La que alguna vez fue una frontera tranquila puede arrastrar a Israel hacia la guerra civil siria.
Una bandera verde ondea tranquilamente, claramente visible a través de la cerca inteligente, un sistema eléctrico equipado con cámaras rodea una puerta operada a control remoto en los Altos del Golán. Al lado se encuentra el Camp Ziouani, de la Fuerza de Naciones Unidas de Observación de la Separación (UNDOF, por sus siglas en inglés). A la distancia puede escucharse el lejano sonido de un intercambio continuo de artillería. Ondeando a tan solo 140 metros de la bandera israelí azul y blanca, ese estandarte verde representa a un grupo yihadista sirio, uno de los muchos que hay en esa región.
Lejos del sitio donde se prepara una batalla dirigida por Estados Unidos contra el Estado Islámico (comúnmente conocido como ISIS), este enclave aparentemente tranquilo, que separa a los israelíes de los sirios, es más inestable que nunca. Los yihadistas, los rebeldes sirios moderados, los observadores de la ONU provenientes de Fiji y Filipinas, agricultores israelíes y soldados que se unen como vecinos improbables enfrentan un futuro imprevisible.
El ejército sirio, que alguna vez controló su lado de la frontera, ha dejado de hacerlo. La presencia de la ONU es cada vez más arriesgada. Como lo han mostrado los recientes secuestros, la calma puede terminar en cualquier momento e incluso puede arrastrar a Israel hacia la guerra civil siria.
El Cruce de Kunetra solía ser un destino tranquilo. Soldados israelíes y sirios, así como soldados de la UNDOF encargados de observar un acuerdo de cese al fuego en 1974, se miraban unos a otros a través de lo que en ese entonces era una cerca que apenas llegaba a las rodillas. Hombres, mujeres y niños, principalmente de clanes drusos separados desde hacía cuatro décadas, cruzaban diariamente la frontera a través de la puerta. Pasaban por una revisión rutinaria en ambos lados, asistían a una reunión familiar o a una boda al otro lado de la frontera, y luego volvían varios días después.
Esto ha dejado de ocurrir. Actualmente, nadie pasa por el Cruce de Kunetra. La mayoría de los soldados de la UNDOF que habían sido enviados al lado sirio del Golán se han trasladado al lado israelí, cerca del Cruce de Kunetra. El Camp Foar de las fuerzas de la ONU, al que volvieron los 45 rehenes fiyianos, fue evacuado la semana pasada después de intensas batallas entre el ejército sirio y los rebeldes.
Una errante pieza de metralla, parte del incesante aluvión de artillería entre las facciones antagónicas del lado sirio, cruzó la frontera recientemente, hiriendo a un oficial de las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF, por sus siglas en inglés). “A veces da miedo, pero en general estoy bien”, afirma Dvir Ben Simchon, de 22 años, que vive en Tel Aviv y pasó el verano como jornalero, recogiendo manzanas en un huerto que pertenecía a un kibutz israelí. “La lucha se ha trasladado directamente aquí. Yo estaba en el huerto más cercano a la frontera”, dice.
Eso ocurrió el 30 de agosto, cuando hombres armados de Jabhat al-Nusra y otros grupos islamistas que tienen una cierta relación con Al-Qaeda asaltaron el Cruce de Kunetra en la zona neutral donde son enviados los observadores de la ONU. Los encargados del mantenimiento de la paz de Filipinas apenas lograron salir ilesos de la lucha, encontrando refugio en Camp Ziouan, del lado israelí, donde la UNDOF ha trasladado sus cuarteles desde que la guerra civil en Siria hizo que Damasco fuera demasiado peligrosa.
Unos días antes, el 28 de agosto, los yihadistas tomaron como rehenes a 45 observadores de la ONU de origen fiyiano, que finalmente fueron liberados ilesos el 11 de septiembre. La presencia de la ONU ya no se considera como la de un observador imparcial. Es objetivo de varios grupos sirios, lo cual dará pie a una interesante discusión del Consejo de Seguridad en octubre, cuando se debatirá la renovación del mandato de la UNDOF. Funcionarios de los dos países que más soldados han aportado a esta fuerza, Filipinas e Irlanda, ya han expresado sus dudas sobre continuar enviando soldados a esta zona de riesgo.
Si la ONU abandona su misión en la región, ¿ello supondría una diferencia? “No dependemos de la UNDOF para nuestra seguridad”, señala Peter Lerner, portavoz de IDF. Pero más allá de esa simple expresión de hechos, varios funcionarios de Jerusalén con los que hablé se mostraban sumamente cautelosos al hablar de la utilidad de la fuerza de la ONU.
La UNDOF fue establecida en el Golán en 1974, después de la guerra que el presidente Hafez Assad (padre del dictador sirio actual, Bashar Assad) inició en contra de Israel el año anterior. Resentido por su derrota en ese conflicto, Assad mantuvo meticulosamente la calma del cese al fuego hasta su muerte, ocurrida en 2000. La ONU presentó informes rutinarios sobre infracciones infrecuentes, y principalmente leves, de los términos del cese al fuego. Bashar Assad también mantuvo la calma, hasta hace tres años, cuando comenzó la rebelión contra su gobierno.
