Era otro insípido evento industrial, uno de miles que se celebran cada año en hoteles de todo Estados Unidos. Pero fue en el Embassy Suites de Franklin, Tennessee donde el simple intercambio de una tarjeta de presentación se convirtió en el primer eslabón de una cadena de acontecimientos que, a lo largo de dos años, terminó en la horrible y dolorosa muerte de las primeras víctimas de una matanza masiva cuyo rastro se extendió desde Nueva Inglaterra hasta Tennessee y de Michigan a Carolina del Norte.
El hotel era sede de la reunión anual de la Asociación del Centro Independiente de Cirugía Ambulatoria y estaba abarrotado con trabajadores de la salud deseosos de forjar relaciones, escuchar presentaciones médicas y conocer representantes de ventas que ofrecían lo más novedoso de la industria. Era el segundo día de la conferencia –septiembre 24, 2010- y John Notarianni, gerente regional de ventas de una farmacia de Massachusetts llamada New England Compounding Center (NECC), hacía lo que cualquier buen vendedor: no paraba de distribuir tarjetas de presentación y material publicitario. Hasta que, en determinado momento, su camino se cruzó con el de Debra Schamberg, enfermera y directora de instalaciones del Centro de Neurocirugía Ambulatoria St. Thomas, en la vecina Nashville.
Notarianni le habló de su compañía unos minutos y describió los fármacos que NECC podía ofrecer, sobre todo el acetato de metilprednisolona inyectable, esteroide usado comúnmente para controlar el dolor. Como gran parte del trabajo cotidiano del centro de cirugía ambulatoria consistía en inyectar esteroides en caderas, articulaciones y espaldas, Schamberg se sintió interesada. Así que tomó la tarjeta de presentación, algunos folletos y siguió su recorrido pensando que, tal vez, había encontrado una estupenda alternativa a los distribuidores habituales del centro.
Pero NECC no era un proveedor potencial, sino una plaga letal. La farmacia de inocuo aspecto en un centro comercial de Framingham ganaba millones de dólares tomando atajos, falsificando expedientes e ignorando leyes creadas para evitar que medicamentos contaminados llegaran el mercado. NECC cometió lo que podría ser uno de los crímenes corporativos más mortíferos en la historia estadounidense cuando, en 2012, hizo circular medicamentos contaminados con meningitis micótica, infectando a 800 personas y cobrando 64 víctimas.
La epidemia, rastreada hasta esa única farmacia, precipitó investigaciones de funcionarios de salud estatales y federales, el Departamento de Justicia y el Congreso. Y hace tres meses, un gran jurado federal condenó a 14 empleados e individuos relacionados con NECC por un total de 131 imputaciones, que incluyeron diversos cargos de homicidio, asociación delictuosa, fraude, conspiración y otros crímenes.
Pese a la magnitud de los asesinatos y el alcance de las investigaciones, los detalles de los acontecimientos que condujeron al mortal brote y su descubrimiento son desvelados aquí, por primera vez. El análisis de Newsweek sobre las muertes NECC fue compendiado a partir de correos electrónicos, órdenes de pedido, notas de investigadores, expedientes de la compañía farmacéutica y los tribunales, declaraciones juradas de los participantes y entrevistas de personas relacionadas con el caso.
¡No más Mickey Mouse!
La fatídica historia inicia con el inocente encuentro de Notarianni y Schamberg, quienes jamás fueron incriminados y quizás hayan sido meros peones en una despiadada y mortal estafa multimillonaria.
Luego de su encuentro y como haría cualquier buen vendedor, Notarianni llamaba a Schamberg cada pocos meses para instarla a comprar los esteroides y demás fármacos de su compañía. “Hablé con mi gerente y dijo que quiere mejorar la oferta para conseguir su cuenta”, escribió en un correo electrónico fechado en mayo 17, 2011. “¿Cuál sería el precio que debemos ofrecer para conseguir su negocio de [esteroides inyectables]?”.
