el impacto de la recesión socioeconómica.
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“Estos son los mismos vulnerables de siempre y es muy importante tenerlo en cuenta para poder formular las decisiones y las soluciones más apropiadas”, explica, y agrega que en América Latina la cancha no está balanceada porque no todas las personas tienen las mismas oportunidades y los más pobres resultan siempre los más afectados.
Además de ello, el directivo habla de otros tipos de exclusión que se acrecentaron con la pandemia: “Los jóvenes y los niños resultaron muy afectados en el tema de la educación. El cierre de las escuelas fue muy complicado para los menores, y hoy son los que tienen más afectación en la salud mental de acuerdo con los estudios. Las mujeres también fueron muy afectadas, perdieron empleo y tuvieron que quedarse en la casa cuidando a los niños o a los adultos mayores y por la reducción desigual de cargas en el hogar latinoamericano sufrieron más”.
Entonces, añade, “ahí es donde empezamos a decir: este es el momento para visibilizar eso, para que de aquí en adelante las soluciones incluyan esa perspectiva de reducción de las desigualdades”.
Todos estos problemas exacerbados por la pandemia se iniciaron desde el momento en que se planearon las ciudades. Por ejemplo, cuando una familia está ubicada en un barrio vulnerable no es por casualidad, es porque su condición socioeconómica la llevó a tener acceso solamente a ese sitio.
LA ENORME DISTANCIA, UN PROBLEMA
Esto quiere decir que la ciudad es distinta para cada uno de sus habitantes, apunta Velásquez: “Lo preocupante es que vemos esto como algo normal. Entonces, la forma en que se planifica la ciudad implica que algunas familias estén segregadas y normalmente los más pobres estén a mayor distancia de los lugares con mayor empleo, de los lugares que ofrecen los mejores servicios de salud y educación de buena calidad”.
En la mayoría de los casos estas personas no cuentan con los niveles mínimos de acceso a espacios públicos, espacios de esparcimiento o de cultura, sugiere el directivo de ONU-Habitat, y propone que se revisite la planeación de estas ciudades para que en cada parte de la ciudad cada familia pueda tener acceso a un hábitat saludable, agradable, apropiado y que le permita satisfacer las necesidades básicas y tener acceso a los derechos que ofrece la ciudad.
“El concepto que engloba todos estos beneficios es el de derecho a la ciudad, y en eso está fundamentada la nueva agenda urbana que promueve ONU Hábitat”, expresa.
Además, este replanteamiento y reconfiguración de las ciudades nos puede llevar a mejoras medibles en términos de acciones climáticas y desarrollar ciudades más inteligentes y sostenibles, señala.
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“Cuando cada colonia pueda tener esas características de diversidad en el uso del suelo disminuirá el número de viajes de las personas a la ciudad. Esto quiere decir que va a haber menos viajes, y si hay menos demanda de viajes, entonces, en un sistema tan ineficiente de transporte que se sustenta en el vehículo privado, vamos a tener menos generación y emisión de CO2. Lo que quiere decir que todo esto también viene con ganancias en eficiencia en el funcionamiento de la ciudad”.
Así es como Elkin Velásquez concluye que, incluso para el ingreso privado, es importante que la ciudad tenga condiciones de igualdad, equidad, desarrollo equitativo y prosperidad compartida en todos los puntos de la ciudad, porque todo ello será importante a la hora de realizar construcciones de mayor seguridad en la ciudad y con condiciones para que todo el mundo pueda ejercer sus derechos de la mejor manera posible y que el sector privado también encuentre un ambiente propicio para desarrollar sus prioridades.
Ahora, para que todo ello se implemente es necesario comunicarlo correctamente, pues implica que se transformen los comportamientos.
“Entonces, tenemos que tener una buena política, estrategias, propuestas y proyectos basados en evidencia. Tenemos que ser capaces de llamar la atención para generar reacción y compromiso por parte de los agentes sociales y urbanos”, concluye Elkin Velásquez, quien desde ONU-Habitat busca concienciar a los agentes fundamentales en las ciudades para que se implementen políticas públicas de urbanización y construcción de nuevos espacios que velen por el derecho a la ciudad de todos quienes la habitan, sin importar su estatus socioeconómico o el código postal de su vivienda. N