Es uno de los países con mayor desigualdad en el mundo, y los pobres que lo habitan han sido gravemente afectados por el COVID-19. Sin embargo, el presidente Jair Bolsonaro ha actuado como si la crisis no existiera.
Pocos líderes mundiales han estado tan expuestos a la luz pública por la pandemia del coronavirus como el presidente brasileño Jair Bolsonaro. El líder de extrema derecha ha rechazado constantemente cualquier indicación de que el virus, que ha provocado la muerte de unos 47,000 brasileños, constituya una amenaza para sus ciudadanos, y ha atacado repetidamente a cualesquier legisladores, figuras mediáticas e, incluso, a sus propios ministros que han manifestado su desacuerdo.
Bolsonaro llegó al poder en medio de una ola de animadversión contra el orden establecido en la elección presidencial de 2018. El político, de 65 años, ya era uno de los líderes mundiales más divisivo antes de la pandemia, pero la llegada de esta a Brasil ha puesto de manifiesto las limitaciones del populista, que ha mostrado poca preocupación por la ciencia o la salud pública. Hasta ahora, se han producido casi un millón de casos confirmados en ese país, que ocupa el segundo lugar en el mundo, y el incremento diario de esa cifra total continúa acelerándose.
Hace unas semanas se publicaron videos de Bolsonaro disfrutando una parrillada flotante, manejando una moto acuática para reunirse con otras personas en un barco y pasando por alto abiertamente las recomendaciones sobre la distancia social. El presidente también se ha burlado repetidamente de los legisladores que han impuesto restricciones más estrictas a las libertades públicas y a la actividad económica, y cuando se le indicó que Brasil había alcanzado un total de 5,000 víctimas, hace un par de meses, simplemente respondió: “¿Y qué?”
El coronavirus es una tormenta perfecta para Brasil, uno de los países con mayor desigualdad del mundo. Los más pobres viven en barrios densamente poblados y sin servicios llamados favelas, que son asentamientos de personas de muy bajos recursos, situados en las afueras de las principales ciudades brasileñas. Cerca de 12 millones de personas viven en esas favelas, donde la autoridad del Estado es débil y la policía y el ejército demuestran periódicamente su poder mediante mortíferas incursiones contra las poderosas bandas criminales.
Las favelas han tenido generalmente una baja prioridad para el gobierno federal. Los sucesivos gobiernos han preferido esconderlas al mundo, construyendo muros para ocultarlas a los visitantes y manteniéndolas fuera de los mapas turísticos.
Ahora, el coronavirus se propaga en esas comunidades, saturando los escasos servicios médicos y poniendo a muchas personas en riesgo de caer en la miseria. Mientras tanto, el desprecio de Bolsonaro por la crisis hace difícil que los activistas comunitarios mantengan enfocadas a sus comunidades.
Eliana Sousa Silva es directora de la organización Redes da Maré de la favela Maré en Río de Janeiro, cerca del aeropuerto internacional de la ciudad y en la que viven alrededor de 140,000 personas.
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Silva dijo a Newsweek que todos los proyectos de Redes da Maré se han visto perjudicados por la pandemia, y que el hambre generalizada se ha convertido en un nuevo desafío para los activistas. Una de las primeras prioridades del grupo era garantizar una alimentación suficiente para 6,000 de las familias más vulnerables de la favela, con el fin de asegurarse de que no murieran de hambre.
Redes da Maré también proporciona más de 300 comidas diarias para los residentes sin hogar de la favela, afirma Silva, además de las que suministran a las personas enfermas y que están en cuarentena. Como un beneficio extra, el programa también da trabajo a los desempleados que luchan por llegar a fin de mes.
El desempleo está al alza en todo el país, y el mes pasado, Salim Mattar, el secretario de privatizaciones, advirtió que la cifra, que actualmente es de poco más de 12 por ciento, podría duplicarse pronto. El gobierno federal ha aprobado un proyecto de ley que asigna un pago mensual de 600 reales (cerca de 103 dólares) a los trabajadores informales y pequeños negocios que han perdido sus ingresos, pero la puesta en marcha del plan se ha visto afectada por retrasos y confusión.
Silva afirma que pocos habitantes de Maré han podido acceder a esos pagos, y aún para aquellos que lo han hecho, “es muy poco dinero”. Newsweek se puso en contacto con la oficina de Bolsonaro para pedir sus comentarios sobre la respuesta del gobierno ante la pandemia del coronavirus y el apoyo a las comunidades en riesgo de todo el país.
