CUANDO las grandes compañías tecnológicas se deshicieron de Donald Trump y Parler ¿reprimieron la libertad de expresión o solo ejercieron sus propios derechos?
Leamos a continuación las reflexiones de dos expertos en el tema.
LAS COMPAÑÍAS PRIVADAS PUEDEN ESCOGER QUÉ OFRECERLES A SUS CLIENTES
Por Froma Harrop
Entonces, el expresidente Donald Trump fue expulsado de Twitter, por lo pronto para siempre. Facebook también le dio una patada. Mientras tanto, Apple y Google han eliminado a Parler, la aplicación amistosa con los disturbios, de sus tiendas.
Parler se convirtió en la cueva en las redes sociales de los saqueadores, vándalos, asesinos de policías y otros inadaptados sociales inspirados por Trump que se desmandaron en el Capitolio. Pero Amazon tal vez le haya dado el golpe más duro al negarse a almacenar la información de Parler en su servicio de computación en la nube.
Después de perder la presidencia, la mayoría en el Senado y ahora plataformas importantes para diseminar mentiras y llamados a la violencia, el mundo de Trump, o lo que queda de él, automáticamente cambió a un modo de delicaditos que sienten lástima por sí mismos. Con voces trémulas, sus miembros acusaron a las compañías tecnológicas de censura.
Cuando Simon & Schuster anunció que no publicaría el libro de uno de los instigadores, Josh Hawley, el senador por Misuri llamó la medida como “orwelliana” y un “asalto directo a la Primera Enmienda”. Un egresado de la Escuela de Derecho de Yale debería saber que la Primera Enmienda solo prohíbe la censura gubernamental.
Estas son compañías privadas, y las compañías privadas tienen todo el derecho de decidir qué le ofrecen o no a sus clientes. Yo exijo que Fox News me dé una hora de tiempo de emisión todas las semanas. ¿No la obtengo? Bueno, así son las cosas.
Ya habrá tiempo para un debate a conciencia sobre el poder de estas compañías de monitorear el flujo de información. Ese tiempo no son estas semanas. Después de soportar recientemente un intento violento de destruir el proceso electoral a instancias de Trump, la democracia estadounidense ahora está en Código Rojo. Estamos en una emergencia nacional que exige una respuesta de emergencia.
Por ello otras compañías se unen a los gigantes mediáticos para aislar a Trump y sus compañeros insurrectos. Blue Cross Blue Shield Association y Marriott International dijeron que congelarían los donativos a los legisladores republicanos que desafiaron los votos del Colegio Electoral, certificados por los estados, a favor del entonces presidente electo Joe Biden. Stripe, una compañía tecnológica que procesa cobros con tarjeta para negocios en línea, ha interrumpido la cuenta de campaña de Trump. Y Shopify, la compañía de comercio electrónico, les ha desconectado el cable a las tiendas administradas por Trump y su campaña.
Además de una repulsión compartida por el ataque al Capitolio alentado por Trump, las compañías tienen razones comerciales para detener la locura. El sistema estadounidense de controles y equilibrios y de una transferencia pacífica del poder ha sido bueno para los negocios. Los líderes corporativos, incluidos muchos que se alinearon con el presidente por los estímulos fiscales, saben que el caos desatado por las fuerzas tóxicas trumpianas es malo para la economía y, por ende, malo para ellos.
Uno de los llamados más poderosos de aislar a Trump y sus propiciadores proviene de la revista Forbes, la cual se llama a sí misma la marca mediática comercial más grande del mundo. El editor Randall Lane escribió que la insurrección de Trump estaba arraigada en “mentira tras mentira, repetida frecuente y fervientemente”. Desde el primer día de esta presidencia orwelliana, añadió, “arriba ha sido abajo, sí ha sido no, fracaso ha sido éxito”.
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Lane también advirtió al Estados Unidos corporativo que no contrate a ni uno de los portavoces de la Casa Blanca. Cualquiera de ellos —desde Sean Spicer hasta Kayleigh McEnany— serán considerados como “un embudo potencial de desinformación”, dijo.
Repito: nadie le ha quitado a Trump su derecho a la libre expresión. Él puede dar una conferencia de prensa. Él puede emitir comunicados de prensa. Él puede abrir la ventana y gritar.
Y el libro de Hawley todavía podría ver la luz del día. La editorial tal vez sea menos prestigiosa que Simon & Schuster. Y tal vez él pueda conservar el pago anticipado. La editorial conservadora Regnery dijo que consideraría el libro.
Cabe señalar que Apple sí le dio la oportunidad a Parler de eliminar el contenido que amenazaría la seguridad de la gente. Sus advertencias fueron ignoradas. Parler está muerta, por ahora, de todas formas. Todo lo que podemos decir es que así son las cosas.
CONTROLEN A LAS GRANDES COMPAÑÍAS TECNOLÓGICAS AHORA O DEJEN DE SER CIUDADANOS LIBRES
Por Rachel Bovard
Después de las protestas y la violencia trágica en el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero, Parler, la popular alternativa a Twitter, enfrenta una represión sin precedentes de sus competidores. En el transcurso de 48 horas, tanto Apple como Google anunciaron que eliminarían la aplicación de sus tiendas de aplicaciones para teléfonos inteligentes. Poco después, los Servicios Web de Amazon anunciaron que dejarían de albergar a Parler, borrando de esta manera también su componente en la red.
Como muestra de agradecimiento, el director ejecutivo de Twitter, Jack Dorsey —quien dice que su plataforma defiende la “libertad de expresión” y el “diálogo empoderador”—, tuiteó un emoji de corazón cuando Parler ya no apareció en la lista de Apple de aplicaciones populares.
