Los episodios de la vida compartida, los discursos de la política en pleno fortalecido esquema y voces de posverdad está acorde con un dialogo que actualiza la realidad de los conceptos tiempo y espacio, precisamente por los estudios y reflexiones que amerita el cambio esencial, necesario y urgente que requiere nuestro país. La imagen del mundo racional y ordenada en la que operó el hombre como agente formal decretado por René Descartes ingresó a la gaveta del olvido. Los “cuadrantes” engendraron una epistemología capaz de sostener pendientes, tangentes, curvas, círculos, rectas, puntos que constituyeron referentes aptos para engendrar conocimiento, explicación y razón. El concepto de los “ejes” es esquivado por una simple acción digital y un predicado que no surge de las realidades sino de la manipulación de las emociones.
Nuevas formas y transformaciones de la vida social y sus prácticas entronizan la idea de control de la vida intelectual y social. Ha quedado resquebrajado el ámbito que sirvió de espacio al hombre de la modernidad, el espacio social e histórico, el espacio cartesiano, como “las oscuras golondrinas, no volverán”. Al entrar en crisis esta idea de espacio la razón cartesiana fue invadida por perplejidad, desconcierto, miedo; es testigo de la pérdida de horizonte, escala, paisaje; se negocia la esperanza con la virtualidad. ¡El espacio cartesiano se esfuma!
Frente a la flexibilidad de nuestros días se impone la rigidez del modelo cartesiano. Se reacciona con lentitud, se interpretan los acontecimientos como ocurrencias marginales, los grandes problemas se interpretan como dificultades transitorias, se trata de mantener a salvo la porción de espacio que sirve de playa salvadora. El precio que se paga por esa des-ubicación espacial es alto: se llega tarde, se sufre mucho, se padece estrés, angustia, diabetes, infartos, se gastan energías, se sacrifican conocimientos, individuos e instituciones. Pero el espacio está asociado al tiempo. El uno es relativo al otro. Desde siempre se había dado por supuesto que los objetos del mundo y las personas en medio de ellas estaban definidos en gran medida por puntos situados en el espacio y en el tiempo. Si algo no ocupa un lugar en determinado momento, no tiene ser, no puede ser considerado ontológicamente.
El espacio se fragmento y el tiempo ha perdido identidad porque se acelera, renuncia a su uniformidad, estalla. Las ideas de los órdenes sucedáneo y sucesivo por varios siglos fueron realidad irrefutable, fueron referente inconmovible “del mundo de la vida” mientras se mantuvo dentro de la perspectiva humana y sus posibilidades. La realidad se subió a la nave de la luz y sintió el vértigo de los 300,000 kilómetros sobre segundo. La velocidad de la luz se impuso y modificó el referente del tiempo y del espacio por efecto de la velocidad. Al final del siglo XX adoptamos una nueva identidad de sujeto, sobre todo en lo que concierne a la configuración en su ser y en su hacer. Inmediatez, velocidad, instantaneidad, es lo de hoy; las autopistas de la información y la cibernética demolieron los sistemas aduanales a través de la mundialización del tiempo y el “des-alejamiento” del prójimo.
¿El espacio ha perdido identidad? ¿Su linealidad y su volumen perdieron la pelea frente a lo instantáneo? La respuesta es sí. La idea de lugar se multiplica en un éxodo fragmentario que a través de la web se apropia provisionalmente del ser de los individuos. Un dialogo planetario se impone. En un mismo día se puede transitar de un lugar a otro como el “guerrero” de Carlos Castaneda, se ha precipitado una clara y nueva división del tiempo. De igual manera se tiene la posibilidad de aparecer en diversos sitios en los que se crean y desarman sucesivas identidades, costumbres, respuestas, sinergias, se ha precipitado una nueva y clara segmentación del espacio. Este es el nuevo referente que aniquila las ideas de antaño cuando se anidaron lugares significativos para las personas; en hogaño se sustituyen por una suerte de no-lugares, espacios de una configuración provisional, pasajera, que aparece y desaparece, se constituye con la presencia humana y desaparece cuando se va. El horizonte racional los sustituimos por pasajes de transición en las que espacio y distancia se relativizan ante la embestida de la virtualidad y sus tentáculos: “telefonía celular, Amazon, Google, Yahoo!, Instagram, twitter…” y sus travesuras: Mensajes, noticias, informaciones directas, mercado, “chateo”, pagos y transacciones bancarias, sexo. Una escenografía orwelliana, cuya paradoja es que su base y fundamento sigue siendo la razón cartesiana. La propia posverdad se sitúa en las consideraciones de don René, de lo contrario no serían tan eficientes para la manipulación de los públicos y de las masas, deformar la realidad en base a mostrar las mentiras vestidas de verdad y verdades vestidas de mentiras, noticias falsas es el deporte de hoy, cualquiera puede incidir en el mundo ético de las malas decisiones.