Tras semanas de tensiones por la pandemia del nuevo coronavirus, Estados Unidos y China mostraron este viernes una actitud más conciliadora en el ámbito económico, y se comprometieron a aplicar el acuerdo comercial preliminar que firmaron a principios de año.
La semana pasada el presidente estadounidense, Donald Trump –candidato a su reelección el próximo noviembre–, hizo temer una vuelta a la guerra comercial que enfrentó a los dos gigantes del Pacífico desde mediados de 2018.
Pero después de cuatro meses de silencio, los negociadores de ambos países se comprometieron este viernes, por teléfono, a poner en marcha su acuerdo comercial “de fase uno”.
El acuerdo fue alcanzado en enero después de casi dos años de guerra comercial a golpe de aranceles, poco antes de que en la ciudad china de Wuhan, donde surgió la epidemia de COVID-19, se impusiera la cuarentena.
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Según el pacto, Washington debía suspender las subidas arancelarias y Pekín, incrementar sus compras de productos estadounidenses en 200,000 millones de dólares durante dos años, respecto a las cifras de 2017.
Sin embargo, la pandemia de coronavirus, que paralizó la economía mundial, hizo planear dudas sobre la capacidad de China de cumplir con su promesa.
En este sentido, el secretario estadounidense del Tesoro, Steven Mnuchin, advirtió el lunes que habría “consecuencias muy importantes” si Pekín no cumplía con su parte del pacto.
Conversación telefónica
Ahora, tras la conversación telefónica del viernes (jueves, según la hora de Washington), entre el negociador chino y vice primer ministro Liu He, Mnuchin y el representante para el Comercio de Estados Unidos, Robert Lighthizer, parece que la situación se ha calmado.
Ambas partes acordaron “que a pesar de la actual emergencia sanitaria global, los dos países tienen la expectativa de cumplir sus obligaciones en los plazos adecuados”, informó en un comunicado la oficina de Lighthizer.
Los servicios del representante estadounidense también apuntaron que se registraron “buenos progresos” con miras a la creación de las infraestructuras gubernamentales necesarias para hacer que el acuerdo comercial tenga éxito.
Ambas capitales se declararon dispuestas a “fortalecer la cooperación macroeconómica y en salud pública, esforzarse por crear una atmósfera y condiciones favorables para la implementación de la fase uno del acuerdo económico y comercial entre Estados Unidos y China, promoviendo resultados positivos”, indicó por su parte el ministerio chino de Comercio.
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Amenazas de Trump
Unas señales positivas que contrastan con el áspero cruce de acusaciones que protagonizaron ambas potencias en los últimos tiempos a raíz de la pandemia de COVID-19.
El propio Donald Trump amenazó la semana pasada con imponer nuevos aranceles comerciales a China, al que acusó de ser responsable de la epidemia y de sus consecuencias económicas.
Su secretario de Estado, Mike Pompeo, aseguró el domingo que tenía “enormes pruebas” de que el virus habría salido de un laboratorio de Wuhan. Unas declaraciones que la televisión pública china tachó de “alocadas”.
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En cualquier caso, la pandemia ha frenado enormemente la economía mundial. Aunque China haya reanudado su actividad, después de que el nivel de contagios haya caído en picado tras las fuertes medidas de confinamiento impuestas a su población, el hundimiento de la demanda en Europa y en Norteamérica es un mal augurio para las exportaciones de Pekín.
En contra de lo esperado, estas últimas subieron un 3,5% el mes pasado –impulsadas por la venta de material médico contra la epidemia–, según las cifras publicadas el jueves, tras haberse desplomado un 17,2% a principios de año.
Sin embargo, las importaciones se contrajeron un 14,2% en abril.
“Las entregas procedentes de Estados Unidos están muy por debajo de los niveles necesarios para respetar el acuerdo” comercial con Washington, señaló Nick Marro, del gabinete Economist Intelligence Unit.