Miles de migrantes están atrapados en condiciones infrahumanas en el campo de refugiados de Moria, el mayor de Europa y situado en la isla griega de Lesbos donde la epidemia de COVID-19, ha infectado a tres lugareños.
El gobierno griego ha adoptado en los últimos días medidas drásticas para mantener a raya el coronavirus en esta “bomba sanitaria” donde se hacinan unos 19,000 migrantes, indicó el portavoz del ejecutivo Stelios Petsas.
“Nos han dicho que no salgamos de nuestras carpas ni que nos juntemos en grupos, pero es imposible en Moria”, dice a la AFP el somalí Ibrahim Mohament Hussein.
La situación “se agrava a diario. Ya no podemos ir a la ciudad a comprar como antes, nuestros hijos comen cada vez menos”, dice este solicitante de asilo que vive en el campo desde hace seis meses.
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Las visitas se han prohibido, las autorizaciones de salida se han reducido a la mínima expresión y se controla a los migrantes en los transportes públicos, para trabar el contacto con la población local.
El nuevo coronavirus ya ha infectado a 743 personas en Grecia, entre ellas tres habitantes de Lesbos, y 20 han muerto.
Preocupado por el hacinamiento en los campos donde viven 38,000 migrantes en un espacio para 6,200 personas, el gobierno impuso su confinamiento general cuatro días antes que a la población griega.
Imposible la “distancia social”
“Estamos en la era del corona y el mayor problema (aquí) es la sobrepoblación en los campos” dice en Facebook Mohamed Omid, solicitante de asilo afgano.
La población del campo supera en seis veces su capacidad, las condiciones higiénicas son atroces, al punto que muchas ONG lo habían calificado como la “vergüenza para Europa”.
Algunos eurodiputados instaron el lunes al gobierno griego a “evacuar a los migrantes más vulnerables” a campos en territorio continental griego ante el “riesgo de muchas muertes”.
La Unión Europea ayuda a Grecia a preparar un “plan de urgencia” para hacer frente a una eventual propagación de la epidemia en los campos de refugiados, indicó el martes Adalbert Jahnz, un portavoz de la Comisión Europea.
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“No hay ninguna posibilidad de distancia social” y “no se dispone del equipo médico necesario”, alertó por su parte el presidente de la comisión parlamentaria de libertades Civiles y Justicia, Juan Fernando López Aguilar.
La policía y las organizaciones han desertado Moria desde el confinamiento.
“El problema de seguridad es peor ahora ya que todo se ha paralizado y tenemos miedo”, se lamenta el solicitante de asilo Ibrahim Mohament Hussein.
Para el afgano Sayed Nasid Haidari, “el virus ha llevado el caos al campo, el estrés es enorme y el miedo acarreará muchos más problemas que el virus”.
“Campo a medio gas”
“No hay policía, los empleados ya no vienen (…), cumplen las restricciones (del gobierno) pero el campo funciona a medio gas, la basura está por todos lados” y el autobus a Mitilene ya no viene como solía, dice a la AFP.
“La mayoría de los solicitantes de asilo son conscientes del coronavirus (…) oyen hablar de ello a sus allegados que viven en otros países y tienen miedo”, explica a la AFP el director adjunto del campo Dimitris Vafeas.
“Los médicos solo examinan a los que tosen o estornudan pese a que hay enfermos crónicos, que sufren problemas cardíacos o de otro tipo”, dice Sayed Nasid Haidari.
“Mi esposa necesita hacerse análisis de sangre pero incluso en Médicos Sin Fronteras nos han dicho que es imposible actualmente”, sostiene.
Una veintena de ONG, entre ellas Human Rights Watch, pidieron este martes al gobierno que “reduzca inmediatamente” el número de personas en los campos para evitar “una crisis sanitaria en plena pandemia de coronavirus”.
Según ellas “miles de personas, de todas las edades, sufren enfermedades crónicas, niños, mujeres embarazadas, discapacitados o menores no acompañados están atrapados en condiciones deplorables en plena pandemia del COVID-19”.