Algunas familias discuten sobre política, otras lo hacen por el control remoto del televisor. Sin embargo, Carol Steen y su padre riñen por el color de los números. En una ocasión, ella insistía en que el 5 era amarillo. “Y mi padre decía: ‘No, es amarillo ocre’”, recuerda.
Steen y su padre comparten un rasgo llamado sinestesia, en el cual los sentidos se combinan. La experiencia con un sentido estimula una experiencia con otro, de manera que puedes escuchar colores o degustar sonidos, o ver las letras en colores intensos.
Desde hace mucho, los científicos han sospechado que esta destreza particular está inscrita en alguna parte de nuestro ADN, y los Steen respaldan esa teoría: varios de sus parientes lejanos también son sinestésicos. Y una nueva investigación, publicada en marzo en Proceedings of the National Academy of Sciences, no solo confirma la idea, sino que apunta a los genes responsables.
Amanda Tilot, genetista del Instituto Max Planck de Psicolingüística, reclutó a tres familias para que le ayudaran a estudiar los fundamentos genéticos del rasgo. Tres generaciones de mujeres, en dos familias, experimentaban los sonidos como colores; mientras que, en la tercera, un hombre, su madre, su hija y su nieto presentaban el mismo fenómeno.
Tilot y sus colegas pretendían averiguar cómo se originaba la sinestesia. Investigaciones previas en busca de genes habían identificado amplias secciones del genoma con conexiones potenciales; pero Tilot quería precisarlas, así que recurrió a un método llamado secuenciación del exoma completo. “Eso nos dio la exactitud que necesitábamos para identificar genes específicos”, explica.
Entre los cerca de 20,000 genes que componen el genoma humano, los investigadores encontraron seis que diferían un poco en las personas con sinestesia. En dichos genes, solo uno o un puñado de nucleótidos —los compuestos que integran nuestros genes— habían cambiado por otros que no suelen encontrarse allí. Y cada uno de los genes para sinestesia tiene una conexión directa con el funcionamiento del cerebro. Conocidos como COL4A1, ITGA2, MYO10, ROBO3, SLC9A6 y SLIT2, los genes tienen que ver con un proceso llamado axonogénesis, el cual determina la forma como se conectan las neuronas entre sí mientras el cerebro se desarrolla en el útero y durante la infancia. Los genes alterados no se transmitieron de manera grupal; y solo aparecieron en una o dos de las tres familias. Sin embargo, los cambios en unos cuantos de ellos bastaron para causar un cambio drástico en la percepción.
El descubrimiento de versiones alteradas de los genes que codifican información esencial sobre las conexiones neuronales se correlaciona con hallazgos previos. Un estudio encontró que las células cerebrales de los sinestésicos presentaban más interconexiones que en las personas sin este rasgo. Esa red más estrecha podría ser producto de terminaciones nerviosas más gruesas o de una mayor cantidad de mielina, una mezcla de proteína y grasa que acelera la transmisión de los impulsos.
Aun cuando solo 4 por ciento de la población mundial presenta sinestesia, Tilot dice que ese trabajo es muy relevante, y cita la famosa locura de internet que provocó la imagen de un vestido, el cual algunas personas veían azul y negro, y que, para otras, era blanco y dorado. “La percepción sensorial es algo que tiene variación natural”, afirma Tilot.
Es una variación que, a menudo, pasa inadvertida. “En general, no nos damos cuenta de que hay diferencias en la manera como nuestros vecinos perciben diversos aspectos del mundo”, prosigue Tilot. El debate sobre los colores del vestido puso de relieve este fenómeno. Tal vez no todos seamos sinestésicos, dice Tilot, pero todos experimentamos el mundo de distinta manera.
La sinestesia no siempre ha sido fácil para Steen. Cuando tenía siete años, dijo a su mejor amiga que la letra A era “del color rosado más lindo que jamás haya visto”, recuerda. Su amiga le dijo que era rara y jamás volvió a dirigirle la palabra.
Steen, artista y profesora de diseño digital multimedia en Touro College, Nueva York, fue cofundadora de American Synesthesia Foundation en 1995. Con los años, ha aprendido a asimilar su condición genética como una fortaleza y una ventaja. Por ejemplo, cuando compra pintura, escucha música y busca el color que corresponda al que tiene en su mente (si lo piensas bien, es una idea bastante poética). La sinestesia también la ayuda a mantenerse saludable: en cierta ocasión, Steen dijo a su dentista que tenía una muela “anaranjado reluciente”. Resultó que necesitaba una endodoncia.
Entre tanto, Steen y su padre han aprendido a evitar tensiones absteniéndose de discutir sobre sus desacuerdos por el color de los números. Lo cual demuestra que las familias con sinestesia son como cualquier otra.
—
Publicado en cooperación con Newsweek /Published in cooperation with Newsweek