Notarianni no pudo elegir mejor momento. Pocas semanas más tarde, Clint Pharmaceuticals, proveedor habitual de esteroides inyectables del centro de cirugía ambulatoria, elevó el precio del frasco de 1 mililitro a 8.95 dólares, incremento de 2.46 dólares por unidad. El costo de la fabricación estéril aumentaba y el suministro disminuía. Schamberg presionó a Clint para que mejorara el precio, mas fue inútil; así que respondió a Notarianni en su correo de junio 11, 2011: “Si el precio sigue en 6.50 [por frasco], estoy dispuesta a hacer negocios con ustedes”.
En los siguientes meses, funcionarios del Centro de Neurocirugía Ambulatoria St. Thomas enviaron órdenes a NECC. Los expedientes del juzgado demuestran que Mario G. Giamei Jr., sucesor de Notarianni como gerente regional de ventas, se hizo cargo de la cuenta. La relación entre NECC y el centro de cirugía ambulatoria continuó sin problemas hasta principios de 2012, cuando Giamei –quien no ha sido acusado- visitó a Schamberg en la clínica para informar que había un problema: NECC necesitaba nombres de muchos pacientes, y rápido.
A diferencia de un fabricante o mayorista, NECC era una farmacia de composición, con licencia solo para vender medicamentos y surtir recetas individuales. Es decir, no podía comercializar grandes lotes de fármacos para clínicas y médicos, y eso era justo lo que hacía. NECC operaba como fabricante, pero era regulada como farmacia.
NECC empezó a vender grandes volúmenes de medicinas sin recetas desde 2009. Ese año, algunos proveedores de atención médica que buscaban la ventaja de tener en existencia los fármacos que recetaban –pues así acortaban el tiempo entre consultas- se quejaron de los requisitos de prescripción de NECC. En septiembre 15, 2010, Barry Cadden, presidente y director farmacéutico de NECC, envió un correo electrónico a Robert Ronzio, gerente nacional de ventas, citando a un cliente potencial que se negaba a reunir y proporcionar toda la papelería para surtir sus recetas. Tal vez, sugirió Cadden, NECC no necesitaba las prescripciones sino, simplemente, anexar nombres a las órdenes en determinado momento, incluso después que los medicamentos se hubieran administrado. De esa manera, cuando los reguladores fueran a revisar, verían cada dosis asociada con un paciente. “En alguna etapa del proceso, tenemos que asociar pacientes con formularios de dosis para demostrar que no somos [fabricantes]”, escribió Cadden. “Ellos harán su seguimiento mensual con una lista de pacientes reales y nosotros podremos resurtir”.
Mas el plan presentaba dos problemas. El primero, legal. Y el segundo, conseguir nombres de pacientes de las clínicas y otros proveedores médicos después de administrar los medicamentos, era un proceso muy lento. Para el siguiente año, algunos clientes simplemente pasaban listas con los nombres de sus empleados, cosa que a Cadden le pareció peligrosa. “Hay que mejorar esto”, escribió en un correo de mayo 2, 2011. “No tiene sentido usar siempre los mismos nombres”.
Las tácticas de NECC iban de astutas a absurdas. Exentaron a algunos clientes de proporcionar nombres, mientras que otros enviaban nombres ridículos. Según una lista, el Niño Jesús recibió una inyección en un centro de San Marcos, Texas; lo mismo que Donald Trump, Calvin Klein, Jimmy Carter y Tras Erote. Otro centro de Lincoln, Nebraska presentó órdenes para Esquiador de Plata, Apos Teriori, Octavius y Burt Reynolds. Elkhart, Indiana envió solicitudes para Filet D’Pescado, Mía Mor, Teco Lote y Pepe Pez.
