Un adolescente con trastornos mentales intentó asesinar a la reina Isabel II de Inglaterra durante una visita a Nueva Zelanda, pero el caso fue uno de los secretos mejor guardados por la agencia de inteligencia durante casi cuatro décadas. Ahora el misterioso incidente ha provocado una nueva investigación policial sobre un supuesto “encubrimiento”.
Los documentos que fueron clasificados durante 37 años revelaron que Christopher Lewis, de 17 años, miembro de un grupo terrorista de extrema derecha que estableció con amigos, se escondió en un cubículo de inodoro en el quinto piso de un edificio con vista al Royal Parade en Dunedin, una ciudad en la Isla Sur, el 14 de octubre de 1981 y disparó un solo tiro con un rifle calibre .22 robado cuando la reina salió de su vehículo.
El tiro se produjo mientras la reina salía de su limusina, frente a miles de personas, para visitar el Museo Otago. El disparo no causó ningún herido y la policía aseguró a los miembros de la comitiva que se trataba de la explosión de un petardo.
El tiro falló y puede no estar dirigido directamente a la Reina, según un memo de 1997 del Servicio de Inteligencia de Seguridad de Nueva Zelanda (SIS por sus siglas en inglés), publicó The Telegraph.
“Lewis tenía la intención de asesinar a la reina, sin embargo, no tenía un punto de ventaja adecuado para disparar, ni un rifle suficientemente potente para el alcance del objetivo”, dijo un memorando del SIS de 1997, que fue desclasificado en febrero y enviado a Reuters este jueves.
Los documentos ––desclasificados en respuesta a una solicitud de Fairfax Media–– muestran que los servicios de inteligencia interior investigaron inmediatamente el intento de asesinato, después de que la prensa se preguntara sobre el origen del disparo.
Las autoridades llegaron a decirle a algunos periodistas que el ruido se debía a la caída de un panel.
El francotirador fue detenido poco después, en una investigación sobre un robo en una casa que no tenía nada que ver, y confesó haber intentado asesinar a la reina.
Lewis, quien los documentos de inteligencia describieron como un joven “severamente perturbado”, no fue acusado de intento de asesinato o traición, añadiendo a las afirmaciones que el incidente fue minimizado para evitar la vergüenza para un país anfitrión de una visita real.
En cambio, fue acusado de posesión ilegal y descarga de un arma de fuego, publicó Reuters.
La policía, que en un primer momento pensaba que el adolescente deliraba y que “vivía en su mundo”, encontró el rifle y el cartucho vacío en el edicio desde el cual Lewis afirmaba haber disparado, publicó la AFP.
El detenido afirmó pertenecer a una organización de ultraderecha llamada Ejército de la Guerrilla Imperial Nacional, que contaba, según él, con otros dos miembros, “el Oso Polar” y “el Muñeco de Nieve”.
Dos adolescentes fueron arrestados, aunque más tarde Lewis aseguró que esa organización era en realidad una invención suya.
Los documentos del SIS, en los que figuran notas y croquis de las posibles trayectorias del disparo, fueron desclasificados tras una investigación sobre el caso que publicó en enero el portal de información neozelandés stuff.co.nz.
Los papeles indican que las autoridades optaron por esconder el caso, probablemente para tapar un grave fallo a la hora de proteger a la comitiva real que pudiera disuadir a la reina de volver a visitar el país.
Una nota del SIS afirma que “la monarca británica estaba protegida por edificios salvo en cuatro ocasiones, durante dos segundos”. Además, indica que los exámenes balísticos “mostraron después que era más probable que la bala hubiera pasado muy por encima de la multitud”, publicó AFP.
Lewis se suicidó en 1997, estando detenido, mientras esperaba a ser juzgado por el asesinato de una mujer y el secuestro de su hijo. Sin embargo, no fue el único en atentar contra la vida de la reina.
Unos meses antes, la soberana salió indemne de un atentado con bomba imputado a la organización norirlandesa IRA durante la inauguración de un terminal petrolero en las islas Shetland, en mayo de 1981.
Un mes más tarde, Marcus Sarjeant disparó seis balas de fogueo cuando la reina pasaba cerca, a caballo, durante una ceremonia en Londres.
Y un año después, Michael Fagan, de unos 30 años, consiguió colarse en el dormitorio de la reina.
Según se cuenta, Isabel II, despertada por el intruso, charló unos diez minutos con él hasta que Fagan fue detenido.