PARA JAYRO BUSTAMANTE, el cine y la memoria histórica de su natal Guatemala son elementos esenciales para generar agentes de cambio en la sociedad. Como ejemplo de estos preceptos se encuentran tres de los títulos dirigidos por el cineasta que han marcado un importante precedente en el cine guatemalteco y que le han dado reconocimiento internacional: Ixcanul (2015), Temblores (2019) y, recientemente, La Llorona (2020), largometraje que se estrena este 29 de julio en salas mexicanas de cine independiente, como la Cineteca Nacional en la Ciudad de México.
Después de un 2020 donde el aislamiento social en el mundo obligó al cierre forzoso de espacios destinados al entretenimiento y la cultura, como las salas de cine, el cineasta y productor Jayro Bustamente estrena La Llorona,largometraje dedicado a la memoria de las personas que fueron asesinadas y desaparecidas en el conflicto armado de Guatemala, en una historia que rueda entre el suspenso y el drama.
Tanto el guion como la dirección corren a cargo de Bustamante. Con 90 minutos de duración, el largometraje en lengua española cuenta con un elenco compuesto por María Mercedes Coroy, quien además es embajadora por los derechos de las comunidades indígenas, Julio Díaz y Sabrina de La Hoz.
Cuenta Jayro a este medio que nunca había hecho un proyecto tan estratégico, como sucede con La Llorona, en el que quiso retratar lo que sucedió con la historia reciente de Guatemala. En este, de acuerdo con el director, existe un movimiento político fuerte para olvidar la memoria histórica de su país.
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“Nadie en la escuela habla de eso. Más o menos, las clases de historia son una remembranza del paso de los presidentes, pero no se cuenta nada de lo que hicieron en términos de errores, solo en términos de construcciones, estadios, estatuas”, añade.
De acuerdo con Jayro, perder la memoria histórica de un país es una situación grave donde la estrategia del Estado se basa en el gasto de los recursos dejando de lado los genocidios cometidos. Y sí, ha hecho efecto a tal grado que lograron generar entre la población una especie de repulsión hacia el tema.
Para lograr que el público guatemalteco consumiera parte de lo que fue el conflicto armado en ese país, Bustamante ideó una manera de convertir su película en un elemento consumible para la gente. Es decir, tras realizar una investigación de mercado enfocada en los géneros de cine que más gustan a la audiencia de su país encontró que 98 por ciento está dirigido en las películas de horror y de superhéroes.
“Cuando políticamente decides borrar un genocidio de la historia de tu país estás invalidando el sufrimiento de la gente; y cuando invalidas el sufrimiento de la gente estás diciendo públicamente que el sufrimiento de esas personas no importa, entonces sigues colaborando a la discriminación colectiva”, explica Jayro Bustamante en entrevista con Newsweek México.
“LA LLORONA” DE LATINOAMÉRICA
Si bien la historia de Jayro se inspira en la leyenda de la Llorona que tanto ha recorrido la franja latinoamericana, aun antes de la Conquista, el largometraje del guatemalteco cuenta la historia de Alma y sus hijos, quienes fueron asesinados en el conflicto armado de Guatemala.
Treinta años después se abre una causa penal contra Enrique Monteverde, general retirado que estuvo al frente del genocidio. Sin embargo, el juicio en el que fue condenado fue declarado nulo y él fue absuelto. Ante esto, llega a él el espíritu de la Llorona que se libera para vagar entre los vivos en recuerdo de sus hijos caídos en aquella matanza.
Para construir esta historia, Jayro explica que el logline o fase que define la esencia en la que se desarrollará una historia dentro del cine o la literatura parte de “una Guatemala como la madre tierra cansada de llorar a sus hijos desaparecidos”.
Aunque la leyenda de la Llorona cuenta con una multiplicidad de versiones, tanto en México como en América Latina, el director decidió basarse en la historia original en Mesoamérica donde es vista casi como divinidad y no como la mujer despojada que llora porque un hombre la abandonó.
Bustamante decidió usar una leyenda conocida en Latinoamérica como una manera de ir en contra del machismo y la misoginia para retratar un importante problema social como lo son los genocidios y matanzas en las comunidades indígenas.
Además de hablar de la lucha de etnias y la resistencia de las comunidades indígenas por no desaparecer, Jayro explica que en Guatemala existe un grave problema de discriminación, a lo cual ha dedicado gran parte de su carrera para evidenciar.
En palabras del guatemalteco, en su país más del 70 por ciento de la población son indígenas y solo 40 por ciento de ellos se autodenomina indígena porque la discriminación es tan fuerte que, incluso, las personas deciden cambiar sus apellidos, su vestimenta y su manera de vivir porque se avergüenzan de sí mismas.
“Es un problema muy grande ser una nación que parte de una vergüenza de quienes somos y esto se repite en todo. Hace que estemos tejiendo una sociedad con púas y no con hilos”, comenta.
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—¿Consideras que La Llorona le hace justicia a la memoria de las personas que han asesinado y desaparecido en este conflicto armado?
—No sé qué tanto podemos nosotros hacer justicia, pero sí creo que podemos hacer una catarsis y de eso se trata un poco la película. Incluso todos los extras que trabajaron en la cinta no son extras, sino miembros de organizaciones que siguen buscando a sus familiares desaparecidos, que siguen en la lucha de justicia. Un poco la idea de la película es que las nuevas generaciones entiendan lo que pasó.
—¿Es una película que reconoce la memoria histórica de Guatemala?
—Hay muchos pueblos indígenas que fueron desterrados y que los llevaron a nuevas comunidades. A sus padres los mataron, nadie más les trae la memoria de lo que le sucedió en su propio pueblo, entonces hay una búsqueda de la ladinización, que en Guatemala ser ladino significa de un lado ser mestizo. Realmente su significado es la negación de ser indígena. Eso es terrible, el no estar orgulloso de ser parte de una de los imperios más importantes en el mundo, es terrible.
—¿En Latinoamérica seguimos oyendo el llanto de la Llorona?
—Mira, no sé si han notado, pero [los] movimientos de llorones casi no hay. No hay abuelos que busquen a sus nietos ni padres que busquen a sus hijos desaparecidos, ni aquí ni en Chile ni en Argentina ni en ninguno de los países donde han surgido genocidios ni en México, en las matanzas no llamadas genocidios que ha tenido, siempre son lloronas.
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Desde la Fundación Ixcanul, que creó en 2019 como una herramienta de cambio social, Bustamante busca llevar la película de La Llorona a diferentes comunidades indígenas para mostrarla y crear un panel de discusión en torno a los temas que retrata en el filme.
—¿Qué heridas sociales hace falta señalar durante el conflicto armado?
—Durante el conflicto armado todas las heridas sociales hay que señalarlas, no por el hecho de volver a la victimización o no tratar de olvidar lo que pasó o no querer ir adelante, sino por el hecho de la importancia de la memoria histórica para no repetir los mismos errores y, sobre todo, como lucha política de un Estado que está borrando esa parte de la historia.
—¿Es el cine un agente de cambio social?
—Sí, ahora estamos haciendo con la fundación un trabajo que me parece importantísimo y es que estamos mostrando a las comunidades indígenas; sobre todo a los grupos de mujeres indígenas a hacer documentales para que ellas puedan hablar del trabajo que están haciendo, para que expongan su comunidad bajo sus propios términos y bajo sus propios lenguajes y que, de pronto, puedan usar el lenguaje cinematográfico para denunciar lo que les está pasando. N