Semejantes tonterías causaron indignación en Massachusetts. En marzo 20, 2010, Alla Stepanets, farmacéutica de NECC, envió un correo electrónico a un representante de ventas quejándose de un cliente y diciendo que “[el] centro utiliza nombres de pacientes falsos que son, simplemente, ¡ridículos!”. El representante respondió que “en efecto, son RIDÍCULOS”. Stepanets informó al vendedor que, de cualquier manera, había cubierto el pedido.
A principios de 2012, el Centro de Neurocirugía Ambulatoria St. Thomas llevaba más seis meses trabajando con NECC y aún no sabía porqué había proporcionado nombres de pacientes. Según documentación del juzgado, fue entonces que Giamei (el recién designado gerente de ventas regional) informó a Schamberg (directora de instalaciones de la clínica) que la farmacia tenía que recibir los nombres de los pacientes junto con las órdenes de medicamentos que solicitara el centro.
Imposible, respondió la enfermera. Al momento de hacer la orden, no había manera de prever cuáles pacientes recibirían el fármaco. No sería problema, aseguró Giamei; NECC solo necesitaba una lista con nombres de pacientes. Schamberg consultó con el director médico, Dr. John Culclasure y entonces, una recepcionista sugirió imprimir un programa diario de pacientes y anexarlo a cada orden de NECC. La idea se implementó de inmediato, pero como ocurrió en otras clínicas, los empleados de St. Thomas decidieron divertirse un poco y uno de los nombres inscritos en la lista NECC fue Mickey Mouse (nadie en el centro de cirugía ambulatoria ha sido incriminado en el caso).
El nombre de un personaje de caricatura hizo que repuntara la ira en NECC. Cadden, presidente de NECC, envió un enardecido correo electrónico a Sharon Carter, directora de operaciones, en mayo 21, 2012. Acto seguido, Carter hizo su aportación al correo, lo imprimió y publicó en la oficina. “Ningún centro puede proporcionar, continuamente, el mismo listado de nombres… ¡a menos que de veras estén tratando al mismo grupo de pacientes una y otra vez!”, proclamaba la misiva, con todas sus elipsis. “Todos los nombres deben parecer nombres ‘reales’………… ¡Y no nombres obviamente falsos! (Mickey Mouse)”.
El asqueroso Cuarto Limpio
Ese mismo día, mientras los ejecutivos de NECC rabiaban con el tema de los nombres falsos, un horror ocurría a pocos cientos de metros en otro sector de las instalaciones de Framingham, algo que a la larga provocaría la dolorosa muerte de decenas de personas.
A la vez que Cadden tecleaba su iracundo correo, Glenn A. Chin, supervisor farmacéutico de NECC, pasó sobre un mugriento tapete hacia un área denominada Cuarto Limpio. Según la acusación del gobierno, Chin preparó una provisión de 12.5 litros de acetato de metilprednisolona inyectable que etiquetó con el número de lote 05212012@68. Los procedimientos de esterilización adecuados exigían introducir el esteroide en una autoclave con vapor saturado a muy alta presión y temperatura de 121 grados, durante un mínimo de 20 minutos.
Pero Chin usó la autoclave solo 15 minutos y cuatro segundos, casi cinco minutos menos del tiempo mínimo requerido; déficit que, de extenderse durante un día de trabajo de ocho horas, permitiría producir al menos otros dos lotes adicionales del fármaco. Y no se trataba de un error aislado; la acusación del gobierno sugería que acortar el proceso de autoclave era un procedimiento operativo estándar de NECC.
Abundaban las razones para suponer que un tiempo de vaporización muy corto podría ser peligroso. Las muestras de superficie y aire de cada una de las 20 semanas anteriores habían revelado contaminación aérea y superficial en el Cuarto Limpio de NECC, incluso en las manos de Chin y miembros del personal. Pero según la acusación del gobierno, NECC había decidido ignorar los reglamentos de descontaminación de manera habitual y deliberada. De hecho, Chin, presuntamente, instruyó a sus subordinados priorizar la producción sobre la esterilización, ordenando que falsificaran documentos para dar a entender que habían limpiado ciertas áreas, cuando no era así.
Aquel Cuarto Limpio albergaba otras amenazas: había una caldera perforada en un charco de agua estancada; las campanas de contención de polvo, diseñadas para extraer partículas microscópicas de la salón, estaban sucias y cubiertas de pelusa; y la ventilación dependía de tiros que se encontraban a unos 30 metros de una contaminante planta de reciclaje.
Sin embargo, por sí solos, esos chapuceros procedimientos no eran una amenaza para el público. Según la ley, una vez concluida la producción de un lote de medicamento, NECC debía llevar a cabo una serie de pruebas exhaustivas a fin de asegurar su esterilidad. Para las farmacias de composición que siguen las reglas –las que fabrican pequeñas cantidades de fármacos para surtir recetas individuales- las pruebas son apenas molestas. Pero al proceder ilegítimamente como fabricante y producir enormes lotes de medicamentos –mientras mentía a los reguladores diciendo que surtía órdenes individuales- NECC optó por ignorar los procedimientos de verificación de seguridad. Después de todo, ¿cómo iba a cumplir con normas diseñadas para probar cinco o seis frascos de medicamentos cuando fabricaba, ilegalmente, miles de viales que vendía por todo el país?
Y así, el lote 05212012@68 fue apenas probado. Su seguridad debió verificarse mediante un proceso que involucraba algo llamado “indicador biológico”, mas esa regla fue ignorada. Y encima, aunque la ley exigía que todo el lote se sometiera a pruebas de esterilidad con un laboratorio independiente, Chin hizo analizar solo dos frascos con 10 mililitros del fármaco. En junio 5, después de que el laboratorio encontrara que el primer vial probado era estéril, funcionarios de NECC declararon que todo el lote había sido analizado. En otras palabras, consideró que el lote era seguro para su inyección en seres humanos basado en el análisis de apenas 0.0004 por ciento del total. Es como si una tienda de abarrotes declarara que toda su fruta es fresca después de morder una sola manzana. Con la diferencia de que los consumidores pueden identificar la fruta podrida. Y de que una manzana podrida no mata.
En junio 8, NECC comenzó a surtir órdenes de esteroides inyectables con el lote 05212012@68 y a lo largo de siete semanas envió 6.500 frascos de esteroides inyectables a clientes de todo el país. La orden de 500 viales de St. Thomas fue surtida en junio 27, 2012. Sin que nadie sospechara, muchos de esos frasquitos llevaban dentro un hongo letal.
Treinta y tres días después, en julio 30, Thomas Rybinski, obrero de la industria automotriz de 56 años, originario de Smyrna, Tennessee, entró en el Hospital St. Thomas de Nashville, edificio de concreto y vidrio polarizado que parece un monstruoso y deforme pastel de bodas. Subió en el ascensor al noveno piso y entró en la oficina del Centro de Neurocirugía Ambulatoria St. Thomas, adonde acudió por una inyección de esteroides para aliviar el dolor de espalda crónico que le causaba una enfermedad degenerativa de discos intervertebrales.
En la sala de exploración, un doctor enroscó la aguja en una jeringa, la insertó en un vial de 1 mililitro del esteroide líquido y retiró émbolo para extraer el fármaco. Luego, introdujo la aguja cuidadosamente en la espalda de Rybinski, cerca de su columna. Comenzó a empujar lentamente el émbolo y así, sin saberlo, inyectó también el hongo microscópico que había estado flotando dentro de aquel frasco contaminado.
Sabían que pronto moriría
April Pettit estaba perpleja. La médica internista de 34 años del Centro Médico de la Universidad Vanderbilt de Nashville estuvo revisando el expediente médico de Rybinski, sin hallar explicación. A fines de agosto, el paciente acudió al hospital con náusea y fatiga. Luego de practicarle estudios de sangre, una punción lumbar y una tomografía, el equipo médico diagnosticó meningitis comunitaria, lo llenaron de antibióticos y volvió a casa.