Mientras tanto, el sistema de salud de la favela comienza a colapsar. Maré cuenta con siete centros de medicina familiar y un hospital de tamaño mediano, señala Silva, los cuales estaban casi al límite antes de que iniciara la pandemia. Ahora, el sistema se encuentra en un “caos completo”, advirtió, y el tratamiento para otras enfermedades se ha suspendido.
Los residentes sin hogar y las personas con problemas de drogas enfrentan un riesgo especial. Maria Angélica Comis es directora de É de Lei en São Paulo, una organización que trabaja para apoyar a esos grupos. Declaró a Newsweek que É de Lei ha asumido una función más activa en el área de la salud desde que se inició la pandemia, distribuyendo orientación sanitaria, suministros médicos y agua.
Sin embargo, están perdiendo la batalla. “La situación empeora rápidamente”, explica Comis. La organización depende de las donaciones de comestibles para alimentar a las personas a las que apoya, pero cuando los negocios y oficinas comenzaron a cerrar, las donaciones se agotaron.
Mientras tanto, el gobierno Federal “lo dificulta todo”, añade Comis. “Niegan sistemáticamente el problema y la crisis del COVID en Brasil”, explica. El gobierno de la ciudad de São Paulo trata de mantener algunos servicios y de proporcionar alimentos a los desposeídos, pero Comis señala que no es suficiente.
“La violencia policiaca también es muy persistente”, dice Comis. Aquellos que no tienen a dónde ir todavía enfrentan el acoso, los cacheos e incluso el uso de balas de goma y gas lacrimógeno.
La cantidad limitada de pruebas contra el coronavirus y el poco acceso a los servicios de salud significan que las personas mueren en las calles, explica Comis. Aunque, en teoría, las personas sin hogar tienen acceso a la atención médica, “en la práctica, lo que ocurre es que enfrentan una gran estigmatización y prejuicios por parte de los profesionales de la salud, por lo que, con frecuencia, deciden no acudir a esos servicios”.
Comis señala que su grupo había registrado al menos 20 muertes de personas sin hogar durante los diez días anteriores a su entrevista con Newsweek. Pero el grupo de Comis solo trabaja con un pequeño número de personas sin hogar de la ciudad, y muchas otras muertes ni siquiera son registradas. Como resultado, es difícil calcular la verdadera escala del desastre.
En las favelas situadas en las colinas de Río, conocidas como Complexo do Alemão, el vicepresidente del Coletivo Papo Reto, Raull Santiago, señala que la crisis del coronavirus “ha incrementado nuestras desigualdades existentes” y plantea un nuevo “gran problema”.
No es fácil enfrentarlo cuando el presidente finge que no pasa nada. “Tener a un presidente como Bolsonaro que habla públicamente y dice cosas que van expresamente en contra de los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud es el mayor problema que enfrentamos”, declaró Santiago a Newsweek. “Ello alienta a las personas a no practicar el aislamiento social y a mantener sus vidas normales como si nada hubiera pasado”.
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Al igual que en otras partes, los organizadores del Complexo do Alemão luchan para proteger a los residentes que no tienen un acceso adecuado al agua potable y no pueden practicar el distanciamiento social. Sin embargo, el hambre se ha vuelto “más problemática que nunca”, señala Santiago, y es la mayor de sus dificultades. El Coletivo Papo Reto, que depende de las donaciones, “está siendo abrumado” por la cantidad de trabajo, y enfrenta “una nula participación política en todos los niveles”, añade Santiago.
En algunas favelas, se ha informado que las bandas criminales hacen lo que el gobierno federal no ha hecho: entregar suministros médicos, agua potable e imponer toques de queda para tratar de reducir la propagación del virus. “El gobierno no quiere hacer nada para ayudar a las favelas”, afirma Santiago, pero tampoco proporciona ninguna información útil y ni siquiera trata de convencer a las personas de que existe un problema.
Hace unas semanas, Bolsonaro afirmó que “lo peor ya había pasado” en relación con la pandemia del coronavirus en Brasil, aun cuando los índices diarios de fallecimientos e infecciones iban en aumento. Sin embargo, ahora que el invierno se acerca al país, y con él, la temporada anual de influenza, los activistas que hablaron con Newsweek no comparten el optimismo de su presidente. Cuando se le preguntó si estaba de acuerdo con Bolsonaro, Santiago respondió: “Al contrario”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek