La inmersión en agua helada, también conocida como baños de hielo o terapia de frío, consiste en sumergir el cuerpo en aguas heladas con motivos terapéuticos o de recuperación posejercicio.
Sin embargo, pese a la popularidad que ha ganado en los últimos años, esta práctica puede no ser apta para todo el mundo. El Dr. Al-Kindi, cardiólogo preventivo del Hospital Houston Methodist, explica que, al sumergir el cuerpo en agua extremadamente fría, este experimenta varias respuestas fisiológicas.
El reflejo de jadeo inicial es parte de estas respuestas, seguido de una respiración rápida e incontrolable, un aumento en la frecuencia cardiaca y un aumento en la presión arterial. A esta reacción se le conoce como respuesta de choque frío.
Existen diversas formas de llevar a cabo los baños de hielo. Las más populares y que se han vuelto tendencia en los últimos años son las duchas frías y la inmersión del cuerpo entero.
Según estudios de la Universidad de Utah, algunos atletas toman baños de hielo después de las prácticas o juegos porque ayudan a detener la acumulación de ácido láctico. Esto ocurre porque al sumergirse en agua fría se afecta los vasos sanguíneos.
UN BENEFICIO DE LOS BAÑOS DE HIELO ES QUE REDUCEN LA INFLAMACIÓN
En un esfuerzo por ayudar a preservar la energía, explica el Dr. Al-Kindi, se causa una vasoconstricción, lo que reduce el flujo sanguíneo en las áreas de inflamación en el cuerpo.
Esta alteración del flujo sanguíneo no dura para siempre, según detalla el experto, pues cuando se abandona el agua el cuerpo empuja naturalmente la sangre hacia las áreas que estaban sumergidas.
Algunos estudios señalan que las inmersiones frías pueden reducir la inflamación para proporcionar una recuperación más rápida de la fuerza muscular, la potencia y la función neuromuscular.
Esto ocurre porque la contracción de los vasos sanguíneos ralentiza el flujo y alivia parte de la hinchazón y el dolor que se siente en los músculos después de un ejercicio prolongado.
Si bien también se piensa que la inmersión en frío mejora el estado de ánimo al reducir el estrés, la comprensión del impacto a corto y largo plazo de los baños de hielo es todavía limitada.
Esta práctica no está estrictamente definida y existen muchos factores distintivos, como la temperatura, la duración y los factores de salud individuales, que pueden afectar la forma en que una persona responde al agua fría.
Aun así, algunos estudios pequeños han demostrado algunos beneficios. El experto señala, por ejemplo, que la inmersión repetida en frío puede reducir la resistencia a la insulina. Eso, en teoría, puede tener beneficios para reducir el riesgo de diabetes tipo 2, aunque este resultado aún no se ha confirmado.
ESTAS INMERSIONES CONLLEVAN RIESGOS DE VIDA O MUERTE
Más allá de estas explicaciones y sutiles beneficios, la información sobre esta práctica es limitada y todavía no se ha demostrado si realmente cumple con las afirmaciones de bienestar general.
En cuanto a los riesgos que se corren al ejercer esta práctica existe un par que es cuestión de vida o muerte. Según el especialista, la inmersión repentina en agua fría puede hacer que una persona se ahogue si jadea involuntariamente mientras su cabeza está sumergida.
El choque frío, por otra parte, al ejercer presión sobre el corazón y hacer que trabaje más, implica un riesgo alto para aquellas personas con enfermedades cardiacas preexistentes.
Por esa razón, las inmersiones frías deben evitarse si se padecen afecciones relacionadas con el corazón como presión arterial alta, diabetes, enfermedad cardiaca, entre otras.
La recomendación del Dr. Al-Kindi es “consultar a un médico antes de comenzar cualquier nueva práctica de salud”. Además de ese primer filtro, es aconsejable asegurarse de que la fuente de agua no esté demasiado fría (10°) y realizar sesiones cortas, de entre cinco a diez minutos, pues luego de que el cuerpo se acopla a la temperatura ya no existen más beneficios. N