El razonamiento dado por todos estos gigantes informáticos es que Parler no hace lo suficiente para moderar las amenazas violentas que sus usuarios hacen en su plataforma. Esto es gracioso, proviniendo de compañías que albergan y hacen circular Facebook y Twitter, donde las amenazas violentas proliferan diariamente. Twitter incluso ha ido a la Corte, por cuestiones de libertad de expresión, para proteger el uso de su sitio para organizar protestas, incluso aquellas donde la conducta es desordenada.
Durante el verano, muchas protestas de Black Lives Matter se organizaron en las redes sociales. Muchas de esas protestas luego se tornaron violentas. En total, los disturbios de este verano, que abarcaron 140 ciudades, provocaron más de 2,000 millones de dólares en daños y resultaron en por lo menos 25 muertes. ¿Alguien ha llevado a cabo una investigación de los nexos entre esos disturbios y las redes sociales?
Aun más, cuando se trata de su propio comportamiento, estas niegas que pudieran existir cualesquiera nexos entre la moderación de contenido y el daño fuera de internet. El año pasado sus representantes se sentaron en el estrado en un taller del Departamento de Justicia e insistieron en que lo que se decía o circulaba en las redes sociales no era su culpa, ellos solo ampliaban su alcance. Por ejemplo, transmitir un homicidio no es lo mismo en absoluto que cometerlo, afirmaron. Ellos dieron un testimonio ante el Congreso de que sus plataformas no debían ser consideradas responsables de ninguna manera por una imagen del abuso sexual a un niño que circuló más de 160,000 veces. Las autoridades simplemente deberían hacer más, argumentaron.
Entonces, condenar a Parler por “no hacer lo suficiente” —en otras palabras, para hacerlos responsables de cualquier violencia que pudiera resultar de lo que la gente dice— contradice directamente los estándares que estas plataformas tienen para sí mismas, sin mencionar los estándares que le exigen al gobierno estadounidense que tenga para con ellas. Las protecciones de la Sección 230 para mí, pero no para ti.
Pero este comportamiento claramente conspirativo sienta otros precedentes problemáticos en el mercado. Por años, los legisladores, expertos y analistas a favor de las grandes compañías tecnológicas les han dicho a aquellos descontentos con las plataformas principales que “construyan sus propios” Facebook y Twitter. “Los conservadores ignoran al resto de internet”, se burló un libertario en agosto.
Entonces, John Matze, el fundador de Parler, fue y en realidad hizo eso. Él construyó su propio Twitter. Pero esos mismos conservadores y libertarios a favor del libre mercado se burlaron de él y su producto. Y ahora, cuando ese producto es amenazado por un comportamiento conspirativo del mercado por razones políticas obvias, han enmudecido por completo.
Resulta que “construyan sus propios” en realidad no era más que un eslogan sin un compromiso intelectual detrás. Era una ocurrencia semántica que desplegó la retórica del libre mercado para proteger los intereses corporativos arraigados.
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En otras palabras, “construyan sus propios” hasta que en realidad desafíen a Facebook, Google y Twitter.
Aun más, como una cuestión práctica, lo que le sucedió a Parler ha hecho irrelevante el argumento de “construyan los propios”. Los conservadores pueden construir tantas alternativas como quieran, pero si se vuelven demasiado poderosos, la policía del discurso vendrá por ellos y eliminará todos los pedazos de la infraestructura que una compañía creciente necesita con el fin de acceder al público principal.
Las grandes compañías tecnológicas tienen el control tanto del mercado como de la narrativa. Y como se ha demostrado una y otra vez, formarán un cártel para agredir a cualquier competidor que se atreva a albergar una diversidad de opiniones o amenace de alguna manera su dominio del mercado.
Este comportamiento no se debe tolerar en un libre mercado, mucho menos en una sociedad libre. Un libre mercado depende de que los competidores innovadores sean capaces de ganar por sus propios méritos, y una sociedad libre depende del intercambio abierto de ideas.
Los conservadores pueden seguir marginándose a sí mismos en guetos diminutos del internet, pero eso no representa en realidad lo que la gente entiende por “libertad de expresión”. La libertad de expresión no se trata solo de quien habla, también se trata de quien oye. Y cuando tres o cuatro compañías controlan la plaza pública virtual, su poder de silenciar puntos de vista e información de maneras completamente no responsables distorsiona y desarma nuestra sociedad.
Los conservadores de la no intervención y los libertarios —en realidad, cualquiera a quien le importe la libertad— deberían hablar a voz en cuello contra las corporaciones que coluden para silenciar a los competidores. Sin importar si estás de acuerdo con las políticas de moderación de contenido de Parler o no, una sociedad que tolera este grado de control corporativo sobre la expresión, la información y el libre pensamiento es una donde el autogobierno —donde el pueblo manda— será sacrificado rápidamente en aras de algo que se asemeje a una plutocracia corporativa.
El control de las grandes compañías tecnológicas ha evolucionado lentamente. Pero después del 6 de enero, las esclusas en verdad se han desatado. Todo aquello que los conservadores digan defender —libre pensamiento, libre expresión y libres mercados— ahora está siendo amenazado. Parler es solo una compañía, pero es en gran medida un representante de la batalla que está por venir. Y con base en el silencio de los conservadores y libertarios en Washington, estamos mal preparados para la batalla que ahora está en nuestra puerta. N
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Froma Harrop es periodista galardonada, autora y columnista de varias publicaciones. Y Rachel Bovard es alta asesora del Proyecto de Responsabilidad en Internet. Las opiniones expresadas en estos artículos son propiedad de sus autoras.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek