Issa López, una de las pocas directoras mexicanas que ha incursionado con éxito en el género de terror, durante años ha hecho frente a los estereotipos de quienes están detrás de las cámaras: “Es una pequeña batalla constante… es un club de Tobi y es duro”.
A los 18 años, Issa López supo que no sería la nueva Indiana Jones. Los sueños persistentes de descubrir ciudades perdidas en la jungla sudamericana perseguida por tribus amazonas quedaron guardados en los libros de arqueología de la biblioteca de su padre. La combinación de la aventurera intelectual tomó un nuevo rostro: el cine. Así, cuenta, dejó la carrera de arqueología en busca de otras historias increíbles que sí pudiera contar. “¿Si no voy a ser Indiana, qué pasa con la idea de hacer a Indiana?”. Ese, hasta ese momento, también era otro sueño imposible.
La industria cinematográfica mexicana en esa época (2006) filmaba ocho películas al año y muy pocas, casi ninguna, eran dirigidas por mujeres, dice esta realizadora capitalina terca y optimista que, en un mundo de hombres, se convirtió en la primera mujer en obtener el premio a mejor director de horror en el Fantastic Fest —el festival de cine de género más importante de Estados Unidos— por su cinta Tigers Are Not Afraid (Vuelven), un reconocimiento nunca antes alcanzado por un mexicano.
Esta película —con elementos fantásticos, de ciencia ficción y terror— fue aclamada por la crítica internacional desde su estreno, en octubre pasado. Hasta ahora le ha valido a la cineasta 14 reconocimientos en el mundo, entre ellos, cinco del Screamfest Horror Film Festival, incluyendo el de mejor película. Vuelven lleva a la pantalla grande una de las realidades más duras en México: la vida de los niños huérfanos por la violencia. Su narrativa también conquistó al maestro del género Stephen King y al reciente ganador de dos premios Óscar, Guillermo del Toro, quien se convertirá en el productor de la siguiente película de Issa.
Desde la óptica de Guillermo del Toro, Issa es una de las pocas mujeres mexicanas que han incursionado en el género de terror. Y aunque ahora se encuentra en uno de los mejores momentos de su carrera, durante más de 12 años ha tenido que librar barreras invisibles, pero resistentes: los estereotipos de quienes están detrás de las cámaras, a menudo invisibles, opacadas por centenares de nombres masculinos.
El cine, dice Issa, va más allá de los géneros. “Yo no creo en los géneros cinematográficos, creo en las historias y en los personajes. Mis proyectos no tienen zapatos rosas o azules, no son niñas o niños, son historias y se defienden solas”. Esta forma de ver la vida le ha servido para lograr su posición actual. Sin embargo, con la experiencia de los años se ha reconocido a sí misma en un “cansancio de un constante batallar por una barrera de género, por hermandades no verbales que son persistentes”.
Las relaciones cinematográficas, cuenta, se forjan muchas veces en los festivales, en las fiestas, en “lo de cuates”, y ahí es un universo masculino. Para poder jugar ese juego, dice, “mi única herramienta es ser uno de los chicos. Tienes que ser uno de ellos porque es su universo”. “Es una pequeña batalla constante, que al principio no noté porque es pequeñita, pero a lo largo de los años sí te agota y sí la sientes. Es un club de Tobi y es duro”.
Vuelven atrajo la atención internacional en un momento en el que la mujer en la industria del entretenimiento cuenta con “muchísima atención”, dice a Newsweek en Español la escritora, productora y directora de cine. Nunca antes se había hablado ni escrito tanto sobre la desigualdad de las mujeres, tampoco habían sido el foco de todos los reflectores. El año 2017 despertó muchas conciencias debido a los movimientos como #MeToo y a la voz de las actrices de Hollywood contra los acosos, abusos y desigualdades salariales.
En los tiempos del Time’s Up, Issa cuenta que no ha sufrido acoso, pero sí ha sido presionada con “cierta condescendencia” a la que no tienen que enfrentarse los hombres.
Por ejemplo, señala, cuando dirigió su primera película, Efectos secundarios, en 2006, nadie creyó que tuviera la capacidad de dirigir. Durante años había sido guionista y escritora de comedia romántica en películas como Ladies Night.
Después de haber escrito y dirigido segmentos en Plaza Sésamo en sus inicios, escribió novelas para televisión, luego llegó la oportunidad de escribir en un género que se convirtió en su especialidad: la comedia romántica. En aquel momento, dice, le pareció muy positivo que se abriera esa puerta para una escritora mujer. “Ahora en retrospectiva me parece tremendamente sexista. Me parece que pensar que las mujeres lo que podemos escribir mejor que nada es comedia romántica, o que los hombres no lo pueden hacer mejor que cualquier mujer, es sexista.
“Creo que la discriminación a la inversa es en donde hay géneros en los que hay que llamar a mujeres porque tienen corazón o sensibilidad (…), y las mujeres lo tenemos, claro, pero los hombres también. Hay hombres que tienen esa sensibilidad mucho más desarrollada que muchas mujeres”, señala.
DEL #METOO AL #NOMEMATES
El surgimiento del #MeToo ha abierto al público un debate fundamental: la seguridad de las mujeres, dice la realizadora. “Sabemos que los días enteros de una mujer caminando en una ciudad no son iguales que los de los hombres”, es una discusión que se debe tener, menciona, para que las siguientes generaciones de mujeres puedan caminar tranquilas y que “puedan ponerse lo que se les dé la gana”.
Sin embargo, dice Issa, las sombras morales de algunos casos pueden marcar la diferencia del movimiento. Desde el grupo de mujeres francesas que pide “no confundir el coqueteo torpe con el ataque sexual”, hasta el hecho de poder destruir reputaciones enteras por una interpretación errónea, menciona la cineasta en referencia al caso de Aziz Ansari, un actor, comediante de stand up y escritor estadounidense que levantó un fuerte debate en Estados Unidos después de ser acusado de acoso tras tener una mala cita.
La discusión es compleja. Sin embargo, “es muy importante decir al respecto que en México y en Latinoamérica hay una conversación mucho más urgente de eso —y no estoy descartando de ninguna manera las mujeres valientísimas que están levantando la mano—”. Pero en México, señala, las mujeres están siendo, desde hace muchos años, constantemente brutalizadas, golpeadas, violadas, asesinadas, torturadas, mutiladas o convertidas en esclavas sexuales. “En este país hay una discusión mucho más urgente que el hashtag #MeToo que para mí es el hashtag #NoMeMates”.
La urgencia, desde la perspectiva de Issa, radica en proteger a todas las mujeres que pasan por este tipo de situaciones. Para un día, dice, poder llegar a casa y decir: “Me enfrenté a una situación en la oficina que no es deseable para nadie, pero para llegar ahí estás viva y para llegar ahí no fuiste torturada.
“En este momento, hay centenas de mujeres que están pasando por ello y requieren una atención vital, y Vuelven se trata de eso también, de una violencia generalizada, pero centrada sobre la brutalidad y victimización de estas mujeres”, por eso, explica, también es importante hablar de esas historias en el cine.
EL PODER DE LA COMEDIA
El título de su más reciente película, Todo mal, no refleja la realidad actual de la vida profesional de Issa López. Lo hizo para reflejar otra realidad mexicana y el cómo en momentos importantes a veces todo el mundo concentra la energía nacional en temas totalmente absurdos. “Cuando yo he hecho comedia, no lo hago porque no me quede de otra. Amo la comedia, creo en una realidad tan brutal como la que vivimos, pero también creo en dos escapes necesarios: la magia del terror y la risa”.
Todo mal se estrenó en México el pasado 16 de marzo, en un momento en el que Issa todavía realiza una gira mundial por festivales internacionales de cine que tienen contemplada a Vuelven como posible galardonada. Saltar de la fábula oscura a la comedia le ha permitido a la cineasta hacer una reflexión muy diferente sobre “otras cosas muy cuestionables de quiénes somos como mexicanos”.
Esta cinta es una comedia de acción centrada en el robo del “penacho de Moctezuma”, que aborda principalmente el tema de una masculinidad que en este momento está un poco extraviada. “¿De qué se trata ser hombre? ¿Se trata de ser el proveedor, el protector, el respetado por su mujer? ¿Y de qué se trata ser mujer?”, explica.
“Se trata de tres hombres que están poniendo su valor en la corona de Moctezuma y en el prestigio de que su mujer no los engañe, cuando en realidad están perdidos desde hace muchísimo. Creo que en México hay una desconexión con lo que significa ser hombre actualmente y con lo que significa ser mujer, nuestros roles tradicionales se evaporan, afortunadamente”, explica.
Aunque la comedia romántica es un género regularmente criticado en México, el público mexicano las está consumiendo. “Me parecería irresponsable como industria no contestar a eso con comedias, pero buenas, hechas con rigor”, dice.
“México está respondiendo a una imagen cinematográfica de mujeres poderosas. En los títulos que han funcionado en taquilla, hay una constante: son películas muy chistosas o por lo menos que conectan mucho con el sentido del humor mexicano y con mujeres empoderadas”, añade.
Los personajes femeninos, aunque aún están estereotipados, han adquirido fortaleza, más allá de la comedia, con relatos entrañables y poderosos que van más allá de la búsqueda del amor y, en buena parte, según el Instituto Geena Davis, se debe a la mayor participación de mujeres cineastas.
La participación de las mujeres en la realización de películas mexicanas mantuvo la tendencia de crecimiento de los últimos años. En 2017 dirigieron 42 filmes —de un total de 176—, la cifra más alta desde el primer conteo en 2007, según datos del anuario estadístico del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine).
En relación con 2016, hubo más películas producidas o escritas por mujeres, con un incremento de 34 y 30 por ciento, respectivamente. De acuerdo con el Instituto, en 52 por ciento del total de las producciones mexicanas, las mujeres participaron como directoras, guionistas o productoras.