Doce semanas después de que se tuviera los primeros síntomas de COVID-19, Callum O’Dwyer, un escocés de 28 años, sigue sintiéndose mal.
En buena forma y sano, este joven no padecía ninguna condición preexistente antes de contagiarse con el virus.
Sin embargo, tras cinco semanas de luchar contra los principales síntomas, no pudo seguir valiéndose por sí mismo y tuvo que mudarse con sus padres.
La recuperación le ha tomado mucho más tiempo de lo que imaginaba y, debido a los síntomas que aún persisten, sigue sin poder vivir solo o trabajar.
Los médicos le han dicho a O’Dwyer que padece fatiga crónica (también llamada encefalomielitis miálgica, enfermedad sistémica por intolerancia al esfuerzo y en algunos casos síndrome de fatiga postviral), una consecuencia del coronavirus que está afectando a muchos sobrevivientes.
Enfermedad poco comprendida
El síndrome de fatiga crónica es una condición debilitante de largo plazo en la que la persona afectada experimenta una serie de síntomas. El más importante es un agotamiento que no mejora ni con el sueño ni con el descanso y que afecta al paciente en todos los aspectos de su vida cotidiana.
Otros síntomas comunes son el dolor, la falta de claridad mental y problemas con la memoria y el sueño.
Se desconocen las causas de esta poco entendida condición, pero una de las teorías apunta a que puede originarse después de una infección viral.
Según explica la página del Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés), el síndrome puede también afectar la salud mental y emocional, con un efecto negativo en la autoestima del paciente.
Tampoco hay un tratamiento específico: éste se centra, básicamente, en aliviar los síntomas.
“Nunca me había sentido así”
O’Dwyer empezó a sentirse enfermo unas pocas horas antes que decretaran la cuarentena en Escocia, el 23 de marzo.
“Recogí un par de cosas para llevarme a casa y trabajar desde allí”, le cuenta el joven a la BBC.
“Me sentía muy cansando, con náuseas, y hora tras hora aparecían nuevos síntomas: empecé a tener fiebre y luego surgieron más cosas”.
“Por 10 días fue como si tuviese una gripe muy, muy fuerte. Nunca había estado así de enfermo. Desde el principio, sospeché que probablemente fuera covid”.
Otro síntoma que desarrolló fue una falta de aire persistente y, en dos ocasiones, tuvo que llamar a emergencias porque no podía respirar.
Racionamiento de energía
Dos semanas después de que desaparecieran la mayoría de los síntomas, seguía sintiendo falta de aire, fatiga y debilidad muscular.
Estos últimos eran severos y su médico le dijo que había entrado en la fase post-viral en su proceso de recuperación.
“Me quedaba descansando en la cama por seis u ocho horas al día y me costaba levantar cualquier cosa. Y soy un tipo de 28 años que hasta hace poco corría carreras”, dice.
“Tenía una botella de agua de un litro cerca de mí y me costaba levantarla. Así de débil estaba”.
O’Dwyer racionaba su energía para poder lavar los platos o su ropa. Cuenta que no podía hablar por teléfono sin sentir un dolor en el abdomen por el esfuerzo de hablar.
Y, mentalmente, el no poder conversar con nadie lo hacía sentir muy mal.
Como no mejoraba, aceptó que no podía valerse por sí mismo y, dado que no tenía el virus, se mudó a la casa de sus padres, a unos pocos kilómetros de la suya.
“Estaba muy deprimido. El primer día que llegué allí tenía dificultades y sentía dolor al subir la escalera”.
Después de tres meses, el estado de salud O’Dwyer ha mejorado, pero la falta de aire cada que vez que hace un esfuerzo no ha desaparecido.
“Es muy frustrante. He tenido tantas falsas esperanzas. Actualmente no puede vivir de forma independiente ni trabajar”.
“Cuando hablamos de covid, hablamos de vida y muerte, no se habla de la gente que se ve afectada mucho después”, dice.
Recuperación lenta
Como la COVID-19 es una enfermedad nueva, aún no se ha podido estudiar cuánto demora recuperarse de ella, y cuáles pueden ser sus implicaciones a largo plazo.
Según Geraldine McGroarty, un cirujana escocesa que atraviesa una experiencia similar a la de O’Dwyer, “investigaciones muestran que aquellos que han tenido una forma severa de covid, sobre todo aquellos que han estado hospitalizados en cuidados intensivos, tienen a ser más susceptibles a sufrir esta condición postviral, cuyo síntoma más común es la fatiga”.
“Y si miramos estudios hechos en países que se vieron afectados antes que nosotros, podemos esperar que dure hasta unos seis meses en algunos casos, con una recuperación muy lenta”, señala McGroarty.
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