Una semana después, la familia lo llevó de vuelva a Vanderbilt. Su habla era incomprensible, estaba muy agitado y sufría cefaleas. Otra punción lumbar acompañada de antibióticos intravenosos ayudó un poco a Rybinski, pero al sexto día de hospitalización mostró signos de convulsiones y el lado derecho de su cara se paralizó.
Entonces, Pettit tuvo una idea bastante descabellada. Las bacterias eran la causa más frecuente de meningitis, pero ¿podría tratarse del caso mucho más raro de meningitis micótica? La doctora pidió al laboratorio que volviera a analizar el líquido espinal de Rybinski en busca de hongos. El resultado fue positivo para Aspergillus fumigatus, un hongo que parece un diente de león monstruoso y vive sobre materia orgánica en descomposición, como un montón de abono. Sin embargo, estaba desarrollándose dentro de un trabajador automotriz de Tennessee, matándolo lentamente.
Pettit y otros médicos hablaron con la familia y preguntaron si el enfermo había hecho algo inusual en las semanas previas a la aparición de los síntomas. Entonces alguien mencionó la inyección de esteroides para su dolor de espalda crónico, en el Centro de Neurocirugía Ambulatoria St. Thomas.
Mientras los galenos intentaban armar el rompecabezas, el hongo de NECC hacía pedazos a Rybinski. Su tejido cerebral comenzó a morir a la vez que los vasos sanguíneos que irrigaban diversas regiones comenzaban a obstruirse o romperse. El día 11 de su internamiento, Rybinski dejó de responder a estímulos y comenzó a mover la cabeza rítmicamente. Lo conectaron a un respirador, pero su cerebro empezó a inflamarse, así que le abrieron un agujero en el cráneo e instalaron un catéter para drenar el exceso de líquido. Entonces, mostró indicios de haber desarrollado un aneurisma y siguió sufriendo convulsiones.
Al mismo tiempo, en otra parte del hospital, Eddie Lovelace, de78 años, luchaba por su vida. Había sufrido lo que parecía un leve infarto cerebral y se esperaba una buena recuperación, mas su salud comenzó a deteriorarse. La familia se reunió junto al enfermo pues sabían que pronto moriría, pero no porqué. La madre, de 98 años, llamó por teléfono para despedirse y decir a su hijo que era su “querido, dulce niño”.
En septiembre 17, 2012, menos de un mes después de su última inyección de esteroides en el Centro de Neurocirugía Ambulatoria St. Thomas, Eddie Lovelace expiró. El asesino inadvertido por sus médicos fue la meningitis micótica. De ese modo se convirtió en la primera víctima de los bestiales crímenes de NECC, un vínculo que no habría de descubrirse en varias semanas.
Al día siguiente, sin saber que un paciente de Vanderbilt acababa de morir por la misma infección que había descubierto en Rybinski, Pettit seguía luchando para controlar un estado que se deterioraba rápidamente. En septiembre 18 se comunicó por correo electrónico con el Departamento de Salud de Tennessee y envió una copia del resultado de laboratorio que demostraba la infección micótica. De inmediato, funcionarios estatales pidieron más información. Se comunicaron entonces con el Hospital St. Thomas –sede del Centro de Neurocirugía Ambulatoria St. Thomas- y descubrieron que los médicos trataban de salvar a otros dos pacientes con meningitis, ambos inyectados con esteroides.
Mientras los funcionarios de salud de Tennessee entraban en acción, Giamei, gerente regional de ventas de NECC, pasó por el centro de cirugía ambulatoria del St. Thomas en septiembre 24. Según los expedientes del juzgado, Schamberg, directora de las instalaciones y Culclasure, director médico, lo abordaron con el problema de la epidemia de meningitis. “Es imposible que nosotros seamos la causa”, respondió el gerente de ventas con serenidad, agregando que NECC cumplía con todos los procedimientos de esterilización y tenía instalaciones de vanguardia. Tal vez debieran ir a Framingham para ver la calidad de la compañía, sugirió.