La primera señal de problemas fue un intento de cruzar la frontera en mayo de 2011. Assad dijo que se trataba de una marcha espontánea, realizada por ciudadanos enfadados, en solidaridad con los palestinos de Israel. Pero los funcionarios israelíes vieron al mortal incidente, en el que al menos una docena de aspirantes a infiltrados fueron asesinados, como un truco para distraer a la opinión pública mundial y árabe del extendido y profundo descontento que se vivía en Damasco en aquel momento, el cual se convirtió en un levantamiento en toda forma contra el régimen.
“Simplemente saltaron por encima de la cerca”, dice Lerner. Desde entonces, añade, el IDF ha levantado una cerca nueva y más alta, equipada con cámaras y dispositivos de detección de movimiento que vigilan cualquier actividad a lo largo de la frontera. La malla de acero que rodea el cruce, sujetada por postes de hormigón enterrados profundamente, está electrificada para disuadir cualesquier intentos futuros de infiltración. El IDF ha reemplazado las unidades de reserva que habían mantenido la línea con una fuerza selecta reforzada y lista para el combate.
Pero el cambio principal en el Golán ocurre al otro lado de esa cerca.
Desde que el levantamiento anti-Assad se convirtió en una guerra armada en toda forma, atrayendo a jugadores del Oriente Medio y más allá, Damasco ha perdido el control sobre la frontera de 32 kilómetros que separa a Israel y Siria en el Golán, que desde 1974 se ha conocido como la “Línea Púrpura”.
“El ejército sirio tiene dos divisiones en su lado del Golán: la División 61 al sur de Kunetra y la División 90 al norte de Kunetra”, afirma Idan Avni, corresponsal de la radio de Israel. “Pero Assad tiene batallas más urgentes en Aleppo, Damasco, etcétera. Quienes están aquí no han recibido nada de él en meses. Ningún suministro, ningún arma, nada. Así que desertan o se rinden ante los rebeldes, o simplemente abandonan sus armas y se van a casa”.
Del lado sirio de la frontera, la imagen de lo que ocurre es confusa y cambia constantemente. Durante meses, el lado sirio de la frontera ha estado controlado no por el ejército, sino por distintos grupos rebeldes. “¿Ve esta bandera verde?”, dice Avni, señalando la bandera frente al Cruce de Kunetra. “Ni siquiera estoy seguro de cuál es el grupo islamista al que pertenece esta bandera, pues hay muchos de ellos. Hace algunas semanas, había una bandera verde diferente”.
Kunetra y las áreas fronterizas en el sur de esa región están controladas por jyhadistas dominados por Jabhat al-Nusra. Más al norte, grupos anti-Assad más moderados, como el Ejército Libre Sirio (FSA, por sus siglas en inglés), dominan algunos territorios, al igual que miembros de la secta drusa.
“Nací sirio, así que soy sirio”, afirma Ahmad Farhat, un hombre druso de 63 años, originario del pueblo de Boukata, que ha sido controlado por Israel desde que tenía 20 años. Farhat ha dedicado la mayor parte de su vida a trabajar como profesor de matemáticas en el sistema de educación israelí. “Mi abuela está en Líbano, y mi tía está en Daliyat el-Carmel” en Israel, dice.
Los drusos son leales principalmente a su propia secta, y los israelíes, al igual que la ONU, consideran que las áreas que ellos y el secular FSA controlan son más tranquilas y menos peligrosas que el sur, controlado por Al-Nusra, donde los observadores de la ONU fueron secuestrados.
Después de estar en poder de los yihadistas durante dos semanas, los 45 fiyianos fueron entregados a la UNDOF, presentaron informes y fueron valorados médicamente en Camp Foar, donde se encuentra el batallón fiyiano, en el lado norte, más seguro, del Golán. Pero del lado sirio, ningún área se considera segura.
“Siempre es malo cuando las personas son asesinadas, sean árabes, judíos o lo que sea, especialmente niños”, señala Yehuda Harel, de 79 años, del Instituto de Investigación del Golán en Katzrin, la ciudad israelí más grande de la meseta. Harel, exmiembro del Knesset (Parlamento Unicameral de Israel), fue uno de los fundadores del kibutz Merom Golán y se mudó allí tres días después del final de la Guerra de los Seis Días de 1967, en la que Israel ocupó la meseta estratégica de los Altos del Golán.
“Estos tipos que visten de negro constituyen una amenaza existencial para el mundo árabe, pero no para nosotros”, dice Harel. “Vivo justo en la frontera, pero hasta ahora, nunca he estado en un refugio antibombas”. Dice que el ejército sirio ha sido más peligroso para Israel que los yihadistas actuales. Pero ni él ni ninguna otra persona de cualquier lado de la frontera del Golán pueden predecir el futuro con certeza.
Pero el Golán ya no es la frontera más tranquila de Israel, con todo y sus pintorescos huertos, bodegas y pastores. Las rocas de granito esparcidas por toda la meseta, restos de erupciones de lava con milenios de antigüedad, son un recuerdo oportuno de que los volcanes pueden estar dormidos, pero las erupciones pueden ocurrir cuando uno menos las espera.
@bennyavni