Si es cierto que la máquina de fax precipitó
la caída del Bloque Oriental soviético hace 25 años, podría pensarse que la Internet
y los celulares echarán por el caño a todos los autócratas y fanáticos del
planeta.
El fax es a las actuales redes globales
móviles y sociales lo que el patito de goma a un portaaviones. La Internet, en
todas sus formas, es ubicua en las naciones desarrolladas y crece con enorme
celeridad en las naciones menos desarrolladas, donde los gobiernos se esmeran
en bloquear o limitar la red global… y empiezan a darse cuenta de que es
imposible. Pregúntele a Irán, que se empeñó tanto como el que más hasta que, a
principios de noviembre, su ministro de tecnología, Mahmoud Vaezi tiró la
toalla: “Nuestros estudios técnicos revelan que la cantidad de redes sociales
como WhatsApp, Viber y Tango es tan numerosa, que clausurarlas no es la
solución”, declaró en respuesta a una demanda judicial para restringirlas
(cinco millones de los 77 millones de ciudadanos iraníes utilizan WhatsApp y
Viber).
Y el planeta estará cada vez más conectado.
La tendencia indica que, en una década, podremos acceder a casi a cualquier persona
en cualquier parte y para entonces, seremos ocho mil millones de seres humanos,
todos enlazados en red compartiendo los mismos vídeos de gatitos.
¿Qué representará eso para las sociedades
del planeta? En noviembre 10, cuando el presidente Barack Obama envió su
mensaje en apoyo a la neutralidad de red, dijo que una Internet abierta era
crítica para el “mismísimo estilo de vida” estadounidense y añadió: “Al reducir
el costo de lanzar una nueva idea, encender nuevos movimientos políticos y
acercar más las comunidades, [la Internet] ha sido una de las influencias
democratizadoras mas significativas que el mundo jamás haya conocido”.
¡Parece que el mundo se ha salvado! Mayor
conexión resultará en un público mejor informado, lo que conducirá a demandas
de libertad y al fin de la tiranía. La Pax Internet ha llegado, ¿verdad?
La realidad es otra. La lista de conflictos
activos es muy extensa. La Rusia de Vladimir Putin marcha de vuelta a la
autocracia; la Primavera Árabe floreció gracias a los medios sociales, y luego
se pudrió dejándonos a ISIS y Abdel-Fattah el-Sissi, en Egipto.
No debemos cometer el error común de
depositar nuestros sueños y esperanzas en una era híper-conectada, pues las
imprentas producen libros maravillosos o páginas venenosas, los aviones de
pasajeros pueden derribar torres de oficinas, y la Internet abierta y accesible
puede utilizarse para hacer el bien tan fácilmente como para dañar.
Por ejemplo, a principios de año, la popular
red social rusa VKontakte (que, con extraordinaria falta de imaginación por
parte de sus creadores, es una burda imitación de Facebook) fue crítica en las
acciones de Putin para apropiarse de partes de Ucrania. Grupos pro-rusos
acudían al sitio para organizar la batalla y en abril, el Kremlin exigió que la
compañía entregara información sobre los manifestantes pro-Ucrania que
utilizaban en el sitio, sin duda para acosarlos o arrestarlos. El CEO de la
VKontakte, Pavel Durov, se negó y poco después, renunció misteriosamente y huyó
a St. Kitts. En resumen, no fue la típica historia de éxito del Valle de
Silicona.
Como nos recuerdan continuamente, ISIS
utiliza los medios sociales para reclutar combatientes y sembrar terror
publicando vídeos de decapitaciones; en agosto, el presidente de Azerbaiyán
recurrió a Twitter para amenazar con la guerra a los armenios.
La ultra-conexión global puede tener
repercusiones nefastas. “Facilita la construcción de un silo de una manera
hasta ahora inimaginable”, afirma Richard Nisbett, psicólogo de la Universidad
de Michigan y autor de “The Geography of Thought: How Asians and Westerners
Think Differently… and Why”. Nisbett explica que las redes sociales permiten
bloquear, fácilmente, a cualquiera que no piense como nosotros y a la vez,
fortalecen nexos con quienes comparten nuestras opiniones. Así extendemos
nuestro alcance hasta el otro lado del mundo en busca de individuos de
mentalidad parecida con quienes “construir nuestra propia cámara de
resonancia”, explica.
Esa situación es muy distinta de la era
anterior a la Internet, cuando debíamos tratar con vecinos y colegas, y
empaparnos de sus opiniones y puntos de vistas. Por ello, en el nivel macro, la
Internet abierta y gratuita fomenta una diversidad de pensamiento vasta y
cacofónica, mas en el nivel individual promueve la estrechez de miras y una
convicción cada vez más profunda: dos amenazas para el diálogo, la paz y la
libertad.
Podemos ver indicios de ello en Estados
Unidos, donde las cámaras de resonancia política son cada vez más violentas.
Las encuestas de este año revelan que el partidismo se ha vuelto más divisivo
que el racismo; que demócratas y republicanos ya no intentan tolerarse y dado
que no tienen que hacerlo cuando están en línea, los medios sociales atizan la
llama con gasolina.
En los años ochenta, un imperio represivo
como la Unión Soviética podía hacer muchas cosas para impedir que la
información llegara al populacho, desde controlar los diarios y la televisión,
hasta evitar los viajes al extranjero y saturar al país con propaganda (Corea
el Norte es la única nación que ha logrado aferrarse a ese modelo de gobierno).
La vida en la esfera soviética era cada día más insoportable, pero la
ciudadanía desconocía cuánto mejor podía ser la existencia. Sin embargo,
aparecieron entonces las máquinas de fax, con sus pitidos, escupiendo papel y
llevando noticias del exterior. En poco tiempo se desataron las manifestaciones
del astillero de Gdansk, luego cayó el Muro de Berlín, y así llegó el final de
la URSS.
Esperemos que Obama tenga razón y que la
híper-conectividad sea una máquina de fax multiplicada al infinito que actúe
como contrapeso de la tiranía, y que las redes abiertas y gratuitas permitan
que iraníes, cubanos y chinos escuchen las mejores ideas de Occidente y
viceversa.
Nada va a detener el avance de las redes y
el mundo quedará completamente conectado. Solo debemos recordar que la
tecnología tiene que ser siempre neutral y que la humanidad es el factor X.
Como dijera Jon Stewart al describir la manera como el gobierno iraní utilizó
una sátira del Daily Show para justificar el arresto del reportero Maziar
Bahari: “No podemos impedir que los idiotas conviertan cualquier cosa en un
arma”.