La crítica al neoliberalismo planteada en el discurso de toma de protesta del Presidente Andrés Manuel López Obrador representa el reconocimiento del fracaso de un modelo económico, aunque también social y político, que se impuso en nuestro país durante tres décadas. Representó la privatización de los bienes públicos, el libre comercio a ultranza, la desregulación salvaje, así como la mercantilización de la vida social. Reforzó la brecha entre ricos y pobres concentrando la abundancia entre los grupos más poderosos. Fomentó una pedagogía pública que favoreció al sujeto empresarial con un sistema de valores articulado en el interés personal y el egoísmo desenfrenado.
El neoliberalismo o mejor dicho, el fundamentalismo del libre mercado, representa un fenómeno global impulsado por las prácticas y principios de las instituciones transnacionales que determinan las políticas económicas de los países en desarrollo, así como las reglas del comercio internacional. El neoliberalismo socavó las formas de solidaridad, promovió un excesivo individualismo y el alejamiento de lo colectivo, produciendo importantes zonas de abandono social y exclusión terminal.
El desmantelamiento del Estado de Bienestar observado en las últimas décadas, trajo como consecuencia una profunda crisis social donde el 43% de la población vive en situación de pobreza y el 56% trabaja informalmente. Un insuficiente crecimiento económico del 2.4% y una enorme deuda pública que compromete el 44% del PIB, conllevan inflación, devaluaciones y fuga de capitales. Con estos indicadores no existe país viable. Además, tenemos un Estado de Derecho disfuncional frente a la grave corrupción que involucra tanto al poder económico como al poder político. Aunado a esto, existe un 98% de impunidad que es la más grotesca de todos los tiempos. Consecuentemente, los graves problemas sociales se criminalizan dando vida a una concepción que los reduce a defectos individuales.
Aunque vivimos una democracia precaria, que se sostiene en una amnesia social que borra el pensamiento crítico para producir nuevos conformistas, el orden de las cosas debe someterse a deliberación y contestación. Es hora de concebir nuevas perspectivas, de pensar las condiciones y formas posibles para actuar en común. Lejos de ser una invención conceptual, lo colectivo representa una fórmula de movimientos y corrientes de pensamiento que buscan oponerse a la principal tendencia de nuestra época que es lo no-común. Lo colectivo designa un conjunto de prácticas e instituciones que apuntan a un porvenir no individualista. En este sentido, el término refiere la emergencia de nuevas formas de oposición al neoliberalismo, teniendo en mente su superación. Se trata de descartar definitivamente el viejo paternalismo gubernamental donde el Estado convertido en guía, propietario y administrador de los medios de producción termina por aniquilar la democracia social.
El nuevo proyecto de nación que propone el Presidente debe reconocer que lo común es político, lo que obliga a concebir una renovada institucionalización de los poderes en la sociedad. Lo colectivo es un principio de transformación y sus políticas deben contrarrestar el tradicional discurso dominante que proclama una sola vía hacia el progreso social. Exaltar lo común significa promover el autogobierno de los ciudadanos y reconocer que este proyecto se encuentra enraizado en una extensa tradición política democrática. El programa de transformaciones del gobierno deberá mantener el gran consenso social que lo acompaña con propuestas viables sustentadas en lo colectivo.
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