Al día siguiente –septiembre 25- funcionarios estatales, en colaboración con los Centros para Control y Prevención de Enfermedades (CDC), habían detectado ocho casos de meningitis, todos tratados con inyecciones de esteroides en el centro de pacientes ambulatorios. Funcionarios de salud llamaron a NECC para informar de la investigación e identificar los números de lote de los esteroides vinculados con las defunciones, pero ejecutivos de la compañía respondieron que no habían recibido quejas de sus fármacos. En menos de 24 horas, agentes sanitarios del estado de Massachusetts hicieron una redada en NECC y se manifestaron horrorizados por cuanto vieron. Aunque unos cuantos empleados trataban, desesperadamente, de limpiar con lejía los Cuartos Limpios, fue imposible disimular la inmundicia del lugar. Ese día incautaron en NECC cada lote de esteroides sospechoso de contaminación.
Pero era demasiado tarde. La mañana siguiente, septiembre 27, funcionarios CDC recibieron la peor noticia imaginable: la epidemia no se limitaba a Tennessee. Funcionarios de sanidad de Carolina del Norte llamaron para informar que una mujer en el Hospital Regional High Point sufría de meningitis con los mismos síntomas que los pacientes de Tennessee. La enferma, Elwina Shaw, había recibido una inyección de esteroides unas semanas antes en el Centro Quirúrgico de High Point, otro cliente de NECC.
El día después que los funcionarios de salud dieran el parte sobre su estado, Shaw sufrió un infarto cerebral; y trascurridas menos de 24 horas, Thomas Rybinski, el trabajador automotriz cuyo caso alertó a las autoridades sanitarias sobre la crisis emergente, falleció en el hospital Vanderbilt.
Vestido y listo para ir a prisión
La epidemia de meningitis de NECC enfermó y mató pacientes en 20 estados. El más afectado fue Michigan, con 264 casos y 19 defunciones. Tennessee fue el segundo en la lista, con 153 casos y 16 víctimas mortales. Se presentaron centenares de demandas: contra NECC, sus ejecutivos, sus compañías relacionadas, centros de atención ambulatoria y hospitales. NECC se declaró en bancarrota en diciembre 2012 y la Corte emitió dos dictámenes prohibiendo que los ejecutivos y propietarios desplazaran sus capitales. No obstante, según la acusación del gobierno, casi tan pronto como se giró la primera orden, Carla Conigliaro, accionista mayoritaria de NECC y su marido, Douglas Conigliaro realizaron una serie de 18 transacciones para transferir 33.3 millones de dólares a diversos bancos, violando así la orden judicial.
Para el otoño de 2014, los otrora respetados ejecutivos y farmacéuticos de NECC sabían que encaraban cargos criminales por una amplia colección de crímenes graves. En septiembre 4, Glenn Chin, el supervisor farmacéutico, fue arrestado en el Aeropuerto Logan de Boston cuando se disponía a abordar un vuelo a Hong Kong con su familia. Luego, en diciembre 17, agentes federales lanzaron una serie de redadas antes del amanecer durante las cuales arrestaron a 14 ejecutivos, propietarios y miembros del personal de NECC. Cadden, presidente de la compañía, se encontraba vestido cuando llegaron los agentes; los estaba esperando y se había levantado a las 4 a.m. para estar listo cuando llamaran a su puerta.
En la Corte de Distrito de Boston, los 14 acusados se declararon inocentes de una gran variedad de delitos, incluidos asociación delictiva, fraude, conspiración, violación de leyes federales sobre medicamentos y crímenes financieros. Solo Cadden y Chin han sido acusados de homicidio y de ser hallados culpables de todos los cargos, enfrentan una pena máxima de cadena perpetua.